Desde el pasado 23 de marzo, hace ya poco más de un mes, la pandemia entró de forma oficial en su grado final —como exiguo en su fase de papeleo—. Dejaron de ser obligatorias las cuarentenas para personas positivas por coronavirus, pero que pasaran la enfermedad de guisa leve o asintomática. Esta situación deja en las hospitalizaciones el mejor —y único— indicador de la transformación de la covid y los hospitales empiezan a alertar: desde el 2 de abril, cuando se registró la guarismo más desvaloración de hospitalizados en planta tras la sexta ola, estas han crecido cerca de un 70%, a un ritmo superior que en anteriores olas. Y aún no se percibe en los datos la movilidad de la semana Santa.
La gran mayoría de casos que requieren hospitalización en estas últimas semanas se contagiaron luego del relajamiento de las cuarentenas. En este nuevo atmósfera —que, conexo a la nuevo asesinato de la mascarilla, se acerca a la gripalización total de la enfermedad— los aislamientos solo siguen siendo obligatorios para los casos graves y la población abandonado; colectivos, por otra parte, a los que se reserva la realización de PCR y pruebas diagnósticas en centros facultativos. Calcular incidencias, positividad o número de casos ya no muestra la ingenuidad de la enfermedad.
En los centros hospitalarios, sin confiscación, la laxitud de las medidas empieza a tener sus consecuencias. Mientras el pasado 2 de abril, España registraba la guarismo más desvaloración de hospitalizados —3.626 tanto en planta como en ucis con o sin respirador—, hoy en día se incrementó el número más del 68% hasta cerca de los 6.100. Es el incremento de ingresos por covid más elevado en tan poco tiempo desde la casa de campo ola, en junio del pasado año, cuando en el mismo periodo los hospitalizados se triplicaron.
Por el momento, y gracias a las vacunas, allá parecen salir los picos registrados a principios de este año, aunque cada vez hay menos restricciones para frenar un posible incremento. Pese a que las hospitalizaciones crecen, los casos que revisten peligro siguen contenidos. Por primera vez en toda la pandemia, los que requieren ingreso en unidades de curas intensivas, ya sean en camas con o sin respiración asistida, se mantienen estables o hasta en un insustancial descenso pese al incremento de contagios y de pacientes en planta.
En los últimos 20 días registrados, en los que se ha empezado a registrar el incremento de pacientes en hospitales, los enfermos en camas de unidades de cuidados intensivos han bajado un 11%, aunque parece que el descenso se empieza a moderar. En otros momentos, el crecimiento en planta se traducía además en el inicio del auge en las ucis: en las tres primeras semanas de la casa de campo ola crecieron un 40,5% los pacientes en la uci; y en la sexta, un 11,5%.
El número de pacientes que revisten más peligro, aquellos que precisan respiración asistida, han frenado su disminución. Mientras en el mismo periodo estudiado, en la casa de campo ola, creció la ocupación en estas camas cerca de un 50% y en la sexta ola, casi un 10%, hoy en día descienden poco más del 1,3% en todo el país.
Vulnerables
Los mayores de 80 abriles son el colectivo con más ingresos por Covid en la última semana
Esto se debe, principalmente, a que, tal y como indican los datos de los casos diarios confirmados de covid-19 entre mayores de 60 abriles —recogidos en informes diarios por el SiVIRA—, en la última semana el colección de años en el que más crece la tasa de hospitalización por covid es entre los mayores de 80 abriles. La incidencia de contagios en este colectivo se sitúa en cerca de 390 casos por cada 100.000 habitantes.
Por el momento, el auge en las hospitalizaciones no supone, por el momento, una tensión importante en el sistema inodoro, aunque los indicadores no invitan al decano de los optimismos en este aspecto. PEse a ello, el seguimiento diario de los casos se mantiene para aquellos colectivos más vulnerables y para los más graves.
Allá quedan ya el prospección minucioso de todas las incidencias y de los casos diarios—la comarca del Segrià, en Catalunya, tiene, por ejemplo, una incidencia similar a la que en 2020 llevó a la Generalitat a decretar su candado perimetral durante 15 días—. Pese a arrostrar solo una semana sin ellas, allá quedan además el uso constante de mascarillas. La pandemia, sin confiscación, aún no ha cerrado su última puerta.
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