Todas las veces que creímos asomarnos a la Tercera Guerra Mundial

“Tercera Guerrilla Mundial” fue uno de los términos más buscados en Google el pasado mes de febrero. Mientras los tanques rusos entraban en Ucrania, millones de personas de todo el mundo se preguntaban si no sería el inicio de poco peor. No era un pensamiento insensato: el presidente ucraniano Zelenski decía en marzo que quizá la Tercera Guerrilla Mundial ya había comenzado y el ministro de Exteriores ruso hablaba en abril del “peligro serio y positivo” de que estallara.

Desde el 29 de agosto de 1949, el mundo ha temido que llegara una Tercera Guerrilla Mundial que pusiera fin a la humanidad. Aquel día la URSS probó con éxito su primera granada de plutonio y se unió a EE. UU. como potencia marcial nuclear, haciendo que un enfrentamiento atómico a escalera planetaria se volviera teóricamente posible, primero, y una posibilidad muy positivo, posteriormente. Desde entonces, el mundo ha estado muy cerca del desastre en varias ocasiones.

Trece días en Cuba

Probablemente, la humanidad en absoluto ha estado tan próxima a desaparecer por su propia mano como en octubre de 1962. Durante el verano de aquel año, la Unión Soviética había comenzado a construir secretamente varias bases de misiles nucleares en Cuba, con capacidad para atacar casi cualquier rincón de EE. UU. El gobierno de Fidel Castro, que acababa de sobrevivir a un intento de invasión patrocinado por la CIA, veía el despliegue como un seguro de vida.

El 14 de octubre, los aviones informador estadounidenses descubrieron la operación. Kennedy reunió a sus jefes de Estado Veterano, y todos coincidieron en la misma recomendación: insistir e invadir. El presidente no estaba tan seguro. Temía que, en un ataque de ese tipo, murieran militares soviéticos y se desencadenara una erradicación a gran escalera. En vez de eso, el día 22 exigió públicamente al líder soviético Jruschov que desmantelara las bases y estableció una “cuarentena” para impedir a los barcos de la URSS resistir armas a la isla.

Fidel Castro y John F. Kennedy

John F. Kennedy. 

Propias

Los soviéticos no se echaron antes. El día 24 Jruschov respondió que la “cuarentena” contra Cuba era un acto de acometida y anunció que los barcos soviéticos continuarían su rumbo alrededor de la isla, aunque no todos lo hicieron. La construcción de las bases de misiles siguió delante, y EE. UU., que ya había elevado su nivel de alerta, lo llevó hasta DEFCON 2: el mayor que había pillado hasta entonces.

Todo el personal marcial estadounidense estaba acuartelado y astuto para atacar. Unas tres mil quinientas armas nucleares estaban cargadas y a disposición de Washington, mientras que la URSS tenía en alerta entre trescientas y quinientas, incluyendo un centenar en la propia Cuba.

Por suerte para el mundo, la Casa Blanca y el Kremlin llegaron a un acuerdo, y el día 28 Jruschov anunció el desmantelamiento de sus bases atómicas en la isla a cambio de que EE. UU. no invadiera. Secretamente, Kennedy se había comprometido incluso a retirar sus misiles de Turquía.

La ciudad más caliente del mundo

La crisis de los misiles de Cuba resultó sobrado sorprendente, porque, durante más de una período, siempre se había asumido que, si la Tercera Guerrilla Mundial estallaba, empezaría en Berlín. La situación de la ciudad alemana durante la Guerrilla Fría, dividida en dos, con una isla occidental completamente rodeada por demarcación del monolito comunista, se daba a los malentendidos y los enfrentamientos. Allí las crisis eran comunes desde mucho ayer de que se levantara un pared para dividir la ciudad en 1961.

En 1948, por ejemplo, la URSS intentó hacerse con aquella isla capitalista sometiéndola a un actual asedio. Cerraron “por obras” la única carretera que unía Berlín Oeste con el resto de Alemania Occidental y cortaron incluso las conexiones por tren y río. Durante quince meses, dos millones de berlineses del oeste solo podían percibir provisiones por avión. Los pilotos occidentales montaron una operación provisión que llegó a efectuar mil cuatrocientos vuelos al día.

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El Tapia de Berlín separó las dos Alemanias entre 1961 y 1989. 

Otras Fuentes

Moscú puso fin al asedio cuando entendió que no iba a tener el sorpresa deseado, pero, para entonces, ya se habían creado dos Alemanias, la “democrática” (comunista) y la “federal” (occidental). Una división oficial que, remotamente de tranquilizar los ánimos, los encendió todavía más. En el verano de 1961, Alemania del Este levantó por sorpresa un pared para dividir las dos partes de la ciudad, y solo unos meses posteriormente, un diplomático estadounidense estuvo a punto de hacer restallar la Tercera Guerrilla Mundial a cuenta de una sombra en la ópera.

