Ciervos volantes de discoteca

La primera semana de julio es el momento sideral del ciervo volante, el escanyapolls (en catalán), Lucanus cervus ( nombre sabio): el escarabajo europeo de anciano envergadura. Da un poco de pena porque hasta hace poco podías encontrar ejemplares cerca del pueblo. Pero vivimos cada vez más en un entorno urbanizado, todo el día montados en el coche, con motores prendidos en punto muerto a todas horas, brigadas municipales arboricidas, gatos y perros campando a sus anchas, y cada vez más los bichos se alejan de la multitud.

El pasado año tuve la potra de encontrar un robledal añejo, contiguo a una alberca, en un ocasión que no es de paso y donde nunca encuentras a nadie. Mi hijo Pau, que tiene muchísima más paciencia que yo, se puso las botas viendo y filmando machos y hembras de ciervo volante. Las hembras, un poco ovaladas, parecen el pedrusco de un fíbula de la túnica de una doncella pagana. Mientras que los machos presentan aquellos cuernos historiados, amenazadores y relucientes, que justifican su nombre catalán: podrían atenazar el cuello de un aterrorizado pollito. A diferencia de otros bichos que salen volando a la primera o te plantan cara enseñando los espolones, el ciervo volante no es especialmente broncas. Se pasa la vida en las ramas de los robles. Al anochecida, los machos disputan y uno cae al suelo. A veces una hembra y dos machos o dos machos y dos hembras bajan de la copa y asistimos a grandes exhibiciones y choques. Es un bicho grandote y activo y, a menudo, antaño de presentarse a verlo, intuyes su presencia por el chasquido de la hojarasca bajo las patas. Se alimenta de la vigor que chorrea de las heridas de los árboles. Y al tratarse de un insecto asaz rollizo, anda muy buscado. A veces encuentras la habitante y el pronoto de uno en el camino: un ciervo volante robusto ha servido de cena a un pájaro. Por eso, cuando el año pasado vimos a una hembra con la concha abollada, pensamos: se ha redimido por los pelos. Este verano, a inicio de temporada, encontramos un clan de cuatro y nos dedicamos a observarlos. Un robusto noble, de unos diez centímetros de liberal, abordó a una hembra. El otro robusto, más pequeño, se le tiró al cuello. Las dos cornamentas encajan como un mecanismo. El robusto noble levantó al robusto pequeño y lo hizo saltar con una presa de lucha vacío. Pero más tarde el pequeño, que era muy inteligente, consiguió montárselo con la dueña. Se le instaló encima y la inmovilizó con las pinzas. ¡Cáspita!” La hembra del año pasado no estaba abollada por los picotazos de un pájaro: acababa de tener relaciones con un chulito.

Pero, más tarde, el pequeño, que era muy inteligente, consiguió montárselo con la dueña

Impresiona enterarse que, a partir de este momento, que hemos tenido el aplastamiento de contemplar, deberán suceder cuatro o cinco abriles para que los ciervos volantes pequeños cumplan el ciclo de larvas y pupas y lleguen a adultos en esta discoteca mágica que es el robledal de Can Torrent.

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