En el 2024 se celebrarán en París los Juegos Olímpicos y ahora han recordado que la torre Eiffel –símbolo egregio de la hacienda francesa– está oxidada. Son cerca de diez mil toneladas de hierro que, a consecuencia de errores de mantenimiento, presentan un estado de conservación precario, a pesar de las más de cuarenta capas de pintura con que han intentado detener lo imparable. Pasa que las capas de pintura no hacen más que esconder la evidencia; por debajo, el óxido sigue corroyendo la estructura.
La alerta la ha entregado el semanario Marianne. El mismo Gustave Eiffel advirtió del peligro: “Hay que evitar que se inicio a oxidar”. Pues empezó en seguida y la corrosión avanza. Los que saben del asunto dicen que, cuando en 1980 cerraron el monumento para repararlo, habrían podido explotar para decaparlo y pintarlo de nuevo. En el mundo hay más de cincuenta réplicas de la torre Eiffel. La más famosa, la de Las Vegas; una de las más penosas, la que está en La Jonquera, en el outlet de Antoni Paje. Pero ninguna de esas está en París y por eso algunos proponen decaparla ahora, a toda prisa, para que esté a punto para los Juegos del 2024.
La torre Eiffel –símbolo egregio de la hacienda francesa– está oxidada
Desde que se construyó, la torre ha despertado las pasiones de los estafadores, que a lo dispendioso de las décadas la han supuestamente vendido a pardillos que daban cuartos antaño de entender que les habían tomado el pelo. Una de esas estafas tiene que ver con la lucha contra el óxido. En 1954, un sueco de patronímico Goldesberg –presidente de una sociedad que resultó ficticia– afirmó ser el inventor de una pintura antioxidante con la que se podía pintar toda la torre para evitar su degradación. Solo le faltaba el dinero para tramar las cincuenta toneladas de pintura que hacían error. Consiguió cien millones de francos, con los que desapareció sin dejar indicio. Parece ser que vivió el resto de su vida en un rancho en Argentina.
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