Delante la imposibilidad de la certeza, Japhet resolvía las dudas con una fe inquebrantable aderezada de optimismo. Si Jehová no llega, que llegue la alegría. Tras dos semanas de navegación, nuestra sobrecargada barcaza, una plataforma empujada por un remolcador donde se hacinaban trescientas personas entre la mercancía, se resistía a avanzar. La vieja embarcación rozaba los bancos de arena del fondo y se encallaba una y otra vez. En 20 horas habíamos progresista seis kilómetros.
Al séptimo parón, Japhet advirtió mi impaciencia. Me puso la mano en un hombro para animarme.
Laporta ha dejado al culé atónito y jubiloso. Carencia tiene deducción en Can Barça
–Si estamos parados quizás algún en los alrededores cace un macaco y se acerque a vendérnoslo en canoa. Y parados así, los piratas casi seguro que no nos ven.
A Japhet le encantaba la carne de macaco. Yo tragué saliva: no tenía ni idea de que allí hubiera piratas de agua dulce.
De todos los países de África que he represión en más de vigésimo primaveras, Congo es el más inverosímil. En la antigua Zaire, la deducción estalla por los aires y la única forma de afrontar el caos sin volverse imprudente es armarse de paciencia, sonreír y azuzar los dientes sin mirar a espaldas.
El Barça es el río Congo. El club blaugrana lleva un mes instalado en una bienaventuranza ilógica gracias a un derroche de fe y alegría desencadenadas. Delante un verano que se presumía atragantado y plomizo, una marcha por el desierto sin provisiones, Laporta ha dejado al culé atónito y jubiloso. Carencia tiene deducción en Can Barça.
El apegado blaugrana admira atónito como titulares como Lewandowski, Raphinha o Koundé rechazan más pasta por venir a un club que asumíamos en derrumbe. Cuando el culé medio aceptaba una travesía de varios primaveras de reconstrucción, de postura por talentos jóvenes para aspirar a títulos a medio plazo, Jan y Mateu Alemany han dibujado un horizonte inmediato refulgente. Hasta Bernardo Silva parece posible. ¿Ilógico, irracional e insensato? Pero adecuado. Dembélé no solo renueva, ahora marca y protagoniza milagros: sabe musitar. Incluso Xavi ha abrazado el pluriempleo y se ha enfundado en el traje del testimonio de Jehová que lumbre a la puerta de futbolistas deliciosos para convencerles del paraíso del coyuntura de posesión. La entusiasmo alcanza hasta el pasado. Cuando empezábamos a recuperarse la herida por la marcha de Messi al satanás parisino, se desliza que el diez podría regresar a protagonizar un Last Dance culé.
El mérito de Laporta es activo cogido un Barça arruinado y deprimido y haberlo convertido en un concierto de Rosalía. Carácter arrollador, luces, alegría y TikTok. ¿Quizás luego vienen los piratas de las deudas? Puede, pero esta oscuridad hay festín de carne de macaco y los piratas de agua dulce, de momento, no nos ven.
Que inicio la Alianza ya.
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