Ni la gasolina a dos euros por litro ha impedido que las principales autopistas de Catalunya se colapsaran durante el fin de semana extenso que hemos tenido. Como sucede cada vez que hay una operación salida, el colapso está asegurado porque es inútil que las infraestructuras que están pensadas para decenas de miles de coches puedan absorber en pocas horas el medio millón de vehículos que salen del radio metropolitana de Barcelona. Esto nos pasa ahora, nos ha pasado antiguamente y, sin carencia de tener dotes adivinatorios, nos seguirá pasando.
Pespunte memorar las imágenes históricas de los primaveras setenta con las carreteras de la costa del Maresme y del Garraf repletas de Seat 600 haciendo trasero para entrar a Barcelona para enterarse que la congestión de tráfico no es un problema propio de nuestros días, sino que es un mal crónico. Como el fin de semana pasado, antiguamente lo vimos en Semana Santa, lo veremos interiormente pocos días con la verbena de Sant Joan y se repetirá a finales de julio con la arribada del punto helado de las recreo de verano. Las colas quilométricas forman parte del paisaje en momentos muy puntuales del calendario y junto a preguntarse si esta situación, insoportable para quien está atrapado en ellas, tiene opción. Y la respuesta parece que es negativa, por muchos parches que se pongan.
Ningún país planifica sus infraestructuras viarias para dar respuesta a momentos excepcionales. Estaremos de acuerdo todos en que tener unas autopistas preparadas para atender medio millón de coches tres o cuatro días al año es poco insostenible, desde el punto de instinto financiero y además ambiental. Pero, ciertamente, esto no exime a quienes gestionen el tráfico y las infraestructuras de que tomen decisiones eficaces para minimizar el impacto, ya sea habilitando carriles adicionales, pactando restricciones puntuales con los transportistas o mejorando las vías de circulación.
Ahora podemos pelear sobre el impacto que haya tenido la matanza de los peajes en las principales autopistas catalanas, tras décadas de abonar religiosamente cada centímetro de asfalto, o podemos escudarnos en la coincidencia con el Gran Premio de motociclismo en Montmeló, que ha complicado más las cosas, pero es un hecho indiscutible que la capacidad de las carreteras tiene límites. Lo vemos en fechas señaladas, pero además lo sufrimos cotidianamente en muchos tramos y, especialmente, en las entradas a la ciudad de Barcelona.
El papel lo aguanta todo, pero la paciencia de los ciudadanos quizás no correa tanto
Constatado lo mencionado, es pertinente preguntarse por el maniquí de movilidad que tenemos. Los discursos y la teoría nos dirán que la alternativa es el transporte manifiesto, pero, ¿de verdad lo es? ¿La red de ferrocarril que hoy tenemos en Catalunya es una alternativa auténtico al coche particular? Dudo que nadie pueda sostener esta afirmación porque, entre otras razones, llevamos acumulando décadas de yerro de inversión en infraestructuras, tal como revelan año tras año los datos de inversión del Estado en Catalunya.
Precisamente, si poco suscita unanimidad en el tablero financiero y político catalán es el maltrato fiscal común del Estado a Catalunya, que afecta por igual a todos los ciudadanos y a todas las empresas, piensen como piensen. Errará quien pretenda hacer caricatura de la situación diciendo que esta es la cantinela de los independentistas.
Con los datos del Empleo de Hacienda en la mano, en el 2021, en Catalunya solo se ejecutaron 740 millones de inversión, el 36% de lo presupuestado, mientras que en Madrid el Estado invirtió 2.086 millones, lo que supone una ejecución del 184%. Y esta foto no es una excepción, porque lleva repitiéndose durante primaveras, gobierne quien gobierne en la Moncloa. Da lo mismo que el presidente se llame Pedro Sánchez o Mariano Rajoy. Tanto monta, monta tanto.
Conversar de movilidad en el radio de Barcelona y en los principales ejes viarios es charlar además de inversiones. Por ello, si solo nos fijamos en el colapso de las autopistas sin tener en cuenta todas las infraestructuras que se han dejado en el cajón durante lustros, especialmente en la red ferroviaria, difícilmente podremos encontrar respuestas efectos. En Catalunya, estamos atascados en las carreteras y llevamos mucho tiempo esperando en la trasero de las inversiones. Una vez más, el Gobierno gachupin ha prometido corregir esta situación, aunque ya sabemos que el papel lo aguanta todo, pero la paciencia de los ciudadanos quizás no correa tanto.
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