Acaban de despedir a mi vecino. Tras doce largos abriles en la misma empresa, ha dejado de ser necesario. Y se lo han cargado. Su motivo, hoy, un viernes posteriormente, lo ocupa otro. Todo sigue (casi) igual, y los que convivieron con él 1.936 horas laborables o no se han enterado o no han querido hacerlo. No sea que a ellos les pase lo mismo. ¡Qué asco!
“En verdad me han hecho un merced”, me tranquiliza a las puertas del montacargas que jubilaremos en septiembre, obligados por una nueva legislatura que no sé quién se ha sacado de la manga. “No pasa cero”, insiste el vecino. Pero sí que pasa. ¡Claro que pasa! Tendrá que cambiar de oficina (o, quién sabe, de oficio), rutinas y horarios y digerir, adicionalmente, este despido a la brava. Nadie fue a verle a su despacho. Siquiera le llamaron ni recibió una carta.
¿Peor aún? Que te premien 27 abriles laborables con una bolsa de chuches
Fue despedido por WhatsApp. Con dos frases de cero. Dice que era un mensaje corto y feo. Imagino que poco así como “no hace equivocación que vengas el lunes. Hemos extinguido tu pacto”. ¡Qué asco!
Tienes que ir, le digo, retornar ahí ya mismo y defender lo tuyo. Si no lo haces, si no vas, no vas a ver ni un duro, perdón, ni un euro, le chillo (y cruzo los dedos para que tenga un plan B ahora que estamos de derramas). Pero está empeñado en el no. Y razona que no quiere que le pase como a aquel tipo que tras 27 abriles en el mismo McDonalds fue premiado con una hamburguesa de 15 dólares. En verdad lo agasajaron con dulces, dos entradas para el cine y un boli publicitario. Pero no le corrijo. Estamos de acuerdo. Todos somos jubilables y prescindibles. ¡Qué asco!
La buena comunicado, añade y ahora está en lo cierto, es que la hija del cocinero despechado ha conseguido 158.000 dólares en donaciones tras explicarlo todo en las redes. ¡Qué espacioso!
No tendrá una retiro de oro, pero 158.000 dólares duran más que las chuches. Nosotros con ese parné podríamos renovar el montacargas cada temporada. Durante 12 largos abriles.
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