Como era habitual, Dayanna esperaba el autobús en plena indeterminación para regresar a casa tras una larga viaje sindical. La inexperto, de 23 primaveras y religiosa de dos niñas, pagó el billete y se sentó a la prórroga de su parada. A los pocos minutos, el conductor informó de una avería y mandó desmontar a todos los viajeros. Excepto a la mujer, a la que aseguró que no tardaría mucho en resolver el problema y podría acercarla a su destino.
Solucionado el repentino resolución, el chófer retomó la ruta, esta vez rumbo supuestamente al domicilio de Dayanna. Sin incautación, el individuo paró el transporte en una zona apartada y la emprendió a golpes contra la inexperto. Luego, la violó salvajemente y, al terminar, la asfixió hasta matarla. Acto seguido, se deshizo del difunto en un lugar inhóspito y finalizó su turno. Se trataba de César Armando Librado Legorrete, más conocido como ‘El Coqueto’, un peligroso feminicida serial que sembró el terror en la sociedad mexicana.
Carrera criminal
Nacido el 16 de junio de 1982 en el municipio de Texcoco (México), escasamente se conocen datos sobre la vida de nuestro protagonista ayer de los crímenes, indemne que se casó dos veces. De ambas uniones, César Armando fue padre de dos niños, uno con cada mujer.
La última, de nombre América, convivía con su hijo y su marido en el municipio de Tultitlán sin memorizar que este, durante su viaje sindical como conductor de autobús en la Ruta 02 del Medida Chapultepec a Valle Dorado, había iniciado su carrera criminal cazando mujeres. Siquiera sospechó nunca que todos los regalos que a menudo le entregaba, en efectividad procedían de las víctimas: César Armando robaba todas las pertenencias de las chicas tras asesinarlas.
El chófer aprovechaba la vulnerabilidad de las víctimas para abordarlas en plena indeterminación. Para ello, empleaba el mismo modus operandi para cada asalto: simulaba un resolución mecánico en el autobús, ordenaba desmontar a todos los pasajeros menos a la mujer elegida para cometer la embestida. Entonces, César Armando se ofrecía a llevarla a su destino y, cuando restablecía la marcha, cambiaba la dirección, aparcaba en un división alejado y comenzaba el suplicio. La golpeaba y violaba ferozmente y, a continuación, la asfixiaba hasta arrebatarle la vida.
A posteriori, registraba sus pertenencias y robaba todo aquello que pudiese utilizar posteriormente, o correctamente como regalo sorpresa para su esposa, o como único memoria a modo de trofeo. Ropa, perfumes, relojes, planchas de pelo y teléfonos móviles fueron algunos de los objetos con los que llegó a agasajar a América alegando que los había comprado en una tiempo de medida. Por final y como colofón del crimen, el chófer arrojaba el difunto a canales o parajes desiertos de regiones cercanas.
Entre el 4 de julio de 2011 y el 18 de enero de 2012, César Armando cometió siete asesinatos. Aunque su carrera criminal empezó un año ayer, el 21 de junio de 2010, cuando atacó a una pasajera de su ruta, que milagrosamente sobrevivió al hacerse la muerta. Gracias a este declaración y su denuncia, las autoridades pudieron vincular los siete asesinatos posteriores y dar con el responsable de tal magna crueldad.
De no suceder sido por esta superviviente, la policía habría tardado aún más tiempo en dar con él. Nadie podía imaginar que, detrás de ese aspecto tosco y primitivo, se escondía un violador y enemigo en serie.
De hecho, su apodo ‘El Coqueto’, adquirido por la lema escrita en trivio rojas en el parabrisas de su autobús, nunca hizo sugerencia a sus habilidades como seductor con el variedad afeminado. Eran completamente nulas. En consecuencia, algunos expertos señalan que esto habría generado en él tal frustración que derivó en un odio subsistente en torno a las mujeres.
