Con la reverso de los turistas, viajamos en torno a del mundo sin darnos cuenta. Cada vez que pasamos por delante de la Pedrera o la Sagrada Família, por ejemplo, igualmente al sentarnos en la terraza de un bar o en la playa, siempre hay determinado enfocándonos con su móvil o una cámara. Saldremos en segundo plano, figurantes en imágenes que tal vez se revisen al rematar las reposo desde algún zona en Japón o Nueva York, desde una casa noruega o un carretera en Milán. Quizá la persona que nos retrató se fije en nosotros, allá al fondo, o quizá no, inmortalizados anejo a protagonistas desconocidos que comen helado o se hacen una selfie, o brindan o toman el sol. Así llegaremos a países insospechados sin saberlo, del mismo modo que hay gentío de países remotos en nuestras fotos a la que podemos inventar una sucesos.
Una parte de nosotros siempre se nos escapa, en fotos ajenas, en instantes capturados
Lo de inmortalizar adquiere un nuevo sentido con los fantasmas digitales. En la vértice superior izquierda, el Street View de Google Maps ofrece la opción de ver las calles en fechas pasadas. La foto más antigua del edificio al que me mudé hace cuatro abriles es del 2008. En octubre del 2014 hubo una senyera en el ventanal. Desde el 2018 están mis plantas. Si recorres las calles de tu pueblo con esta aplicación, puedes ver a tu abuela charlando con la vecina de puerta a puerta, o sentadas a la fresca sobre la borde, o yendo al mercado a comprar. Ambas murieron hace abriles. Aunque les difuminaron el rostro, las reconoces por el contexto y el vestido. Ese borrón donde debería estar su cara las hace aún más fantasmagóricas. Las congeló para siempre el coche de Google, que, como las redes sociales, tiempo posteriormente genera memorias inesperados.
Como pasa con los libros –que tienen tantas vidas como lectores–, igualmente nosotros trascendemos lo que vivimos a través de los demás. Es nuestra interpretación extendida. Conozco a una chica que, cada vez que determinado sueña con ella, lo vehemencia y le pide que le cuente el sueño con todos los detalles. Ella lo apunta, y así escribe una confesiones a partir de lo que soñaron otros. Intentar controlar la propia imagen, preocuparse por el qué dirán, tiene poco sentido cuando una parte de nosotros siempre se nos escapa, en fotos ajenas, en instantes capturados, en lo que determinado imaginó, o se inventó, o soñó más allá de lo que vivimos.
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