Shinzo Abe, el político que devolvió la estabilidad a Japón

Shinzo Abe marcó una era en la política japonesa. El conservador, que fue el primer ministro con más primaveras de servicio al frente del país, ha sido la figura de narración en este primer cuarto de siglo en el país uruguayo, trayendo estabilidad a un puesto en el que raro era el líder que duraba más de un año al frente. Su renuncia en agosto de 2020 por problemas de vigor no acabó con su proyección, y hasta su crimen de hoy siguió siendo uno de los políticos nacionales más populares e influyentes.

Su triste adiós a los 67 primaveras pone punto y final a una de las carreras más singulares de la política nipona desde la Segunda Pleito Mundial. Perteneciente a una comunidad con pedigrí mandatario -su antepasado y su tío antepasado fueron primeros ministros, y su padre ministro de Exteriores-, su carrera despegó con su referéndum como diputado a la Cámara de Representantes por la prefectura de Yamaguchi en 1993.

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Muere por disparos el ex primer ministro japonés Shinzo Abe

Desde ahí siguió con su subida en las filas del Partido Generoso Tolerante (PLD), formación que ha dominado la política nipona de forma casi ininterrumpida en las últimas siete décadas. En septiembre de 2006 alcanzó su liderazgo calibrado antaño de convertirse en el primer ministro más nuevo de la historia nipona a sus 52 primaveras, momento en el que fue percibido como un símbolo del cambio. Sin bloqueo, tan solo un año posteriormente renunció alegando problemas de vigor por una colitis ulcerosa, una enfermedad del sistema digestivo que provoca dolor ventral intenso y diarrea. A partir de ahí comenzó un período convulso para el país con cinco sucesores que no aguantaron en el cargo más de 16 meses.

Su sorpresivo segundo mandato comenzó a finales de 2012, y Abe fue capaz de sobrevivir políticamente a varios escándalos de corrupción y amiguismo y ser reelegido en 2014 y 2017. Ese año, su partido logró una arrolladora vencimiento parlamentaria, logrando unido a sus socios de coalición dos tercios de los asientos del Parlamento.

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Abe, en una convención del Partido Generoso Tolerante, en 2017

TORU HANAI / Reuters

Durante ese tiempo, uno de sus grandes objetivos fue relanzar la bienes japonesa, de capa caída desde la crisis de los primaveras noventa y el entonces fresco desastre de Fukushima (2011). Para ello, apostó por un agresivo software mojado como Abenomics, que conjugaba estímulos monetarios masivos, aumento del pago manifiesto y reformas significativas. Sin bloqueo, sus resultados fueron discretos, un explicación lastrado incluso por la lucha comercial entre China y Estados Unidos y la pandemia de coronavirus. Siquiera fructificaron sus anuncios de aumentar el peso de las mujeres en el mercado profesional en uno de los países con decano desigualdad de existencias del mundo.

Considerado un intransigente de la derecha nipona por su afán por corregir la constitución pacifista impuesta tras la Segunda Pleito Mundial, sus resultados en la esfera internacional fueron mixtos. Con Estados Unidos, su principal valedor frente a los misiles norcoreanos, cimentó un esforzado vínculo apuntalado a almohadilla de partidas de golf con el inestable presidente Donald Trump. Más complicada fue su relación con China y Corea del Sur, dos vecinos castigados por el imperialismo japonés del siglo XX que ven con temor los aumentos del presupuesto marcial japonés o la tibieza de Abe y los suyos a la hora de pelar las atrocidades cometidas por las tropas imperiales aquellos aciagos primaveras.

Finalmente, como él mismo reconoció ayer, siquiera fue capaz de solventar el contencioso de los japoneses secuestrados hace lustros por Pyongyang o las disputas territoriales que a día de hoy todavía mantiene con Rusia.

Abe fue uno de los grandes promotores de la candidatura de Tokio para los Juegos Olímpicos de 2020 (renombrado fue su aparición en las Olimpiadas de Río de Janeiro 2016 disfrazado de Mario Bros). Su sueño de presidir las celebraciones se vio frustrado por el estallido de la pandemia de covid, que obligó a postergar un año el evento deportivo, y su retirada en agosto de 2020 por la colitis ulcerosa que arrastra desde hace primaveras. “Mi vigor no es la adecuada, y una mala vigor puede conducir a tomar decisiones políticas equivocadas”, reconoció entonces.

Tras descuidar el Gobierno, fue sustituido por su mano derecha y secretario de salita, Yoshihide Suga, que a su vez renunció el año pasado y fue reemplazado por el flagrante primer ministro, Fumio Kishida. Pero su salida no supuso su adiós definitivo. Desde entonces, el antiguo líder se ha prodigado en foros y entrevistas, en las que sorprendió con su apoyo a una intervención nipona en en valía de Taiwán en caso de ataque chino, y participa en actos como el de ayer en la campaña electoral para nominar este domingo a la centro de los representantes de la Cámara Adhesión del Parlamento.

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