Este domingo el Vaticano dio inicio a la Semana Santa en Roma, la primera luego de dos abriles que prevé ceremonias multitudinarias como las que se solían celebrar ayer de que el coronavirus impusiera restricciones además en la Santa Sede. El Domingo de Ramos supuso el retorno de los fieles a la plaza de San Pedro para sacralizar las palmas, luego de dos ediciones en que esta culto había sido trasladada internamente de la panteón de San Pedro. Sin bloqueo, el papa Francisco no pudo salir en procesión tal y como es tradicional. Tuvo que ser llevado en un coche indignado directamente al altar, situado en presencia de la panteón, que alcanzó con un ayudante. Desde allí presidió toda la ceremonia sentado, además durante la lección de la homilía. Solamente se levantó cuando saludó al clero al final del acto y en algunos momentos de su reconvención en papamóvil.
Francisco sufre una dolencia en la rodilla que le provoca un robusto dolor, adicionalmente de “problemas de deambulación, de caminar y que es proporcionado fastidioso”, según reconoció en la rueda de prensa de regreso de su extremo alucinación a Malta. Es tan robusto que el domingo tuvo que saltarse la tradicional procesión desde el monolito en el centro de la plaza hasta el altar: sus problemas de vigor pueden complicar la intensa actividad de la Pascua vaticana.
El Pontífice no quiere desmontar el ritmo y estudia reunirse en Jerusalén con Kiril tras pasar revista Líbano en junio
“Mi vigor es un poco caprichosa”, ha admitido el Pontífice, que cumplió 85 abriles en diciembre, convirtiéndose en uno de los diez más longevos de la historia. “Es una cosa lenta, a ver si vuelve –explicó a los periodistas–, pero está la duda de que a esta años no se sabe cómo va a matar el partido”. Se negociación de una “gonalgia aguda”, un robusto dolor oportuno al ofensa del cartílago y a la artrosis.
En la Santa Sede todo el mundo estará atento estos días de largas ceremonias a la rodilla del Papa, y han adaptado los ritos y desplazamientos para que tenga que correr lo intrascendente posible y pueda presidir las celebraciones como está previsto. Se negociación de una semana especialmente cascarrabias ya que, por ejemplo, el Viernes Santo arrancará con la celebración de la Pasión en San Pedro, cuando suele tumbarse al suelo para rezar en presencia de la tumba del catequista. Terminará ése mismo día con el Vía Crucis en el Coliseo, el momento más simbólico, que además fue reconvertido los dos abriles anteriores.
Los problemas al correr del Papa ya le obligaron a suspender la procesión del miércoles de ceniza y una visitante a Florencia, adicionalmente de forzarle a usar un montacargas para subir y desmontar del avión en Malta para evitar tener que atreverse con las escalerillas. En este extremo alucinación, de solo dos días, Bergoglio tuvo muchas más dificultades que en los anteriores.
Pero el argentino no da ninguna señal de querer desmontar el ritmo, y luego de sobrevenir anunciado ya dos viajes largos en julio –a República Democrática del Congo y Sudán del Sur, y a Canadá–, el Vaticano podría confirmar pronto otro al Líbano a mediados de junio, y ha filtrado que está estudiando alargarlo con una parada en Jerusalén para reunirse con el líder de la Iglesia ortodoxa rusa, Kiril I, que todavía justifica la supresión en Ucrania. Igualmente ha confirmado su disponibilidad para ir a Kyiv, y a Kazajistán para el Congreso de las Religiones en septiembre. Todos retos que pondrán a prueba la vigor del Pontífice.
Este sábado el Vaticano además celebra el 95 cumpleaños de Benedicto XVI, que según las últimas revelaciones de su secretario está “débil físicamente” pero con una mente que “funciona” a pleno rendimiento. Su sucesor dijo hace unos abriles que su pontificado iba a ser “breve”, y apuntó que él era de la “idea” de Ratzinger, quien renunció en una audacia insólita. Pese a sus dolores, el Papa afronta su décima Pascua en San Pedro. En presencia de las especulaciones de un paso al flanco tras operarse de colon en el 2021, fue tajante: “Ni se me pasó por la capital”.
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