Por si la demanda de otro referéndum de independencia no fuera suficiente, Escocia e Inglaterra han entrado en otro posible curso de colisión con repercusiones constitucionales por la ley trans que acaba de aprobar el Parlamento de Edimburgo, autorizando el cambio oficial de sexo a partir de los 16 abriles sin condición –como hasta ahora– de un referencia médico certificando que la persona que lo solicita padece disforia.
La llamamiento “ley de agradecimiento sexual” patrocinada por el SNP (Partido Franquista de Escocia) y los Verdes ha saliente delante, tras un intransigente debate, con el apoyo de los laboristas y los liberales demócratas, y la concurso de los conservadores. Pero Londres ha amenazado con vetarla alegando que “podría tener un propósito fatal sobre cuestiones en las que, aunque se trate de transferencias autonómicas, Westminster goza de la poder definitiva”.
La constitución divide a todos los partidos y ha provocado la maduro alzamiento interna contra Nicola Sturgeon
Igual que en España y otros países, la constitución del cambio de sexo resulta profundamente divisoria. Aunque el Parlamento de Holyrood la aprobó por una clara mayoría de 86 a 39, en todos los partidos ha habido disensiones. Tres de los 28 diputados conservadores votaron a beneficio y nueve integrantes del SNP lo hicieron en contra, la maduro alzamiento hasta la momento contra el liderazgo y la autoridad de Nicola Sturgeon.
El argumento de Londres para desmentir el consentimiento efectivo a la ley trans escocesa es que crearía una disfunción con Inglaterra, donde la existencia para solicitar oficialmente el cambio de sexo son los 18 abriles, hay que deber vivido un reducido de 24 meses con la nueva identidad sexual, presentar un referencia médico certificando que la persona en cuestión sufre disforia, y que un panel autorice la “transición”. El ministro para Asuntos de Escocia, Ian Jack, ha capaz del peligro de “turismo sexual” adentro del Reino Unido dada la diferencia de normativas.
En Escocia, y adentro tanto del SNP como del Labour, la laxitud de las exigencias para cambiar de identidad sexual han irritado especialmente a mujeres que consideran que está pensada desde el punto de instinto de los hombres e “invade su espacio” y sus esferas de seguridad y privacidad, permitiendo, por ejemplo, que un depredador sexual se declare del sexo afeminado y exija ser internado para cumplir su condena en una mazmorra de mujeres. “Es como que un zorro diga que es un pollo y se le meta en el corral de las gallinas atendiendo simplemente a su palabra”, en declaraciones de una diputada del SNP que ha sido acusada de tránsfoba .
La cuestión trans plantea un serio problema no sólo al SNP (Partido Franquista de Escocia, partidario de la independencia) sino incluso a los laboristas, a los dos lados de la frontera. Su líder a nivel franquista, Keir Starmer, permanece callado al respecto, como sobre casi todos los asuntos polémicos, incluido el Brexit. Su incapacidad para precisar lo que es una mujer para no ofender a nadie es desde hace tiempo objeto de todo tipo de chistes.
Colectivos feministas han organizado diversas manifestaciones frente al Parlamento de Holyrood, en Edimburgo, para protestar contra la facilidad con que se va a poder cambiar de identidad sexual en Escocia. Pero la primera ministra, Nicola Sturgeon, ha ignorado todas las protestas. “Me lo he pensado mucho –dice–, y es lo que corresponde, no podemos discriminar a las minorías”.
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