La medianoche del 17 de junio de 1972, un vigilante del edificio Watergate llamó a la policía para denunciar el asalto a la sede del Partido Demócrata. Lo que parecía un robo derivó en un complot de espionaje político que culminaría con la dimisión del presidente Richard Nixon, la primera y hasta ahora la única en la historia de Estados Unidos. El caso Watergate fue un amenaza que arruinó la confianza de los norteamericanos en sus representantes y sobre todo en la figura presidencial.
Hasta no hace tanto el político mentiroso se exponía al escarnio si era pillado
Medio siglo posteriormente, la crisis de fe se ha cronificado en la medida en que la brecha entre la verdad y la política se ha agrandado. El trastazo de Estado de noviembre del 2020 perpetrado por Donald Trump sobre la pulvínulo de un inventado fraude electoral es la consagración de la utilización de la mentira para alentar a las masas que asaltaron el Congreso, como arsenal política para retener el poder. Frente a la evidencia de un millar de testimonios, casi 150.000 documentos y un alud de imágenes que demuestran la décimo del entonces presidente en la conspiración, el caradura replica con un relato independiente basado en bulos que atentan contra la razón y socavan las bases de la democracia y la coexistencia ideológica.
Tricky Dick , el pillo Dick, como era conocido Nixon, es un aprendiz al banda de Trump, un manipulador capaz de retorcer los hechos hasta convertir la existencia en una pantomima. En el mismo pila pimplaba Boris Johnson mientras los británicos estaban confinados por la pandemia. Asediado por el escándalo del partygate, el desmadejado cutre tira de imaginación para crear un conflicto con la UE sobre el protocolo de Irlanda del Ideal y se empeña en deportar a Ruanda migrantes pendientes de orfelinato. ¿Qué importa reabrir el sangrante conflicto norirlandés o conculcar los derechos humanos de cientos de refugiados con argumentos inmorales y falacias dignos de Pinocho cuando hay en muestrario seguir sujeto a la mama del gobierno? La verdad y la política nunca han hecho buenas migas, pero hasta no hace tanto el político mentiroso se exponía al escarnio si era pillado. Ahora este axioma se ha diluido hasta convertir la mentira en una utensilio secreto en el camino para asistir y desempeñar el poder.
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