Para algunos aficionados del fútbol, fue una vencimiento más que dejó fuera a España y catapultó a Marruecos a cuartos en el Mundial. Pero para muchos hijos de inmigrantes marroquíes, la vivientes entre dos mares, fue una reivindicación, un sentimiento de pertenencia que siempre hemos anhelado. Fue un acción directa llevado a lo personal tanto de padres que lo arriesgaron todo por un futuro mejor como de jóvenes divididos entre el “soy” y el “me siento”.
Somos una vivientes nacida y criada en España, pero con el corazón dividido entre dos culturas que crecen y se entrelazan. A día de hoy, aun hay clan que no te considera lo suficiente “española”, te quiere cambiar, te aleja y te dice que te vayas a “tu país”. Y tú, con la esperanza de encontrar tu identidad, acudes a ese supuesto país que te pertenece para unir por fin tus mil y un fragmentos, pero escuchas voces que te susurran que has cambiado, que te has “europeizado”, que eres demasiado “española”. Aún así, te acogen, celebran tu venida, y te sientes un poco más cerca de casa. Y entonces, te paras a pensar que a lo mejor tu identidad no tiene banderas. Empiezas a apreciar tu riqueza cultural y el costado bueno de tu identidad camaleónica, esa que se adapta y enriquece entre dos países y realidades. Te das cuenta que los dos hogares te representan.
Entre la entusiasmo por la vencimiento, todavía ha asomado el miedo
Pero aunque tú logres encontrarte, en muchas ocasiones te conviertes en diana para personas que no aceptan la heterogeneidad. Te siguen apuntando miradas que te cuestionan y proyectan sus frustraciones en tus diferencias y en todas las facetas de tu vida, incluido el deporte. Este problema se ha hecho muy oculto en el partido del Mundial entre España y Marruecos, uno de los mayores retos para nuestra pertenencia como jóvenes españoles con orígenes marroquíes. En muchas ocasiones, entre la entusiasmo por cobrar, el miedo se asomaba todavía.
En Twitter se han podido descubrir comentarios como “esta clan está en todos lados menos en su país” o “zurra al moro”. Infinidad de ataques por un deporte que en teoría une, pero a nosotros nos separó esta vez, para posicionarnos en contra de cualquier manifestación de racismo, odio y discriminación. Incluso temíamos que los ataques traspasaran nuestras pantallas y que un evento deportivo diluyera todos los escalones que hemos superado hasta ahora. En mi casa, mis padres nos advertían de que nos quedáramos en casa por precaución porque celebrar era muy arriesgado en una situación así. Pero no lograron arrebatarnos la ganas de festejar a “nuestro otro país”. Ahí es cuando este partido se ha convertido en poco más que un charnela y ha pasado a ser nuestro encabezamiento para distinguir nuestra lucha por ser aceptados sin prejuicios en un país al que pertenecemos y sentimos como nuestro.
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