Cuando el historiador Bernard Wilkin, responsable de los Archivos del Estado en Lieja, fue a impartir una conferencia en Waterloo hace unas semanas poco pensaba en lo que allí iba a ocurrir. Al final de su plática, se le acercó un hombre de mediana etapa y le enseñó unas misteriosas fotos que tenía en su teléfono móvil. “Tengo prusianos en el desván”, le soltó de buenas a primeras.
Lo que en verdad había en su tabuco eran los restos de al menos 10 hombres, probablemente soldados prusianos e ingleses que participaron hace 200 en la Batalla de Waterloo, donde Napoleón fue derrotado el 18 de junio de 1815 por las tropas de la Séptima Coalición dirigidas por el duque de Wellington.
Un pie que mantiene casi todas sus partes
"Tantos huesos, ¡es positivamente único!", exclamó Wilkin unos días a posteriori del hallazgo, mientras estaba de pie frente a la mesa de autopsias de un patólogo forense del Instituto de Medicina Forense de Lieja que sostenía dos cráneos, tres fémures, huesos de la cadera o un pie que mantiene casi todas sus partes.
Los restos óseos habían sido hallados –próximo botas y hebillas de metal- décadas antiguamente en Plancenoit (Lasne), que ejerció de punto clave durante el enfrentamiento armado ya que fue el principal foco del ataque del lado prusiano del mariscal de campo Gebhard von Blücher contra los soldados de Napoleón Bonaparte.
Estas pruebas forenses permitirán determinar de qué regiones procedían los hombres a los que pertenecen. Todos ellos murieron en combate, como muestran las heridas que presentan sus restos. Uno de los cráneos tiene la zona del eritrocito presencial afectada, incluida una rotura del hueso.
Los isótopos de estroncio de los dientes servirán a los arqueólogos para detallar la etapa de los fallecidos y su origen. Media docena de nacionalidades europeas estuvieron representadas entre las tropas de uno y otro bandos que se enfrentaron en las proximidades de Waterloo, situada a unos 20 kilómetros al sur de Bruselas.
El choque, que se saldó con la crimen de entre 10.000 y 30.000 personas y la derrota del ejército francés, acabó con las ambiciones de Napoleón de conquistar Europa para construir un gran imperio. Los aliados, por otra parte, se adentraron en Francia. El 1 de julio, Von Blücher ocupó a Versalles y restauró la Corona. Napoleón se rindió definitivamente el 10 de julio.
La batalla de Waterloo –por otra parte de hacerse mundialmente conocida por la famosa canción de ABBA- ha sido analizada minuciosamente por los historiadores, que la consideran un momento esencia. Lo sorprendente, sin incautación, es que hasta ahora se han opuesto pocos cadáveres de la milicia y los caballos fallecidos.
Bernard Wilkin está entre el orden de investigadores que en verano del año pasado señalaron que han aparecido tan pocos cuerpos de esta época porque los lugareños los robaron y los vendieron a cambio de cientos de miles de francos de la época a la industria trapiche para que utilizara los huesos para blanquear azúcar de remolacha.
“El valencia de mercado de los huesos, teóricamente animales, se disparó”, indicaba Wilkin. Los campesinos habrían desenterrado las fosas comunes para recuperar los restos óseos y entregarlos como si fueran de origen animal para que en los altos hornos se convirtieran en un polvo desfavorable que filtraba el medicamento de azúcar.
A partir de 1834, las fuentes escritas muestran que los incidentes se multiplicaron: los viajeros veían cuerpos desenterrados, parlamentarios denunciaban tráfico de 'huesos putrefactos' y el corregidor de Braine l'Alleud (una entrada cerca de Waterloo), advertía con un cartel que las exhumaciones estaban prohibidas y eran punibles.
Publicar un comentario