Menos que ayer pero la parentela sigue casándose. Y algunos no una, sino dos, tres y hasta cinco veces. El de la boda es, para muchos, el gran día de su vida, así que deben de pensar que si en circunscripción de uno viven cuatro, pues eso, son cuatro y no uno esos grandes días que van a ensalzar para siempre en sus memorias. Con sus fotos, sus polaroids tan vintage a veces como el primero de sus casamientos y sus vídeos. Y ahora, además, con todos esos momentazos que no pueden dejar de compartir en las redes.
Hasta aquí puedo entenderlo. Aunque una sola vez, yo además me he casado. Pero lo que me parece increíble es que, más allá de si tienen que ser civiles o por la Iglesia, de si hay que ir con tacones o descalzo, si de blanco o de rojo, o si es mejor sellar esa pasión en la montaña o en la playa, la nueva moda en las bodas es tirar de crédito para poder hacer una celebración como Jehová manda. En otras palabras, que los novios (o las novias) que seguramente ya tienen el adoquinado (alquilado o en propiedad), la lavadora y el coche y muchas horas, o incluso primaveras en popular, se hipotecan para ese gran día que al final es solo eso, un solo día. Ciegos de bienquerencia olvidan que las cuotas con el parcialidad van a durar lo suyo. Y, quizá, si no se aplican, sobrevivirán al propio boda.
Las bodas, como los vuelos, son cada vez más de ‘last minute’ pero carísimas
Por lo conocido para la gran mayoría de españoles en junio arranca lo que se conoce como la temporada inscripción de las bodas. Y finaliza en septiembre. Pero desde hace dos primaveras, abril se ha sumado como término esencia en el asunto porque es cuando las parejas (que cada vez concretan su osadía más tarde y las bodas, como los vuelos, comienzan a ser cada vez más de last minute) piden los créditos para afrontar el dispendio. Que lo es: La media de los préstamos solicitados para una boda es de vigésimo mil euros.
Pero no se asusten. Supongo que los reincidentes pueden hacer como con las hipotecas, que puedes subrogarlas.
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