Nunca se había hablado tanto de innovación empresarial como en los últimos tiempos. Hace ya muchos primaveras, si se hablaba de innovación, se ponderaban más los riesgos que las oportunidades. Hoy es al revés. Innovar es una obligación para no pasar el aventura de quedarse detrás. Innovar significa incluso ser pionero, ser el primero, condición que exige una buena dosis de coraje y de osadía. Innovar no es solo inventar, incluso es crear nuevas herramientas a partir de sumar o combinar, de forma distinta, las ya existentes.
Me permitiré referirme a una fórmula que hemos impulsado en Andorra y que ha cosechado ya buenos frutos. El principado es un país atractivo para nuevos negocios no tradicionales, vinculados a la innovación y al conocimiento. Por sus dimensiones geográficas, por la agilidad de su sistema bancario, por la seguridad del entorno… Hace ya algunos primaveras, en Crèdit Andorrà, creamos un transporte de inversión dirigido a proyectos emprendedores, caracterizados por contar con una tecnología diferencial y/o con un maniquí de negocio validado y escalable, que bautizamos como Scale Lab Andorra. Fue solo la primera piedra.
A partir de este primer útil, avanzamos con destino a otro esquema pionero, un innovation hub que se alinea con la voluntad andorrana de complementar posesiones y conocimiento con nuevas actividades de stop valía añadido, que puedan rajar nuevas oportunidades. Se alcahuetería de crear y compartir conocimiento para que pequeñas y medianas empresas del país y las start-ups, del país o de fuera, encuentren nuevas vías de colaboración mutua, construyendo un ecosistema emprendedor que mejore el time-to-market de los proyectos.
El objetivo está claro: innovar para crear nuevos negocios y ser capaces de atraer inversión. Este esquema ayuda a empresas del país a identificar, a través de una metodología de innovación, los nuevos retos que se les plantean, y luego de este observación, se les propone colaborar con start-ups que sean capaces de dar respuestas a estos retos, beneficiándose del conocimiento que les pueden aportar en aspectos como las nuevas tendencias, la tecnología y la agilidad. Por otro costado, y por lo que se refiere a las start-ups, se les ofrecen oportunidades de crecimiento, gracias al contacto con empresas del país con las que puedan rajar vías de colaboración. En definitiva, las dos partes ganan.
El esquema, que se inició a principios de año, identificó a más de 700 empresas andorranas de diferentes sectores empresariales que podrían formar parte del innovation hub y a 42 start-ups, andorranas y extranjeras, con un potencial de colaboración mutua con dichas empresas. De ahí surgieron merienda propuestas de colaboración.
Ahora, el futuro paso es seguir trabajando para hacer posible un sandbox, espacio de pruebas regulado, donde las empresas puedan probar sus modelos de negocio para innovar en la prestación de servicios. En definitiva, un entorno de pruebas seguro, en el que se puede comprobar y testear la efectividad de nuevos productos, programas o tecnologías.
Estoy convencido de que, hoy en día, el maniquí empresarial para una maduro competitividad debe inspirarse en la innovación, juntando talentos y teniendo la visión suficiente como para intentar convertir en socios a los que solamente contemplábamos como posibles competidores.
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