Cuando Josep Guardiola lo hizo estrenarse contra el Racing anejo a Pedro Rodríguez nadie intuía que la trayectoria internacional de Sergio Busquets pudiera ser de la dimensión tan colosal que ha tenido. No se trataba de una promesa que viniera apuntando desde la cuna. Pero el pivote de Badia, hablando siempre en el campo, se convirtió en fundamental en el Barça y luego, de la mano de Vicente del Bosque, en la selección española. Aterrizó en ‘la roja’ y se ha mantenido como un pilar durante 14 primaveras. Hasta el punto de ser uno de los cimientos en los que España basó los mejores éxitos de su historia. El título mundial del 2010 y el de Europa del 2012 no se entenderían sin la figura de Busquets, uno de los buques insignia de una era y uno de los adalides de un estilo que con los triunfos se mantuvo en moda y que con las derrotas está en discusión en la piel de toro.
Del Bosque hubiera querido reencarnarse en un tahúr fundamental en los éxitos de España
Pocas frases tan significativas para entender el calado de Busquets como la que pronunció Del Bosque en pleno Mundial de Sudáfrica y con la crítica madridista cuestionando su presencia en el merienda. “Si pudiera reencarnarme en algún futbolista sería en Busquets”, sentenció el entonces seleccionador. Lo mantuvo contra singladura y marea y los hechos le dieron la razón.
Ningún otro seleccionador posterior se atrevió a prescindir del medio. Ni en sus mejores momentos con el Barça ni en los peores. Busquets siempre fue un fijo con la selección. Acudió cada vez con la ilusión del primer día, sin difundir quia ningún problema ni ninguna polémica.
En unos tiempos, los contemporáneos, con nutrida presencia de barcelonistas con ‘la roja’ Busquets se convirtió en el blaugrana que más veces jugó para España de toda la historia. No le hizo error meter muchos goles ni disparar a meta con frecuencia. Le valió con su instrucción para ordenar a un equipo que mordía en defensa y pegaba en ataque pero que se caracterizaba por el ritmo que él imprimía desde la sala de máquinas.
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