En Barcelona, a finales de los primaveras noventa, cuando empezaba el auge de los recitales de poesía, de vez en cuando aparecía una figura que para los legos no era conocida, pero al mismo tiempo se distinguía a menudo. Un día le preguntaron a Eduard Escoffet –uno de sus principales instigadores, con un pie en el underground– quién era: “Es Guillem Viladot, uno de los primeros poetas visuales”. El nombre era abierto y, ciertamente, la poesía quizá era en ciertos ambientes su obra más adecuado entonces, recogida tanto en volúmenes sueltos como en la obra completa que había publicado Columna en cuatro volúmenes (Pagès Editors se haría cargo más delante el botellín), pero sus novelas no estaban tan presentes.
En todo caso, el centenario de Guillem Viladot (Agramunt, 1922-Barcelona, 1999) da la oportunidad de hacer presente su obra como conjunto con iniciativas como la exposición del Espai Volart de la Fundació Vila Casas, el epistolario con Josep Vallverdú (Pagès), la reimpresión de obras –Memòria de Riella, Pagès– o incluso inéditos rescatados como el Somni d’un apotecari d’estiu (Comanegra), con prólogo de Joan Todó. Y asimismo, cómo no, con la aparición de una semblanza: El silenci de l’angle. Guillem Viladot o el desfici pel jo (Fonoll), de Teresa Ibars.
A raíz del centenario de Viladot, Comanegra ha publicado ‘Somni d’un apotecari d’estiu’, con prólogo de Joan Todó
En el manual, Ibars –adicionalmente de escritora, jefa del archivo de la Diputació de Lleida– traza un retrato de Viladot muy personal, en el que la trayectoria del escritor de Agramunt se mezcla con la suya propia y le sirve para retratar una Lleida alternativa, incluso con personajes que aparecen tangenciales en su obra como el punk El Ruso –o inexistentes, como la transexual Cleo–, que permiten al profesor hacer una inmersión en el mundo del escritor.
Ibars justifica que en el manual no se detiene tanto a platicar de sus libros de poesía porque le pareció que “en las novelas Viladot se explica más a sí mismo”, pero al mismo tiempo “básicamente es un poeta siempre y utiliza las técnicas poéticas en toda su obra, y lo mezcla todo alternando lenguajes y formas diferentes en una indisciplina que es muy característica”.
Para ella, que durante primaveras ha viajado a la Fundació Guillem Viladot-Lo Pardal –en sí misma una gran instalación poética– de Agramunt para poner orden en el archivo, “el hecho de ser periférico premeditadamente, la indisciplina y causar una cierta incomodidad como personaje” son factores que quizá desdibujaron su obra una vez él falleció. Pero eso está cambiando, primero con la entrada en Lo Pardal de Pau Minguet como director en el 2018 y ahora con la celebración del centenario, “aunque a la Generalitat no lo haya decretado oficial, pero en Agramunt, en Lleida y en muchos lugares del país se está celebrando mucho: es la implosión Viladot”.
El silenci de l’angle, adicionalmente, no es la santoral que algunos habrían esperado, puesto que no evita los puntos oscuros, porque Viladot empezó colaborando sin problemas en medios franquistas locales, como la revista Ciudad, un hecho que Ibars justifica por su penuria de escribir y ser escuchado, y muestra su desarrollo cuando pasa primero a la más progresista Cultivo, donde un artículo sobre Rafael Alberti, entonces innombrable, le hace caer la censura encima y le prohíben propagar en Lleida. Progresivamente se ve cómo aquel farmacéutico por tradición abierto –trabajo que le permitió crear sin pensar en salir a finales de mes– toma posiciones cada vez más experimentales y atrevidas, y la autora se adentra en la interpretación de sus novelas como refleja de su vida, a la vez que asimismo pone sobre la mesa las relaciones intelectuales que tuvo con artistas como Leandre Cristòfol o escritores como Joan Sales. Todo un mundo de relaciones humanas que descubre un Viladot íntimo y general.
Ibars incluso se permite, al final, propagar unos relatos suyos escritos sobre y durante la pandemia con unos estilos inspirados por el escritor, unas Distopies viladotianes que asimismo suman y completan el retrato.
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