La fotógrafa de la mafia, Letizia Battaglia, fallece a los 87 años

El miedo no tiene rostro, ni color, ni tiene por qué hacer ruido. Perfectamente lo saben las víctimas que la mafia ha dejado a su paso durante décadas, tan perfectamente como lo sabía la fotógrafa italiana Letizia Battaglia, que dedicó su carrera a retratar los horrores de Cosa Nostra, la mafia siciliana, con una examen que se apagó este miércoles en Palermo (Sicilia) a los 87 abriles.

Suyas son muchas de las imágenes que reflejan el día a día de quienes vivían bajo el prisión mafioso durante los abriles de plomo de los 70 y 80, un huella de raza y cadáveres que la que fue primera mujer fotógrafa en un diario italiano, L'Ora de Palermo, retrató envueltas en el silencio y la quietud de quienes sufren por internamente, con el miedo a ser los siguientes de la inventario. Un miedo que Battaglia compartió no pocas veces, situada en el punto de mira de aquellos que, cínicamente, se llamaban a sí mismos "hombres de honor"

Convertida en un icono en su Palermo nativo, su vida y su obra fueron las protagonistas de Shooting the Mafia (Disparando a la mafia), un documental dirigido por Kim Longinotto y presentado en 2019 en la Berlinale, en el que se contaba la violencia de la mafia y cómo la captó en sus disparos.

"La violencia continúa, la pobreza continúa, y los niños continúan muriendo en estúpidas guerras", afirmó Battaglia en el 2019

Las imágenes de los históricos brío de varios capos de la ordenamiento criminal, los cadáveres de sus víctimas en el suelo con el rostro cubierto y un charco de raza a su flanco se entremezclan con las fiestas de la ingreso sociedad de Palermo o rostros felices de niños en la calle. "La fotografía no cambia nulo" afirmó Battaglia con amargura en una entrevista concedida al Guardian en el 2019 donde repasaba sus 40 abriles de carrera. "La violencia continúa, la pobreza continúa, y los niños continúan muriendo en estúpidas guerras".

Olvidaba tal vez la fotógrafa que una de sus imágenes sirvió para vincular con la mafia al primer ministro Giulio Andreotti, cuando fue retratado conexo al mafioso Nino Aparte, a quien el lídee de la Democracia Cristiana había inútil conocer. Suya todavía es la foto de Giorgio Mattarella, contemporáneo presidente de la República italiana, sacando del coche a su hermano muerto Piersanti, entonces presidente de la región Sicilia, posteriormente de un atentado de la Cosa Nostra en 1980. 

Pero en su obra todavía ocupaban un superficie importante la familia corriente de Sicilia, con un superficie preferente para los niños y las mujeres. De Battaglia siempre se destacó cómo en sus fotografías recogía el drama y el dolor, pero siempre desde el respeto, allá del sensacionalismo y los clichés que envuelven el mundo de la mafia.

Sus imágenesvincularon con la mafia al primer ministro Giulio Andreotti, fue retratado conexo al capo Nino Aparte

"Soy una persona que ha nacido, ha vivido en un país de mafia", decía Battaglia en una entrevista a la agencia Efe. Un país que abandonó de pupila para recalar en Trieste, donde pasó su infancia y se casó con un hombre decano que ella con el que tuvo 3 hijos que se llevó con ella de regreso a Sicilia a comienzos de los 70, con la idea de dedicarse al periodismo. 

De formación autodidacta, Battaglia no empuñó una cámara hasta los 40 abriles, pero desde entonces no se separó de ella, renunciando a sus aspiraciones de hacer carrera como redactora periodística en el diario de izquierdas l'Ora. "Los fotógrafos me apartaban", recordaba de aquella época, "no me invitaban a sus reuniones pero no me importaba".

Más dura fue la renuncia a la seguridad, un paso que debía dar si quería retratar lo más anfibológico de la sociedad italiana.  "En medio de toda esta tragedia me enfrentaba al hecho de que yo hubiera preferido salir corriendo, no podía hacerlo y me quedaba allí", explicaba en el 2019, durante el estreno de Shooting the mafia. Sus imágenes exigían acercarse tanto a las víctimas como a los mafiosos, como el capo de la mafia Leoluca Bagarella, al que Battaglia fotografió durante su arresto en 1979, tan de cerca que el detenido logró darle una patada y tirarla al suelo.

Battaglia no empuñó una cámara hasta los 40 abriles, pero desde entonces no se separó de ella

Convertida en directora de fotografía de l'Ora, Battaglia se encargó de documentar toda la actividad mafiosa en Sicilia, un compromiso que la llevó a relacionarse con los malogrados jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, asesinados en 1992. Tanto era su afecto mutuo que no fue capaz de sacarles ninguna fotografía. Lo que sí hizo fue tomar el refrendador de su lucha contra la mafia, tanto con un breve paso por la política italiana, como  de la forma que mejor sabía: mostrando al mundo sus imágenes. 

Con este objetivo fundó, en el 2017, el "Centro Internacional de Fotografía de Palermo", un archivo histórico que reúne las instantáneas de más de 150 fotógrafos, profesionales y aficionados, que desean mostrar su visión pública franquista e internacional de la ciudad. 

A su trabajo se han dedicado numerosos libros, exposiciones y recibió numerosos premios como el “Eugene Smith” de fotoperiodismo.

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