Se afirma a menudo que el gobierno de China planea con décadas de adelanto, que piensa con cautela sus movimientos a derrochador plazo, mientras que las democracias dan bruscos golpes de timón y no saben qué hacer. Sin requisa, no se ven ahora mismo en Shanghái muchas señales de talento importante. Cuando el resto del mundo ya ha reabierto sus puertas, en esa ciudad hay confinados 25 millones de personas, encerradas en sus apartamentos y enfrentándose a una escasez de comidas y medicamentos que ni siquiera los censores chinos logran ocultar. La política de covid cero se ha convertido en un callejón sin salida del cual el Partido Comunista no va a encontrar una salida rápida.
Es uno de los tres problemas a los que se enfrenta este año China, inmediato con los fallos de la peculio y la erradicación en Ucrania. Quizás se piense que no están relacionados, pero la respuesta china a todos ellos tiene una raíz global: fanfarronería y arrogancia en notorio, obsesión por el control en privado y resultados dudosos. Las acciones de China, en división de ser producto del arte de administrar con el horizonte temporal del Emperador Amarillo, reflejan el sistema mandón de un Xi Jinping con problemas para dimensionar las políticas o confesar cuándo se ha erróneo.
En 2022
China afronta tres problemas: la covid, los fallos de la peculio y la erradicación en Ucrania
Para el presidente de China, este año todo tiene que seguir el línea establecido. Se prórroga que aproveche en otoño el congreso quinquenal del partido para iniciar un tercer mandato como mayor dirigente, con lo cual desafiará las normas que lo obligan a apartarse al lado de dos y abrirá la vía para un mandato perpetuo. Para que esa coronación se produzca sin problemas, China debe encontrarse en una situación de estabilidad y éxito.
En cierto modo, Xi ha triunfado. Los propagandistas pueden alardear de una tasa de mortalidad por covid-19 que es la más desprecio de todos los grandes países y de una peculio que ha crecido más que cualquier otra del G-20 desde 2018. Mientras Europa se hunde en la erradicación, China se mantiene apartada y segura, con un atarazana nuclear en crecimiento y con fuerza y monises para proyectar poder desde el Pacífico hasta el Caribe.
Sin requisa, si analizamos la situación más de cerca, el final año del Xi como político tangible revela tanto las debilidades como las fortalezas de China bajo su gobierno. Empecemos por la pandemia. Desde que se detectó el virus en Wuhan, China ha seguido una logística de covid cero. Las fronteras han permanecido cerradas durante dos primaveras, y la respuesta a los brotes han sido cuarentenas, pruebas masivas coercitivas y severos confinamientos. Desde el principio, los gobernantes chinos apostaron por un ciclópeo examen utilitarista que condujera a una vida sin covid para la mayoría a costa de la pérdida de libertades individuales, sufrimiento para los confinados y aislamiento doméstico.
Sin requisa, los brotes son cada vez más difíciles controlar. Encima de Shanghái, cinco provincias tienen confinamientos parciales, y Guangzhou ha cerrado sus escuelas. Hay al menos 150 millones de afectados. Tras conceder autonomía a Shanghái en la gobierno del confinamiento, Xi ha retomado el control. Y no hay logística de salida. El partido no ha preparado a la población para convivir con la covid, no ha vacunado a suficientes personas de años vulnerables ni ha utilizado vacunas occidentales más eficaces. Ahora tiene que nominar entre una nueva campaña de profilaxis con una oleada de salida que podría matar, según algunos modelos, a dos millones de personas y un aislamiento indefinido y repetidos toques de queda.
Esos confinamientos perjudican el crecimiento y amplifican el intento fallido de refundar la peculio. Xi ha pedido a los capitalistas chinos que sean menos depredadores y más autosuficientes. Ahora correctamente, en su intento de aplicar vagas consignas como la de una "prosperidad global", los celosos funcionarios han reafirmado el control estatal e intimidado a los empresarios de más éxito. El en tiempos remotos deslumbrante sector tecnológico se encuentra en una situación de cuidados intensivos; y, tras la bronca de regulaciones, las diez mayores compañías han perdido 1,7 billones de dólares en valencia de mercado. Los dueños de Alibaba y Tencent se ven reducidos a dar serviles muestras de obediencia y tienen prohibido expandirse en algunos ámbitos nuevos. En las últimas semanas, el partido ha intentado cambiar de rumbo. No obstante, los inversores globales desconfían. Esas diez mayores empresas tecnológicas están valoradas con un 50% de descuento respecto a sus homólogas estadounidenses.
En su división, China prórroga crear una nueva y seguidor concepción de startups que sigan los austeros objetivos del partido. Los documentos de registro apuntan a la creación de decenas de miles de esas empresas en ciudades del interior, supuestamente en la vanguardia de los servicios en la aglomeración, la robótica y la inteligencia fabricado. Por ahora, los inversores patrióticos las jalean, pero muchas de ellas son improductivas o son imposturas toleradas por funcionarios deseosos de cumplir los objetivos de ampliación específico. Un sector tecnológico donde los incentivos sean las subvenciones y el miedo, y que esté separado de un sistema de renta peligro cada vez más globalizado, tiene todos los números para quedarse sin cruzar la frontera de la innovación.
China prórroga crear una nueva concepción de startups que sigan los austeros objetivos del partido
El final problema tiene que ver con Ucrania y la política foráneo. Xi se ha puesto de costado de Rusia, de acuerdo con su creencia de que Poniente se encuentra en descenso. Sin requisa, parecido postura no carece de costes. Dañará aun más las relaciones con Estados Unidos y Europa, de cuyos mercados el país depende. China prórroga que Europa se distancie de Estados Unidos, pero la erradicación ha revitalizado la OTAN y la cooperación transatlántica en materia de energía. Es cierto que muchos países no quieren tomar partido entre Poniente y China y Rusia. Con todo, la diplomacia china de "guerreros lobo" está resultando contraproducente, porque los extranjeros se resisten a los insultos y las amenazas procedentes de Pekín. En los países ricos, la percepción pública de China se halla en su peor momento en dos décadas. Lo mismo ocurre en algunos países en ampliación, como la India, que teme la acometida de su vecino.
Subestimar a China es descabellado. Su gobierno centralizado permite la concentración de ingentes bienes en tareas estratégicas, desde la construcción de una armada hasta la supremacía en la fabricación de baterías. Tiene una opinión pública que puede ser movilizada. El gran tamaño del mercado doméstico permite a las compañías alcanzar economías de escalera sin salir al foráneo; y el potencial de beneficios siempre será una tentación para que las empresas globales quieran estar presentes y para que los gobiernos mercantilistas las apoyen.
Esos puntos fuertes siguen estando ahí. Sin requisa, el sistema de gobierno de China desarrolla nuevos defectos a medida que aumenta la concentración de poder. Los Estados autoritarios pueden hacer las cosas correctamente, pero no soportan confesar que se han erróneo. Cuanto más se exalte oficialmente la figura de Xi de cara al congreso del partido, decano será el categoría de adulación. Cuando los burócratas compiten por demostrar su celo, la delegación se vuelve menos eficaz; si los funcionarios temen susurrar, el mecanismo de feedback error. Una prueba de las perspectivas de China a derrochador plazo reside en su capacidad para cambiar de rumbo. De momento, si cualquiera cree que el encumbramiento de China es obligatorio, que contemple las calles desiertas de su decano ciudad y se pregunte si Xi posee el monopolio de la reflexión.
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Traducción: Juan Gabriel López Guix
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