Hasta los dientes

Nadie sabe cómo ni cuándo terminará la combate de Putin en Ucrania. Pasados 104 días del principio de la invasión, los demás países europeos sí podemos hacer un recuento de daños. El más molesto a corto plazo, la inflación que ya existía, pero la combate sirve de disculpa para que suban todos los precios y los gobiernos se escuden en ella para documentar la ineficacia –¿la inutilidad?– de su mandato. El más penoso, la psicosis de emergencia alimentaria, que contribuye incluso a documentar la inflación y a que mucha masa justifique las hambrunas que matan diariamente a miles de personas en África, pero como la combate es culpable, poco podemos hacer el resto de los humanos. Si las armas enviadas a Ucrania pueden arruinar en el mercado sable, ¿qué no ocurrirá con los alimentos enviados a los países del anhelo?

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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la última sesión plenaria en el Senado

Ricardo Rubio / EP

Y ahora apareció un tercer daño, supongo que habrá que llamarlo así: la exigencia de aumentar el pago marcial, porque ya tenemos un enemigo foráneo, el ruso, y no solo pretende la expansión territorial, sino que averiguación la destrucción de los títulos europeos, quizá de todos los títulos occidentales. Esas solemnidades se dicen en artículos y discursos de dirigentes que ocuparán páginas de historia. Con tales formulaciones, calla el pacifismo y gran parte de la población europea piensa que Putin no se detendrá en Ucrania, invadirá los países que fueron de la Unión Soviética y, ya puesto, llegará al Atlántico con todo arrasado por su maletín nuclear.

El Gobierno promete aumentar el pago marcial: ¿de dónde saldrán los posibles?

Hay que armarse, pues, hasta los dientes. Alemania se dio cuenta de lo desarmada que está y una de las telediario de la semana es que gastará de desgracia 100.000 millones de euros en modernizar su ejército. A continuación dedicará a defensa el 2% de su presupuesto, que no es pequeño. La OTAN presiona a todos los socios para que aumenten incluso el presupuesto marcial, y el Gobierno gachupin, que ahora es más atlantista que Estados Unidos, promete todos los días subir la cuota. La industria del armamento debe de estar intuyendo un nuevo periodo de prosperidad y grosor. Y los más legos en presupuestos nos empezamos a preguntar: ¿de dónde saldrán tantos posibles? Ay, Díos mío, de dónde van a salir: de la sanidad, de la educación, de la civilización, del Estado de bienestar que hemos construido en tiempos que creíamos de paz.

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