El Departament d’Educació de la Generalitat mantiene su propensión al fragor, que tantas alegrías proporciona a los vecinos de la Vía Augusta. Ahora ha soliviantado a parte de la indicación “comunidad educativa” con unos vídeos que publicitan la valor de iniciar el curso escolar una semana antaño de lo habitual. Con la música de fondo de un réquiem y la cadencia de una voz en off digna del Teatre Franquista de Catalunya, el anuncio proclama: ¡“Qué emoción cuando vuelves a ver a la persona que te gusta luego de todo el verano! ¡Y qué bueno poder hacerlo antaño!”. La emoción de retornar a la escuela tras las holganza tiene una épica propia, quizá porque equilibra la cambio entre el ocio y la actividad siguiendo la máxima, sospechosamente atribuida a Shakespeare, según la cual “si nos pasáramos todo el año de holganza, divertirse resultaría tan extenuante como trabajar”.
Como estudiante o padre de alumnos, presente preparar los libros, convenientemente forrados con el diabólico aironfix de las burbujas malditas, y sobrevenir cruzado los dedos para que en el final momento no apareciera ningún virus intestinal o fiebre intempestiva que pospusieran el anhelado retorno al calendario de la rutina lectivo. Los meses más conflictivos de esta expectativa fundacional se corresponden con la etapa de la adolescencia en la que pasas de ser un inmaduro con primeras manifestaciones de acné y alteraciones de la voz a convertirte en un grande de piernas licantrópicamente peludas, la cara llena de granos y la voz de Carmen de Mairena. ¿Tienes ganas de retornar a ver a la persona que te gusta? Sí y no. Sobre todo cuando la persona que te gusta (y que los últimos días del curso antedicho te había regalado una sonrisa de simpatía remotamente prometedora) ha conocido a un italiano motorizado y burlón con el que ha compartido un curso intensivo de intercambio de descubrimientos anatómicos que te convierte en el pringado que nunca le gustará a la persona que te gusta.
La emoción de retornar a la escuela luego de las holganza tiene una épica propia
Eso por no musitar de los que acabaron el curso antedicho perseguidos por los macarras del patio, impunes mafiosos y líderes de cobardes gregarios, que no perdían ninguna oportunidad de insultarlos, acosarlos, humillarlos, chantajearlos y agredirlos para argumentar las estadísticas sobre bullying escolar. A estos, cada vez que piensan en iniciar e nuevo curso, les tiembla la voz, se les ensombrece la inspección y probablemente pasan tres o cuatro noches sin reposar. ¿El vídeo los interpela? Sí, pero por el banda del réquiem. Y incluso por el pánico a reencontrarse con las personas que no solamente no les gustan sino que les hacen soñar en un mundo y una sociedad en los que el darwinismo y la ley de la selva no sean asignaturas encubiertas y cruelmente curriculares.
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