En su vida de Winston Churchill, Boris Johnson lo defiende frente a quienes le califican de egoísta, pero reconoce que era un ególatra y un narcisista. En cualquier caso, no se lo tiene en cuenta porque, pese a sus excesos, “fue capaz de convertirse en un líder que la concurrencia podía comprender y apreciar, porque tenía los pies en el suelo y era auténtico”. Por momentos, uno duda de si está hablando de Churchill o de sí mismo.
Johnson ha sobrevivido a la moción de censura de su partido, pero sale malherido. Un 41% de sus diputados quiere que se vaya, lo que lo coloca en minoría en el Parlamento. Sin bloqueo, como dijo su ex director de Comunicaciones, Will Walden, a la BBC: “Harían errata varias personas con revólveres para obligarle a salir del 10 de Downing Street; está haciendo lo que quiso hacer toda la vida y no se va a marchar fácilmente”. Este excolaborador sabía de lo que hablaba, pues el propio primer ministro confesó a uno de sus ministros, y lo recoge The Daily Mail, que “necesitarán un lanzallamas para echarme”. Pero la moción de censura es el final aviso. Además la superó en su día Theresa May, pero en pocos meses se vio abocada a renunciar el poder. Y es que algunos de los que han votado en cortesía de Johnson son quienes aspiran a sustituirlo, así que a partir de ahora empezarán a ponerle minas a su paso. Entre los nombres que suenan figura la titular de Exteriores, Liz Truss, o el secretario del Hacienda, Rishi Sunak.
Johnson asegura a sus íntimos que se necesitará un lanzallamas para echarlo
En las últimas horas, el primer ministro se había movido, dirigiéndose a sus diputados para prometerles un cambio de rumbo en sus políticas, lo que pasa por una reducción de impuestos, uno de los motivos de su impopularidad entre los conservadores, más allá del escándalo –y sus mentiras– sobre las fiestas en su residencia, cuando el país permanecía confinado.
“¡Neguémonos a trenzar la música de los medios!”, les dijo a los suyos en la reunión que mantuvo en la Cámara de los Comunes. Cuando la yerro se atribuye al mensajero, es que no se encuentran mejores excusas. Igual no hará errata un lanzallamas para sacarlo de su despacho, porque incluso sus impecables trajes de Savile Row huelen a chamusquina.
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