Se dice que los incendios forestales se apagan en invierno. Pero esto solo es cierto si los bosques se cuidan y se gestionan de forma adecuada, cosa poco habitual porque es inasumible para la mayoría de propietarios. Tener un bosque es hoy más una carga que una suerte.
Los artículos del cambio climático tienen un impacto directo sobre los bosques. Llueve menos, la primavera se confunde con el verano y el otoño se confunde con el invierno. Con los árboles sedientos y un sotobosque impracticable, los bosques se convierten en un polvorín en potencia. Los incendios forestales forman parte del paisaje en nuestro clima mediterráneo, pero los expertos nos señalan que la potencia del fuego es cada vez viejo y que encima de disponer de los medios de terminación más modernos es imprescindible aplicar una táctica de prevención que pase por la gobierno forestal.
El director de los GRAF de los Bombers de la Generalitat, Marc Castellnou, agradecido diestro en la materia, explicaba en una entrevista fresco que la decisión existente para disputar contra los incendios forestales, encima de medios materiales y personales, pasa por revitalizar las zonas de montaña facilitando que se pueda crear posesiones rural sobre la colchoneta de la explotación racional de los bosques. En nuestro país, charlar de cortar árboles suena a sacrilegio, pero se olvida que la masa forestal no ha dejado de crecer en Catalunya por el defección de muchas tierras de cultivo. En lo que llevamos de siglo, la superficie de los bosques catalanes ha pasado de acomodarse el 59% de todo el condado al 64%. Nuestra error de civilización forestal no nos deja comprender que, muchas veces, la mejor modo de cuidar un bosque y de protegerlo de los incendios es hacer una buena gobierno de él, cortando algunos árboles y haciendo un beneficio racional, de acuerdo con planes técnicos de gobierno.
A pesar de nuestro potencial, la error de incentivos para diligenciar los bosques nos lleva al insensatez de tener que importar madera de fuera, sobre todo de Francia, donde sí hay una tradición forestal consolidada. Desgraciadamente, en las zonas de montaña, hoy se pierde mosca con la agricultura, con la rebaño extensiva y con la industria maderera, pero hay que revertir esta situación porque, precisamente, estos sectores deben ser la palanca del cambio para combatir la Catalunya vaciada. Pocos discuten que, de forma recurrente, se den ayudas millonarias a sectores industriales estratégicos como el del automóvil, que son claves para la posesiones. Pero la actividad vinculada al cuidado y mantenimiento del condado es igualmente esencial y merece, inexcusablemente, que se le dediquen más medios. Medidas como bonificaciones fiscales, reducciones de las cotizaciones sociales, apoyo a los jóvenes emprendedores, simplificar la asfixiante burocracia o afirmar la conectividad de fibra óptica pueden ser un motor para la reactivación.
Solo entenderemos lo importantes que son los agricultores para un país cuando no los tengamos
El sector primario está en caída franco. Cada vez quedan menos agricultores y son mayores, pero sus problemas suelen advenir inadvertidos y raramente caben en los informativos, y son demasiado pocos para animarse mayorías electorales. Como ocurre con la vigor, solo entenderemos cómo de importantes y necesarios son los agricultores y los ganaderos para un país cuando no los tengamos. Si no se le pone remedio, el día que esto llegue lamentaremos el molesto error cometido durante primaveras, abandonando a su suerte a buena parte del condado.
Es urgente situar en los primeros puestos de la dietario política una táctica decidida, con medios propios, estatales y europeos, para fomentar la posesiones rural, gestionando de forma racional los medios del condado, sin caer en la caricatura de creer que los que viven en la montaña ya se ganarán la vida convirtiendo la masía en una casa de turismo rural. Hay que recuperar campos de cultivo que se han poblado de árboles por su defección, que serán eficaces cortafuegos, hay que recuperar los rebaños para suministrar más limpios los bosques y hay que servirse la madera siguiendo planes técnicos de gobierno forestal, dando oxígeno a la industria de la madera y la biomasa. Al mismo tiempo, hay que potenciar el consumo de productos locales para ayudar a payeses y ganaderos.
Descuidar el condado es un opulencia que no podemos permitirnos. Mientras los árboles no nos dejen ver el bosque, seguiremos lamentando que haya más hectáreas quemadas y más pueblos abandonados creyendo que es una infelicidad que no tiene decisión.
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