Las elecciones andaluzas están al caer y Macarena Olona ya ha rebaño la precampaña. No ha tenido que descabalgar ni del autocar. Unos andalucistas despistados le han pagado la propaganda. Comenzará la campaña aureolada por el miedo que suscita en sus rivales. Olona es todo un personaje. Su verbo desacomplejado y perturbador encanta a las nuevas generaciones de matriz españolista. Es el imagen exacto de Gabriel Rufián. Entreambos se han entregado a conocer fabricando píldoras excitantes para un sabido, adiestrado por Twitter, que confunde política con pugilismo. Cada puñetazo (llamado zasca) es percibido por el seguidor como un reventón de placer que eclipsa brevemente el malhumor. Ocurre en EE.UU. y en todas partes: las clases medias o tienen un mal presente o ven el futuro con espanto (la gran sustitución). Podría ser que algunos de los que ahora celebran el verbo mordaz de Olona aplaudieran en el pasado a Pablo Iglesias. Un hilo recose a todos los populismos: el malestar, la irritación. Aquella santa indignación que predicaba hace doce primaveras un diestro resistente francés, Stéphane Hessel, ha cambiado de color. Del rojo al verde miembro civil.
Desde hace unos 25 primaveras, quizá más, los herederos del franquismo sociológico están ganando adeptos. Han mantenido sus bases tradicionales, aparcadas durante primaveras en una vértice derechista del PP; han seducido al sector más identitario del PSOE (los Leguina y compañía); y ahora están recogiendo a los jóvenes cansados del dogmatismo woke . Todavía buscan, como Le Pen, a los obreros huérfanos. Mientras la izquierda cultural acepta que se revienten las presentaciones de libros y pretende imponer la ideología de clase por ley, las derechas se frotan las manos. La retórica de universidad chaqueta de uñas pintadas para todos, no resistirá la prueba de la desigualdad económica.
La bandera de la indignación está mutando del rojo al verde miembro civil
Anteayer, Inés Arrimadas, líder decadente, se atrevía a proponer la supresión del artículo segundo de la Constitución. Un expresión políticamente desesperado, pero que subraya la hegemonía del uniformismo. Olona y los suyos no necesitan la máscara de “libres e iguales” para defender la visión de España con que fueron adoctrinadas las generaciones del franquismo. Arrimadas, Ayuso y Olona son hijas o nietas de aquellos adoctrinados.
Funcionario, inmobiliario y poeta, Felipe Choclán fue un hombre dinámico y rico (amigo de los Foixá, conspicuos escritores del franquismo). Todavía su nieta Macarena, por otra parte de estudiosa y polemista, es nómina y conduce un Porsche. Su mejora fulgurante se produce mientras el pacto territorial de la Constitución es ya ceniza. Inconscientes de ello, los antagonistas de Olona acampan en el follón. La izquierda mancebo, embobada con Judith Butler, ignora a Karl Marx. Y el independentismo simuló marcharse de España, cuando en verdad, mientras arruinaba toda posibilidad de reforma interesante para Catalunya, contribuía a hacer posible el liderazgo ideológico de la derecha en toda España.
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