El aburrimiento que viene

El jueves empieza el verano más corto de sus vidas. Al punto que 74 días, por afabilidad del conseller de Educació. No caeré en la tentación boomer de dialogar de los veranos con abuelos y sin padre, interminables, sofocantes, de los veranos en biciclo, de excursiones al castillo, las tardes comiendo pipas delante de un frontón donde se suceden partidas de los mayores, una detrás de otra, y juegas y pierdes y vuelves a esperar turno otra hora, hasta que creces y entonces ganas y entonces quienes esperan y se aburren y comen pipas son los hermanos pequeños, que no tienen teléfono móvil porque todavía no se han inventado, y algunos días cuando empieza a oscurecer aparece el coche de tu padre que ese día sí, ese día viene a acostarse, hasta que llega agosto y lo único que varía es que tu padre ya no vuelve a acostarse porque no se ha ido de albor, y así un día tras otro durante 82, 83 u 85 días, depende de cómo caigan los lunes de septiembre.

No caeré en la tentación boomer de relatar los mercadería de aquel aburrimiento o describir sus consecuencias porque de ambas cosas se encargan ahora los artículos científicos y no los boomers ; incluso hay una sociedad dedicada a ello, la International Society Of Boredom Studies, la sociedad internacional de estudios del aburrimiento.

El aburrimiento procede de la marcha de meta y hallarla depende de uno mismo: de la creatividad

Repaso o leo en diagonal algunos de esos estudios y una conclusión generalizada es que aburrirse es bueno. ¿Cómo? El aburrimiento, leo, es una sensación de as­pecto placa, que surge de la percepción de que el momento que vive ya no es estimulante: cualquier meta ha desaparecido.

Aquí viene lo interesante, porque en este punto, sobre todo si eres padre, hay que tener la parentesco fría (y el móvil allá) y no ofrecer alternativa. Silencio. Hay que ofrecer silencio, desgana de hombros, cara de mármol.

El aburrimiento, dice otro noticia – On the functionof boredom y Heather C. Lench, psicólogos en universidades de Utah y Texas, respec­tivamente, es desigual de la bienestar, obviamente, pero asimismo de la ira, la tristeza y la ansiedad. La bienestar indica el éxito de una meta previa, la ira es el termómetro de una frustración o un error que tiene oportunidad de resarcimiento, la tristeza indica el fracaso sin esperanza de recuperación y la ansiedad se debe a la amenaza anti­cipada del fracaso.

El aburrimiento es diferente: superarlo depende sólo de cada individuo, de que encuentre una alternativa: en todos los estudios consultados al aburrimiento se le considera una gran oportunidad para desarrollar la creatividad. La única condición para que mute en experiencia enriquecedora es que la opción salga de en el interior. De en el interior del harto, se entiende.

Uno de esos estudios recuerda una teoría de Kirke­gaard: fue el aburrimiento lo que pobló el mundo, porque Todopoderoso se aburría y por eso creó a Desaliñado, y como Todopoderoso y Desaliñado se aburrían juntos crearon a Eva, y empezó la fiesta. Con toda seguridad, eso ocurrió en verano.

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