Marruecos frena las pateras

La nueva etapa de relaciones diplomáticas con Marruecos se ha traducido en un maduro control de la migración ilegal alrededor de España. Esto ha hecho que haya descendido drásticamente el número de personas que atraviesan el puritano de Gibraltar en pateras y muy especialmente las que se lanzan al mar en cayucos desde las costas de África hasta Canarias. El ritmo de aumento de las llegadas a paraje castellano ha pasado de un 73% a principios de año a un 3,3%,

La maduro cooperación de Marruecos para contender contra las mafias que trafican con migrantes, así como el compromiso tácito de no utilizarlos como armamento de presión política, se produce a cambio del respaldo de España a la organización de Rabat frente a el conflicto del Sáhara Occidental. Para España, así como para el conjunto de la Unión Europea, es secreto tener controlada la frontera sur, poco que solo se puede hacer con el apoyo de las autoridades, el ejército y las fuerzas policiales marroquíes.

La nueva relación de España y Marruecos da sus frutos para frenar la inmigración ilegal

La represión del brinco a la valla de Melilla el pasado 24 de junio terminó con más de una veintena de migrantes fallecidos, lo que demuestra, no obstante, que el control de los flujos migratorios alrededor de Europa se ejerce con una extrema violencia que está remotamente de los estándares occidentales. El episodio merece una investigación. Otra cosa es que España, y por supuesto la UE, ganan mucha tranquilidad en la medida en que Marruecos ejerza su responsabilidad sobre su frontera y deje de gastar a los inmigrantes como armamento de presión.

Marruecos debe cumplir con el control de sus fronteras para que sus ciudadanos no abandonen el país ilegalmente y sin un permiso de trabajo en el extranjero. Esto es lo correcto y para ello, adicionalmente, recibe incluso ayudas europeas, en el ámbito de los acuerdos existentes como socio preferente. Otra cuestión es lo que hace Marruecos –o puede hacer– con los migrantes subsaharianos que llegan a su paraje procedentes del África negra con la intención de cruzar el Estricto y conseguir a Europa. Frente a ese engendro migratorio la UE no puede ni debe cruzarse de brazos, así como siquiera mirar alrededor de otro flanco. Debe exigir a las autoridades marroquíes que les proporcionen un acogida correcta y un trato digno. Incluso habría que colaborar incluso con Marruecos para organizar esos campos de acogida, con los medios administrativos necesarios para que desde allí se pudiera diligenciar –en los casos que fuera posible– su entrada lícito a Europa, ya que se necesita la mano de obra que esos migrantes puedan aportar.

El hecho de que a los migrantes subsaharianos se les obligue a quedarse en Marruecos, sin bloqueo, no resuelve el problema de fondo. La UE debería incrementar sus planes de ayuda a los estados africanos emisores de migrantes para impulsar su avance financiero y social, con las inversiones necesarias, para que los jóvenes dispusieran de oportunidades de mejorar sus condiciones de vida y su formación sin aprieto de marchar de sus propios países. Esa es la verdadera alternativa, a dilatado plazo, al problema de la migración subsahariana. La función de guardia que se le ha encomendado a Marruecos no deja de ser un parche de emergencia político y policial, cuestionable éticamente, que podría hacer más tranquilo y más magnate el problema de las migraciones subsaharianas a medio y dilatado plazo si no hay decisiones complementarias.

Hemos dicho en muchas ocasiones que la UE no puede ni debe conducirse de espaldas al continente africano. Debe esforzarse en su avance, cambiar más, convertirse en un socio fiable y desarrollar al mayor las sinergias económicas entre uno y otro bloques, en emplazamiento de dejar el paraje a desembolso de los intereses de Rusia y de China. Para ello el primer paso es activar ya los planes de cooperación reforzada acordados en la cumbre entre la Unión Europea y la Unión Africana celebrada a principios de año en Bruselas.

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