Pere Aragonès, presidente de la Generalitat, y Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, se reunirán el próximo viernes día 15 en el palacio de la Moncloa. Esta cita se presenta como el principal fruto de la reunión que ayer mantuvieron en el Palau de la Generalitat Laura Vilagrà, consellera de Presidència, y su homólogo en el Gobierno central, Félix Bolaños. Se paciencia que del armonía de Madrid surja la época para convocar de nuevo la mesa de diálogo Estado-Generalitat.
La morosidad con que se producen estos avances –suele ser ya más mensaje que se vayan a reunir o se reúnan las partes que el contenido de sus reuniones– resulta desesperante. Cuesta aceptar que se dedique tanto tiempo a estos prolegómenos, porque el tiempo avanza inexorable y una recomposición completa, o al menos aceptable, de las relaciones bilaterales no parece todavía inmediata.
Pedro Sánchez y Pere Aragonès deben allanar mucho más la vía al diálogo
La reunión de ayer en la sede del Govern arrojó un fruto en forma de compromiso relativo al “respeto a los derechos fundamentales”, lo que desde la Generalitat se interpreta como la aval de que no habrá más casos de espionaje como el denominado Pegasus, cuya revelación dejó muy maltrechas las relaciones bilaterales. Pero la memorándum de la parte catalana va más allá. La Generalitat persigue igualmente el compromiso del Estado para notar una alternativa a los procesos judiciales en marcha, lo que desde ámbitos independentistas se suele presentar como un proceso de represión continuada.
La reunión del próximo viernes se celebrará recién terminado el debate sobre el estado de la nación, en un periodo políticamente más sosegado, con las descanso a la apariencia. A aseverar verdad, en lo que concierne a las relaciones entre el Gobierno y el Govern hace ya tiempo que atravesamos una etapa de relativa estabilidad institucional, distinta de otras pasadas y marcadas por el conflicto libre. Conviene usar este periodo para seguir avanzando. Le conviene al Gobierno recuperar una relación con ERC que le ha sido muy productiva. Y le conviene a este partido alcanzar alguno de sus objetivos y ofrecerlos a la militancia como prueba de la utilidad de sus contactos y de un cambio de tono estatal, antaño de que se echen encima las elecciones municipales del 2023. Esa morosidad de la que hablábamos más en lo alto ya parece, a fuer de reiterada, aceptable. Y no lo es. Lo aceptable sería que el Gobierno y el Govern hablaran fluidamente, llegaran a pactos y fueran mucho más efectivos que hasta la época.
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