Fred Kerley: “Éramos 15 en un cuarto”

Desarrollado y mesurado, Fred Kerley (27) sonríe y todo lo bendice.

Dice:

God bless Meme.

(Todopoderoso bendiga a Meme).

Meme es su tía Virginia.

Virginia tiene 66 primaveras y aún cuida de decenas de críos, las criaturas que viven en su casa en San Antonio.

Fred Kerley había sido uno de aquellos críos en manos de Meme. Había ocurrido a mediados de los noventa, cuando era un peque de dos primaveras, criatura desvalida en el mundo pues su padre era un convicto y su mamá, “una mujer que se metía en problemas”, dice.

Fred y sus cinco hermanos se habían ido a poblar con Meme. Lo habían hecho ellos y lo había hecho otra docena de primos.

–Llegamos a ser quince críos en un cuarto. Pero éramos felices. Meme ha criado a 26 niños en su hogar. Pienso en ella todos los días. De no ser por Meme, yo no sería quien soy.

¿Y quién es Kerley?

El nuevo rey de la velocidad mundial, el nuevo icono del atletismo estadounidense, tan orgulloso como se siente ahora, con el triplete que firmaba en la tarde del sábado en Eugene (Oregon). Ese era el orden del 100: Kerley (9s86), Marvin Bracy (9s88) y Trayvon Bromell (9s88, con dos milésimas por detrás de Bracy).

(...)

Fred Kerley es el tipo serio que todo lo bendice, pues así le había educado su tía Meme.

Misas los miércoles y los domingos. La religión en el centro de su vida. La religión como útil espiritual.

Cuando hablamos con Kerley en las entrañas de Hayward Field y le recordamos que este es el tercer triplete del 100 estadounidense en la historia de los Mundiales, tras el de Helsinki 1983 y el de Tokio 1991, siempre con Carl Lewis en el centro del podio, Kerley contesta:

–Aquella era la benedícite de 1983 y 1991. Esta es la benedícite del 2022...

Y muestra el tatuaje que luce en el protección. Es el himno 104.

Y lleva más tatuajes, hasta doce (entre ellos, el nombre de Meme), pues eso hacían muchos chavales del ciudadela, buscaban un tatuador amigo que les marcaba el cuerpo por un precio arreglado, no por los 200 euros que les pedían los profesionales.

–Meme nunca supo que me tatuaba. Me tatuaba en lugares escondidos del cuerpo. Eran nuestras travesuras. Ahora es mi forma de expresarme, de hablarme.

Hoy, Meme sabe todo aquello, por supuesto. Sabe que su sobrino lleva su nombre en el protección. Incluso lo saben los padres de Kerley, el convicto y la mamá que “se mete en problemas”, personajes que no han viajado a Eugene pero con quienes Kerley, dice, acento a diario.

–¿Y de qué hablan?

–Del pasado y del presente. Soy un adulto que puede suministrar una relación con entreambos. No han podido venir a Oregon, pero estoy convencido de que se alegran de mi éxito.

El éxito de Fred Kerley es extraño, se diría que contradictorio. Kerley viene de los 400m: en su día, había sido un magnífico entendido en la dorso a la pista. Corría en 43s64. Suficiente como para apropiarse del bronce en los Mundiales de Doha 2019.

(ningún atleta ha hecho eso, subirse al podio mundial en el 100 y el 400)

–Pero no he sucio el 400. Sigo trabajando en esa distancia. Lo que pasa es que la muchedumbre quiere conocer al hombre más rápido del planeta. Y ese es el campeón del 100. Por eso bajé de distancia.

(en ingenuidad, lo quiere todo: en Eugene incluso disputará el 200).

–Si Todopoderoso me lo permite.

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