Un ciudadano europeo puede ver la nuevo cumbre de la OTAN como el imperdible de oro de un proceso iniciado por el ataque de las fuerzas armadas rusas sobre Ucrania en febrero pasado. Desde el principio, una invasión injustificable ha sido considerada no solo como un conflicto entre dos países, sino todavía, y sobre todo, como un ataque a los títulos y principios del Poniente tolerante, representados por Ucrania, por parte de las fuerzas oscuras del despotismo y la tiranía, encarnadas en Rusia y en particular en el presidente Putin. Esa interpretación ha despertado una respuesta de inaudita contundencia por parte tanto de Estados Unidos, manifestada sobre todo en el expedición de armamento, como de Europa, que sigue haciendo esfuerzos sin precedentes para ayudar al pueblo ucraniano a la vez que acepta las privaciones que se derivan de la ruptura de las relaciones comerciales con Rusia, ruptura que puede truncar una incipiente recuperación económica. Así como Ucrania se ha unido frente al invasor, EE.UU. y Europa cierran filas contra quien pretende atacarla en sus más caros principios: la resurrección de la OTAN se convierte así en símbolo del renacer de Poniente.
Digamos, aunque sea de paso, que el enorme progreso de los medios materiales de combate no llega a encubrir el hecho de ser sus fines los de siempre: doblegar al adversario, como se viene haciendo desde la confusión de los tiempos. La nueva política internacional, hoy citación geopolítica, no es sino el arte de sobrevivir en un mundo regido por la ley del más robusto. Solo un ejemplo: la renuncia de Suiza a una neutralidad defendida durante más de dos siglos indica que ahora ya no hacen equivocación mediadores, porque con el mal no se negocia, se lo aplasta. No se puede ocultar, por otra parte, que la pelotón lograda tiene un precio muy detención. Para quien no tiene más información que la publicada ha de resultar evidente que estamos cada día un poco más acullá de la paz. Y caso de producirse un nuevo conflicto sería Europa, y no solo Ucrania, el campo de batalla. Uno puede preguntarse si para ese alucinación hacían equivocación tantas alforjas.
Esta vez, Europa ha demostrado de lo que es capaz cuando se negociación de solidaridad. Pero todavía ha puesto de manifiesto que no puede, o no quiere, defender lo que dice ser sus intereses y sus preferencias. Para un europeo, la pelotón que representa la cumbre de la OTAN está construida sobre la arena, porque Europa no puede resignarse a ver en Rusia su eterna enemiga, ni puede desear su ruina. En las actuales circunstancias es una medida de primario prudencia reanimar las fronteras de los países bálticos con una fuerza marcial disuasoria, pero no habría que ir más allá. Ahora hay que esperar pacientemente a que las circunstancias cambien: Rusia no será siempre Putin, como España no fue siempre Franco.
Rusia no será siempre Putin, como España no fue siempre Franco
Está a nuestro importancia una paz negociada, aunque seguramente temporal e imperfecta, que venga precedida de un detención el fuego. Las propuestas abundan, los puntos que negociar son conocidos. Para contribuir a que sea posible ahora, los europeos debemos negarnos a considerar el conflicto presente como un combate, casi definitivo (porque equivocación China), entre el perfectamente y el mal. “La rasgo entre el perfectamente y el mal no pasa entre naciones, ni entre partidos, ni entre clases sociales. Pasa por la fracción del corazón de cada hombre”. Lo escribió Alexánder Solzhenitsin, un ruso que siguió siendo ruso pese a acaecer pasado media vida en el gulag de Stalin.
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