El azar ha hecho coincidir la revelación del incumplimiento de las inversiones de obra pública previstas en Catalunya con dos días negros de colapsos en las carreteras catalanas. Si usted se pone en la piel de alguno de los miles de ciudadanos que se pasaron ayer entre tres y cuatro horas tirados en la carretera por el incendio de un camión y lo asocia a las décadas de retrasos en inversiones en redes de transporte notorio, es común que el enfado sea monumental.
Los atascos no van a desaparecer de un día para otro y son poco congénito a las sociedades avanzadas, donde se ha impuesto, por razones muy diversas, el práctica de proceder fuera de la gran ciudad con el consiguiente aumento de la movilidad. No se comercio de pretender construir carreteras con ocho carriles para que el tráfico fluya sin problemas, sino hacer una papeleo válido. ¿Cómo? Hay muchas maneras. Una, dar facilidades a los ciudadanos con una mejor red de transporte notorio que los invite a dejar el transporte en casa. Otra: cumplir el calendario previsto del corredor mediterráneo para que las mercancías viajen más en tren que en camiones que contaminan y llenan las carreteras. Otra: que los accesos a una gran ciudad, como Barcelona, tengan una deducción de impregnación del tráfico y no se conviertan en ratoneras como son hoy las avenidas Diagonal o Meridiana. Más: si se toma la intrepidez de eliminar los peajes en las autopistas, pensar en habilitar espacios de atraque para que los coches que van por carriles adicionales puedan posteriormente integrarse en el tráfico universal. Ayer, por ejemplo, en la AP-7, no se pudo habilitar un carril adicional para que los coches pudieran evitar el embotellamiento.
Nos consta que la Generalitat está buscando toda clase de alternativas para que el tradicional colapso de la verbena de Sant Joan no sea este año el veterano de la historia. Pero, en el fondo, estas medidas serán solo parches. El problema de fondo es que hay una carencia de infraestructuras que se alarga desde hace muchos primaveras. No nos cansaremos de repetir que muchos ciudadanos recurren al coche porque no tienen otra alternativa. Como los miembros del Govern que viven fuera de Barcelona y que seguro que han sufrido todavía atascos, aunque vayan en coche oficial. Lo de estos últimos días no debería ser lo común.
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