En sorpresa, la sombra del 22 de octubre de 1961, E. Allan Lightner y su mujer, Dorothy, fueron a cruzar el Tapia en coche por el paso de Friedrichstrasse, el reconocido punto de control Charlie. La policía de fronteras de la República Democrática Alemana les pidió una identificación, y el estadounidense se negó, recordando que los diplomáticos aliados tenían derecho a circular autónomamente por todo Berlín. Solo le fue permitido el paso dos horas posteriormente, cuando entró escoltado por ocho soldados estadounidense armados.

Posteriormente de varios incidentes parecidos en los días siguientes, el caudillo estadounidense al mando se hartó y envió diez tanques al mismo puesto fronterizo. La URSS respondió enviando a otros diez. A las seis de la tarde del 27 de octubre de 1961, los cañones de unos y de otros estaban a unos ciento cincuenta metros en pleno centro de Berlín, y la Guerrilla Fría corría un enorme peligro de calentarse. De nuevo, Kennedy y Jruschov llegaron a un acuerdo discreto y retiraron los carros de combate posteriormente de dieciséis horas cara a cara. Los diplomáticos aliados siguieron moviéndose por Berlín con normalidad hasta la caída del Tapia en 1989.

Nixon, Brézhnev y la erradicación de Yom Kippur

Poco tiene octubre, porque el mundo volvió a contener la respiración en ese mes de 1973. El día 6, Siria y Egipto lanzaron un ataque coordinado contra Israel, coincidiendo con la fiesta religiosa fríjol del Yom Kippur. Las tropas israelíes se vieron sorprendidas por el empuje de sus enemigos, correctamente pertrechados con armamento soviético de última concepción, y, dos días posteriormente, su país estaba en una posición desesperada. Sus jefes militares no sabían siquiera si Israel sobreviviría y prepararon un postrer plan.

Que Israel tenía armas atómicas era un secreto a voces, aunque no se reconociera oficialmente. Todo indica que, el día 9, el stop mando marcial encabezado por Moshé Dayán le propuso al gobierno algún tipo de uso de armas nucleares, pero que la primera ministra Golda Meir lo rechazó. Lo que sí hizo Israel, sin demasiado disimulo adicionalmente, fue poner en alerta sus regimientos de misiles con capacidad nuclear, para que EE. UU. entendiera la importancia de la situación y el presidente Nixon acelerara la venida de ayuda marcial.

La maniobra funcionó, y la venida de ingentes cantidades de armamento por vía aérea desde EE. UU. cambió el rumbo de la erradicación a protección de Israel. Tanto que en casi nada unos días, sus tropas tenían a su importancia la hacienda de Siria y estaban destrozando a los egipcios en el desierto del Sinaí. Fue entonces cuando la situación dio un desvío que pudo favor significado el inicio de la Tercera Guerrilla Mundial.

EE. UU. y la URSS habían sección un stop el fuego en la ONU, pero el futuro primer ministro israelí, entonces caudillo, Ariel Sharon continuó hostigando a los soldados egipcios en su propio demarcación. Arrebatado, el líder soviético Brézhnev amenazó al presidente Nixon con expedir a sus propias tropas de élite a participar en la lucha, y EE. UU. respondió poniendo en alerta DEFCON 3 a sus fuerzas armadas.

Fuerzas egipcias cruzando el canal de Suez en la guerra de Yom Kippur, 1973

Fuerzas egipcias cruzando el canal de Suez en la erradicación de Yom Kippur, 1973. 

Dominio manifiesto

En ese momento de tensión, cualquier chispa podía favor provocado una desgracia a escalera mundial, pero los negociadores estadounidenses y soviéticos lograron reencauzar la situación de nuevo. Ninguna de las dos potencias consideraba el conflicto lo suficientemente importante como para entrar en una erradicación una con la otra, así que los estadounidenses convencieron a Israel de que echara el freno, y la URSS logró que los egipcios y los sirios se conformaran con no empeorar todavía más las cosas. Una vez más, se había evitado el peor de los escenarios.

De Ucrania a Cuba y de Berlín a Oriente Próximo, el mundo ha estado muchas veces al borde de una Tercera Guerrilla Mundial. Hasta el momento, con suerte y paciencia, nos hemos librado, pero la gran existencia del concepto sigue viva: si hay Tercera Guerrilla Mundial, lo habitual es que sea la última, que no quede nadie para lo que venga posteriormente.

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