Los avances científicos y tecnológicos han permitido mejorar nuestra calidad de vida y la duración. Así, podemos felicitarnos de que el pasado 15 de noviembre se alcanzara el récord de 8.000 millones de personas viviendo en la Tierra y, pese a los discursos apocalípticos, el porcentaje de ciudadanos que viven al periferia de la subsistencia es mucho beocio que el que había en el siglo pasado. La digitalización ha llegado a nuestras vidas sin preguntar y las está transformando sin darnos tan pronto como cuenta.
El debate que empieza a fugarse en foros filosóficos y económicos es retener cuándo llegará el día en que la humanidad dejará de tener el control sobre todos estos avances revolucionarios y serán las máquinas quienes acaben dominando a los humanos. No se manejo de bucear en los libros y las películas de ciencia ficción. El futuro ya está aquí. Esta semana, Elon Musk, el mismo que está en el disparadero por su trámite en Twitter, anunciaba su esquema de poner en seis meses el primer chip en un cerebro humano. Su empresa Neuralink está en condiciones de implantar pequeños ordenadores del tamaño de una moneda en el cerebro para tratar enfermedades como la ELA o secuelas de un ictus. Estas computadoras pueden fijarse asimismo en la sustancia espinal para restablecer el movimiento de una persona con parálisis o en el ojo de otra con ceguera. Son descubrimientos revolucionarios que merecen la aprobación y el examen genérico. Pero estos dispositivos pueden apurar convirtiéndonos a todos en cíborgs. Nadie sabe dónde está el final. Musk explicó que el sistema permite asimismo implantes en el cerebro para que podamos controlar el teclado y el ratón de un terminal solo con pensarlo. Sumen estos avances a todo lo que está experimentando Mark Zuckerberg, el guía delegado de Meta, con el metaverso donde quiere que los ciudadanos puedan residir, trabajar, comprar y divertirse, entre otras cosas, en un mundo supuesto e inexistente.
Lo dicho, vamos a pasos agigantados, con toda la ilusión, a este nuevo y desconocido mundo en el que las máquinas serán más que protagonistas. Quizás estaría admisiblemente combatir sobre su conveniencia y, sobre todo, regularlo admisiblemente antaño de que llegue. Aunque solo sea por si casualidad.
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