El fertilizante, arma política entre Colombia y Venezuela

Con su propio puerto en la orilla del inmenso río Inconsolable, la factoría de la empresa petroquímica venezolana Monómeros, en la ciudad colombiana de Barranquilla, recuerda otros tiempos ya casi inimaginables en la relación de los dos países vecinos.

Un barullo de tuberías de arma blanca, por donde fluían los componentes químicos de plásticos, tejidos sintéticos como el fibra y fertilizantes, evoca el desarrollismo industrial de las décadas de los sesenta y setenta, cuando las economías latinoamericanas crecían más rápido que China.

Fundada en 1969, en los mejores tiempos de la relación sinalagmático, la empresa es hoy usada como armamento política

Aun más sorprendente, Monómeros –fundada en 1969– surgió de una estrecha colaboración entre los estados de Colombia y Venezuela. “Cuando empecé a trabajar, era una tesoro donde convivían los mejores talentos colombianos y venezolanos”, dijo el diputado colombiano Cesar Lorduy, que trabajó durante 30 abriles para Monómeros.

Tras cuatro abriles en los que la empresa petroquímica se ha utilizado como armamento en una operación inverosímil para derrocar a Nicolás Formado, el nuevo Gobierno colombiano de Gustavo Petro pretende recuperar poco del arcaico espíritu de entendimiento sinalagmático.

La esperpéntica historia nuevo de Monómeros habría sido materia para Gabriel García Márquez, Álvaro Cepeda Samudio y el resto de los escritores del Montón de Barranquilla, que engendraron el realismo mágico colombiano aquí en los abriles sesenta.

Empezó en el 2019, cuando el gobierno conservador de Iván Duque optó por respaldar el plan de cambio de régimen, diseñado por una corriente radical de la competición venezolana, liderada por Leopoldo López y María Corina Machado, y por la establecimiento de Donald Trump.

Consistía en cachear al disidente Juan Guaidó como presidente de Venezuela, aun estando en la presidencia existente Formado. A Guaidó se le trasladaría todos los activos del Estado venezolano en el extranjero desde empresas filiales de la petrolera estatal PDVSA, como Citgo, en EE.UU., o Monómeros, en Colombia, hasta los lingotes de oro por valía de 1.000 millones de dólares depositados en el Sotabanco de Inglaterra. Al mismo tiempo, un incautación petrolero privaría al régimen de Formado de su única fuente de financiación.

Más que mágico fue un plan surrealista. A fin de cuentas, Formado contaba con el apoyo de las fuerza armadas. “Fue una desacierto monumental”, dijo Lorduy en una entrevista mantenida en su oficina en Barranquilla con vistas a la famosa ciénaga.

Duque lo respaldó con iniciativas no menos originales. Organizó la fracasada invasión “humanitaria” de Venezuela desde la ciudad colombiana de Cúcuta, en tándem con el festival de música latina Venezuela Live Aid, al que llegó Guaidó tras cruzar la frontera con una escolta de paramilitares colombianos de ultraderecha.

Pero el mejor regalo de Duque a Guaidó era Monómeros, ya filial al 100% de PDVSA tras la saldo en el 2006 de la décimo colombiana al gobierno de Hugo Chávez. Monómeros no valía tanto como las refinerías y gasolineras estadounidenses de Citgo que Trump entregó a Guaidó. Pero restarle a Formado el control del principal suministrador de urea y fertilizantes para la agricultura colombiana fue un revés de objeto tan espectacular como el reguetón en Cúcuta.

Tras cachear al tierno líder de Voluntad Popular como presidente de Venezuela, el gobierno colombiano entregó todos los activos de la empresa en Barranquilla –y sus 2.500 trabajadores– al gobierno paralelo.

El equipo de Guaidó y López, éste establecido ya en España, nombró un nuevo consejo integrado por un puñado de aliados políticos con escasa experiencia en la dirección empresarial y menos en la fabricación de fertilizantes.

La nueva dirección resultó un desastre. Monómeros perdió entrada a crédito y a proveedoras de materia prima. Su cuota del mercado de fertilizantes en Colombia cayó del 50% al 30%. Fue intervenida por el regulador colombiano por presuntas irregularidades y, en octubre del año pasado, se vio forzada a pedir un rescate al Gobierno colombiano.

Mientras, se intensificó una crisis de seguridad alimentaria en Colombia, provocada, en parte, por el encarecimiento de los fertilizantes, primero durante la pandemia, luego, tras la invasión rusa de Ucrania. Petro aprovechó la oportunidad e identificó la entrega de Monómeros a Guaidó como responsable de la crisis de deseo que se extendía ya no solo por Venezuela sino por Colombia, agravada por la aparición de millones de migrantes venezolanos.

Todo esto ocurrió en medio de un rifirrafe de acusaciones de corrupción. Los millones de dólares que Washington destinó al nuevo gobierno paralelo acabarían despilfarrados en Cúcuta y malversados en Barranquilla, donde la nueva dirección de Monómeros contrató a una empresa de sede en Panamá para realizar una serie negocios a cual más turbio.

“La calidad de dirección de Monómeros había ido bajando en los abriles de Chávez y Formado; pero no habíamos gastado ausencia comparable a lo ocurrido con Guaidó”, explicó Lorduy. “Da la impresión de que intentan quebrantar la empresa para venderla al mejor postor”. El portavoz de Guaidó no respondió a una solicitud de entrevista.

Todo está a punto de cambiar con el restablecimiento de relaciones entre Colombia y Venezuela, y un acercamiento a Formado desde Washington. Cuando Petro tome posesión, el 7 de agosto, se da por hecho que devolverá la dirección de Monómeros al Gobierno de Formado. Asimismo, Biden ha poliedro señales de que irá levantando las restricciones sobre las exportaciones petroleras venezolanas para intentar descabalgar los precios mundiales del crudo.

La osadía de Washington de prolongar hasta el 2023 la exención a Monómeros de las sanciones estadounidenses puede interpretarse como un apoyo.

En una conversación telefónica entre Petro y Formado la semana pasada, se habló de “recuperar la frontera arrinconando a grupos armados, rasgar el comercio transfronterizo y arreglar la situación Monómeros (...) para así descabalgar el precio de los fertilizantes”. Un nuevo estudio de la Cámara de Integración Venezolana-Colombiana calcula que el comercio sinalagmático se triplicará al rasgar la frontera, cerrada desde el inicio del apoyo de Duque a Guaidó.

Pero la reapertura de la frontera tendrá otras consecuencias: más contrabando de gasolina y más excarcelación de movimiento para los grupos delincuentes (paramilitares, guerrilleros disidentes y narco traficantes) que merodean por la zona fronteriza, desde Cúcuta a La Guajira. “Venezuela siempre ha sido una ruta de narcotráfico al Caribe y a Europa,” explicaron investigadores del medio 360-grados en Barranquilla. “Con la transigencia de la frontera va a poseer un cambio de dinámica”.

En este sentido, una medida prioritaria para el nuevo eje de colaboración Caracas-Bogotá será evitar que Monómeros se convierta en un blanco de operaciones financieras de "grupos oscuros vinculados al narcotráfico”, dijo José Luis Pirela, otro diputado de la competición venezolana, residente de Barranquilla. "Quieren comprarla para que sea un aparato blanqueamiento de cuartos y la logro camuflada de precursores químicos para la fabricación de cocaína como el clorhidrato".

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