Un verano rutilante

El otro día me comprometí a explicarles una coincidencia meteorológica entre el verano tiránico que estamos sufriendo y el de la novelística El carrer estret de Josep Pla, que acabo de releer. Pero ayer recordaremos el argumento de la novelística, simplicísimo. Un damisela veterinario encuentra plaza en Torrelles (Palafrugell). Ha alquilado un suelo en la callejuela que da nombre al vademécum, en el que, gracias a la chismosa Francisqueta (“buena cocinera; excelente servicio; persona insoportable”), obtendrá información minuciosa de las vidas locales. “Para mi cocinera, huronear en la vida de los demás constituye una voluptuosidad”. De entre las muchas habladurías, destaca la peculiar aventura de una damisela indolente que ha quedado preñada. Aparecen tres hipotéticos padres del futuro hijo de esta damisela, poliamorosa avant la lettre. El triaje del mejor candidato suscitará cierta expectativa en la cercanías.

La novelística está rellena de tipos memorables. Los de la recepción del Recreatiu, “en la que todo el mundo ­sabe todo en todo momento”. Matrimonios no exactamente desdichados. La señorita Remei, que fuma, lee y “sueña de confusión con la entrevista de un señor apuesto con pelillo y barba rubios”. El afeitador, que tiende a la “obviedad definitiva”, cosa que lo convierte en un tipo afortunado, pues “los hombres presumidos suelen ser felices”. Todos ellos, próximo con otros muchos, actúan en el teatrino antropológico de Torrelles. El pequeño mundo del Palafrugell de 100 primaveras antes, descrito por un narrador maravillado como un chaval delante el bullicio de un hormiguero. “Ningún ser humano está totalmente desprovisto de interés”.

Definitivamente, el verano es “la etapa más triste del año”

Tratándose de un vademécum de Pla, el ciclo de las estaciones tiene su papel en la novelística. El protagonista llega por San Juan. Pronto el verano se desmadra. Unos aficionados locales a la “meteorología recreativa” le comentan que, si perfectamente “recuerdan veranos tan calurosos como este, ningún tan prolongado como este, con tantos días de calor seguidos”. Es un verano “enorme, grande, rutilante”. El firmamento es siempre “cerúleo, desamueblado, vano”. El campo “es un incendio de amarillos frenéticos”. “Todo está seco, sofocado, polvoriento”. La “somnolencia de la luz africana” produce “una gran sofocación”. Definitivamente, el verano es “la etapa más triste. del año”.

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