Ilusiones o realidad

Se empieza a detectar en el mundo empresarial que hay un desacoplamiento entre cómo están viviendo los ciudadanos y cómo deberían existir según muestran los indicadores económicos. Un amigo patrón me transmitió esta observación un día que me convocó en el hotel Alma. Advertía que la exaltación de muchos ciudadanos que tienen ganas de irse de recreo, deseosos de dejar antes la pandemia y las restricciones, no casa perfectamente con los negativos indicadores que se constatan en su sector a nivel internacional. La crisis energética, la inflación, la crisis de materias primas, el encarecimiento de los productos por los altos costes logísticos, el de materias en la construcción, como el hierro, que ha pasado de costar 0,70 céntimos a costar 2 euros el kilo, e incluso la escasez del espada inoxidable o del aluminio, convierten estos datos en claros indicadores de que las cosas no van en la buena dirección.

Sumemos a la hostilidades en Ucrania la crisis alimentaria, la subida de la cuota de los autóno­mos y la presión fiscal a las rentas medias para tomar conciencia del desacoplamiento entre cómo se vive y lo que está ocurriendo en el presente, resultado de una crisis de interpretación de la sinceridad.

Se prefiere existir en la confianza, en el ahora, que en el pesimismo del incierto futuro inmediato

La cuestión nos plantea la sucesivo pregunta: ¿adónde ha ido el presente? Y otra aún más preocupante: ¿cuál es la razón de fondo, psicológica, por la que los ciudadanos están dando la espalda a unos indicadores que deberían llevarles a moderar sus deseos de retornar a la normalidad? Tal vez podemos encontrar la respuesta en el hecho de que se prefiere existir en la confianza, en el ahora, carpe diem, que en el pesimismo que provoca aceptar el incierto futuro inmediato.

Incluso los ciudadanos más pragmáticos han llegado a la conclusión de que, al ser la sinceridad tan cambiante, tal vez se dé un tablado más positivo tras el paréntesis veraniego. Se cree que la hostilidades acabará, que la inflación se reducirá y que las certezas desplazarán a la incertidumbre. Nos encontramos en un momento en que buena parte de la sociedad da la espalda a los indicadores económicos, por muy negativos que sean, porque necesita priorizar sus ilusiones a la sinceridad.

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