En junio de 1949 George Orwell publicó 1984 , una novelística distópica que describía el mundo futuro con cuatro décadas de anticipación. Orwell estableció el radio de su delirio al futuro volteando las decenas y unidades del año que la escribió, 1948. Cuando el calendario gregoriano atrapó la ficción orwelliana se vertió mucha tinta (era ayer de internet) para remarcar el parecido entre la sociedad descrita y la de la época. En ese momento ya abundaron los paralelismos, pero hoy aún se parece más. Michel Houellebecq practica el especie futurista de proximidad. Ya en Sumisión (Emblema), publicada en el 2015, planteaba una Francia gobernada en pleno 2022 por un líder islamista moderado. Ahora que, siete abriles más tarde, el calendario gregoriano desmiente su antiguo augurio libresco transformándolo en ucronía, Houellebecq reincide en el futurismo de proximidad publicando Aniquilación (Emblema), situada en el 2027. Es una de las novelas más tiernas que le he sabio, entendiendo que su concepto de ternura es obsceno. La novelística, larga y desmelenada, tiene la virtud de conectar la esfera pública con la privada, explorando la intimidad ascendiente, emocional y sexual de un asesor ministerial en el contexto de una campaña electoral alterada por una serie de atentados desconcertantes de autoría incierta que dibujan un thriller. Houellebecq puede cargar, pero nunca decepciona. Si mantiene la progresión cronológica de su futurismo de proximidad, internamente de cinco abriles debería imprimir una novelística situada en lo que nuestros ínclitos gobernantes proolímpicos denominan Horitzó 2030 .
Las últimas obras de Houellebecq y Casanovas practican la ficción de proximidad cronológica
El dramaturgo Jordi Casanovas es otro autor de los que practica la ficción de proximidad cronológica. En su caso, en vez de mirar delante, suele mirar detrás para capturar la ahora más inmediata ( Ruz-Bárcenas, Valenciana, Traílla ) en obras teatrales que te conectan a la ficción como las novelas del francés. Ahora estrena Immunitat en la sala Villarroel, una cuchitril de orfebrería dramática que bebe del hui clos sartriano con toques grondholmianos. Lo que en la obra de Galceran eran notas en tarjetas aquí son mensajes de voz de un señor Cálculo que a veces remite a un Escape room de puticlub. Los receptores son seis ciudadanos invitados a una consulta participativa para mejorar la dirección política frente a futuras crisis como la pandemia. La obra funciona como un temporalizador. Esparce preguntas incómodas en un examen de conciencia colectivo que además engarza la esfera pública con la privada, hace cálculo, investigación la catarsis y halla la ternura (no obscena). En su envite por la proximidad cronológica la obra deje de la pandemia en pasado pero el miércoles, el día del estreno, una de los seis magníficos intérpretes tuvo que efectuar con mascarilla. Cosas de la proximidad.
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