Blanca Elia, Eva Cecilia, Dayanna, Fernanda, Patricia, Camila y Fidelia fueron las víctimas elegidas por el chófer feminicida con edades comprendidas entre los 16 y los 34 primaveras. A una de ellas, por ejemplo, César Armando empezó a tocarla al quedarse dormida al final de la ruta tras una indeterminación de copas con amigos. Pero cuando la inexperto se despertó, el enemigo la emprendió a golpes.
Solo cuando el número de cuerpos ascendió considerablemente en la zona, la policía inició una investigación para esclarecer los motivos y su posible vinculación: en menos de dos meses tenían cuatro cadáveres de mujeres asesinadas en extrañas circunstancias.
A la caza del enemigo
El teléfono móvil de una de las víctimas, todavía eficaz posteriormente de muerta, fue la esencia para relacionar los siete asesinatos y encontrar al culpable. César Armando había cometido un resolución: utilizar un artefacto que, pese a cambiarle el chip, todavía mantenía la esencia IMEI (el número de identificación internacional que hace que el teléfono sea único, una especie de huella digital). Luego, podían ubicar dónde se encontraba. Así fue cómo descubrieron que la propietaria era América, mujer del conductor de la Ruta 02. El cerco al enemigo se estrechaba.
Por otra parte, se procedió a inquirir a pasajeros habituales de César Armando y algunos de ellos afirmaron suceder manido a las víctimas subir al transporte conducido por ‘El Coqueto’ ayer de desaparecer. Días o semanas más tarde, solo aparecían sus cuerpos.
Finalmente, la denuncia de la única superviviente fue el punto de inflexión en el caso al unir todas las piezas del rompecabezas. Cuando los investigadores acudieron a ella para conocer más datos de su asaltante, tipo de transporte y ruta que cogió, esta hizo un retrato certero de César Armando. No había duda. Ya lo tenían.
El 26 de febrero de 2012, un eficaz policial detuvo al enemigo en Ciudad de México imputado de siete asesinatos y ocho violaciones. “Violé a ocho mujeres de las cuales maté a siete por miedo a que me denunciaran”, afirmó César Armando durante el interrogatorio.
Al mismo tiempo, un equipo de la policía científica encontró rastros de casta en los asientos y el pasillo del autobús, pese a suceder sido limpiados por el detenido. A esto se sumaron los objetos localizados en el domicilio allegado pertenecientes a las víctimas asesinadas.
Pero en torno a las tres de la albor de ese mismo día, ‘El Coqueto’ consiguió fugarse de la prisión tras soltarse las esposas, esquivar a tres agentes dormidos a escasos metros y saltar al foráneo desde un tercer asfalto. Gracias a ese descuido, el enemigo consiguió arribar arrastrándose hasta la carretera (al caer se fracturó la columna) y pedir ayuda. Un conductor lo llevó a casa de unos familiares, que lo ocultaron hasta el 3 de marzo, vencimiento de su segundo arresto.
“¡No puedo caminar!”, gritó el chófer a la policía cuando fueron a engrilletarlo. La caída le había causado importantes lesiones que le impedían moverse, por lo que fue ingresado en el hospital y operado de necesidad.
Se hizo razón
El 21 de noviembre de 2012 se inició el entendimiento contra ‘El Coqueto’, imputado de siete asesinatos y una tentativa de homicidio y ocho violaciones. En ningún momento, el enemigo mostró rectificación alguno por los hechos cometidos. De hecho, se le pudo ver riendo y charlando animadamente ayer de entrar en la sala, e incluso, mostrar indiferencia durante la panorámica contencioso.
Tres semanas más tarde, el mediador condenó a César Armando a 341 primaveras de prisión por siete asesinatos y una tentativa de homicidio, le impuso una indemnización de 4.500 euros por cada una de sus víctimas, y decretó que fuese enviado a una prisión de máxima de seguridad correcto a su suspensión categoría de criminalidad y reincidencia. Esta sentencia puso fin al crucifixión sufrido por los familiares de las víctimas. Finalmente, se impartió razón.
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