Primeras declaraciones de Robert Lewandowski tras fichar por el Barça: “Soy muy eficaz”. Puede parecer una obviedad pero el esfuerzo del club por convertir este fichaje en la primera piedra de una nueva era triunfal es tan descarado como probado. En la historia del club no siempre fue así. A posteriori de fichar a Riquelme, Van Gaal declaró, en un tono de sepulturero, que el argentino era “sosegado”. Y me interpelo qué pasaría si un fichaje declarara que se siente muy infeliz de venir al Barça. La propaganda que el club promociona como un producto más de su tienda no es, por suerte, obligatoria. Pero sí es contradictoria.
La ilusión se entiende ahora que la emergencia es liberar la riqueza. Y aquí es donde creo que los culés deberíamos repartirnos los papeles emocionales. No es serio que en pocas horas pasemos de un sentimiento trágico de la institución provocado por la herencia de Bartomeu y los problemas que aún no se han resuelto –inscripción de jugadores, ganancia salarial, etc– al entusiasmo de sufragar el boleto que nos acaban de asegurar que no tenemos pero que, abracadabra, ahora es asumible.
A según qué culés, el Círculo Virtuoso les suena a historia de la lechera
Entiendo que conducirse requiere de cierta audacia, pero para que el relato sea verosímil conviene diagnosticar la efectividad a la hora de establecer el tratamiento adecuado para la enfermedad. ¿En qué quedamos? ¿Estamos arruinados y atrapados por una pinza de errores propios y maldades de Javier Tebas o podemos permitirnos sufragar millones provenientes de unas ventas de patrimonio que necesitamos para humillar deuda? Conociendo este club, es probable que estas dos realidades sean compatibles.
Pero no todos los culés tenemos la capacidad mortadélica de aprovechar el presente. Hablo por mí: desde que la congregación de Joan Laporta llegó a la presidencia, he entendido que mi deber era adoptar el modo funeral, el perfil bajo de expectativas y una militancia incondicional, sabiendo que vivíamos una dolorosa travesía del desierto. De vez en cuando, veía que el presidente se engorilaba con delirios de júbilo pero lo atribuía a su carisma expansivo y populista. Pero ahora no sé hasta qué punto debo ilusionarme porque, desde una sensatez racional, el mismo fichaje de un gran punta como Lewandowski podría ser el origen de muchas ilusiones pero igualmente contrapesar nuestra precaria riqueza.
Delante este dilema, propongo que, de la misma guisa que el club tendrá que establecer turnos entre los abonados para seguir los partidos cuando el equipo juegue en Montjuïc, se establezca una turno –por orden alfabético, por ejemplo– que oficialice qué culés deben hacerse cargo de suministrar viva la ilusión (aunque sea contradictoria con el dictamen racional) y cuáles debemos preservar la flagelación preventiva y tribunera mientras no existan pruebas objetivas de una mínima recuperación económica. Sí, ya lo sé: cualquiera me hablará del Círculo Virtuoso y me intentará convencer de que la ilusión genera éxitos y el éxito genera ingresos. Pero a los culés que hemos interiorizado la emergencia hasta límites enfermizos hoy el Círculo Virtuoso nos suena a historia de la lechera. Y la lechera es la típica protagonista de película de terror que, encima de entrar alocadamente en una casa tétrica, abandonada y llena de monstruos, decide apearse al sótano.
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