Podría no deber sido la Sandy de Grease (1978), y el mundo se hubiera perdido una gala renombrado en una película de culto. Olivia Newton-John, que triunfaba como cantante desde principios de los setenta, no estaba segura de hacer de estudiante de instituto y resultar verosímil a sus 29 abriles en el musical de Randal Kleiser que iba a significar su iniciación a lo amplio en la gran pantalla. Antiguamente había aparecido en la comedia musical australiana Funny Things Happen Down Under y en otra comedia de ciencia ficción dirigida por Val Guest que llevaba por título Toomorrow in Toomorrow. Carencia destacable.
John Travolta, con el que tenía una química mágica, la convenció y el resto es historia. Susan Dey y Deborah Raffin fueron las primeras actrices que se barajaron. Además optó como candidata Carrie Fisher, la princesa Leia de La Pleito de las Galaxias. Pero al final fue la impagable sonrisa, la ternura y sensualidad que desprendía la británico-australiana la que absorbió el personaje de esa verde rubia virginal de grupo admisiblemente que acaba transformándose en una mujer empoderada enfundada en unos ajustados pantalones de cuero y subida a unos tacones imposibles para dejar K.O. a su enamorado Danny Zuko cantando a dúo la mítica You're the one that I want.
Basada en el musical estrenado en Chicago en 1971 con guión, música y cultura de Jim Jacobs y Warren Casey, la película, que exploraba temas como la rebeldía, el despertar sexual o la pertenencia de género, fue un éxito deslumbrante y durante un tiempo se posicionó como el tercer título más taquillero de todos los tiempos por detrás de Tiburón y La erradicación de las galaxias. Y Newton-John, la verde que venía de grupo académica -padre profesor y viejo materno Nobel de física- fue encumbrada a lo más detención en la industria del cine.
Su Sandy enamoró a varias generaciones, tan dulce, candoroso y magnética siempre, con esos fanales azules chispeantes tan llenos de vida y esos inolvidables temas que cantaba tanto en solitario -Hopelessly devoted to you- como en conjunto como la mencionada You're the one... o We go together. Porque Grease es de esos filmes que se pueden ver varias veces en la vida y siempre te engancha. Un chute de adrenalina que alegra cualquier momento del día. Y la pareja Travolta-Newton-John tiene gran parte del mérito.
Carencia que ver con la secuela que se rodó cuatro abriles más tarde con Michelle Pfeiffer y Maxwell Caulfield como la pareja protagonista, un incondicional fracaso en todos los sentidos. A posteriori de Grease, Olivia se embarcó en la antojo kitsch Xanadú, otro musical romántico en el que encarnaba a Kira, una hija de Zeus y musa de las artes que se enamoraba de un pintor con el rostro de Michael Beck.
La cinta era un alucinación psicodélico con luces de neón por la era dorada de Hollywood al que se sumó Gene Kelly y resultó vapuleado por todos lados para terminar aupada abriles posteriormente como cinta de culto. Eso sí, Newton-John volvía a embriagarse con el tema principal de la película desplazada en patines sobre ruedas, ese Xanadú convertido en un lado al que nadie se atrevería a ir, como decía la canción. Magic y Suddenly serían otros temas de una costado sonora que tuvo una gran acogida.
Luego llegaría Tal para cual (1983), recuentro con su querido amigo Travolta en una historia de tintes fantásticos que significó otro fiasco de taquilla y crítica. Total, cinco nominaciones a los Razzie. Olivia, más volcada en su lado de cantante, no volvería a tener otro triunfo en el cine como Grease. No hizo desidia, porque su Sandy siempre será única y eterna. Como ella misma.
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