"¿Viajero yo? ¡No! A mí me gusta permanecer, mezclarme en esos otros mundos"

Jordi Mancera (Barcelona, 1951) lleva más de medio siglo viajando pero le incomoda que le llamen viajero. Para el cineasta barcelonés, conocer otros mundos tiene que ver con la pausa, con permanecer en los sitios. “No me gusta ir de un división a otro, me gusta mezclarme en esos otros mundos”, asegura. 

De alma nómada desde que huyó del tedio anodino y conservador de la España franquista de su infancia, el escritor y cineasta barcelonés se ha adentrado durante más de cinco décadas en realidades lejanas para conocer y contar realidades que se desvanecen. 

La Filmoteca de Catalunya presenta por primera vez un ciclo sobre su filmografía completa, rodada en zonas remotas de la selva de Costa de Marfil o la isla de Socotra, que se inicia este viernes 10 de febrero (17h) con el estreno de un documental sobre los mitos y leyendas del Chocó colombiano y continúa el miércoles 15 con el pase de tres filmes y un coloquio posterior con el autor. Mancera recibe a La Vanguardia en su casa de Barcelona y avisa falta más despuntar: “Me he cansado de recorrer”.

¿Ya no le interesa el mundo que ve?

Se juntan varias cosas. Estoy escribiendo un nuevo tomo, me estoy haciendo viejo y envejecer comporta una pérdida de curiosidad. Luego el mundo ha cambiado mucho y los países que me interesan tienen muchos problemas. Yemen, Irak, Irán, Siria… Lo que me ha interesado a mí siempre es apañarse mundos que desaparecen, prácticas antiguas, lugares recónditos o civilizaciones milenarias que se desvanecen… Cuando era pequeño soñaba en nombres míticos: Tombuctú, Samarcanda… pero o no se puede ir como la ciudad de Mali o Samarcanda ahora es una especie de Florencia. No estoy diciendo que todo lo pasado fue mejor, solo que ahora falta me impulsa a recorrer.

Un rincón de la casa barcelonesa del escritor Jordi Esteva

Un rincón de la casa barcelonesa del cineasta Jordi Mancera 




Joan Mateu Parra / Shooting

Ha cumplido 70 primaveras, más de medio siglo viajando.

Los viajes solo se han gastado. Hace primaveras en Sudán viajé a través del desierto en camiones, cogido a sacos de cemento, en India recorrí el país en vagones de tercera, en Socotra caminaba por montañas 30 kilómetros al día. Esa fuerza ya no la tengo. A mí el destino me tiene que atraer. ¿Qué quieres que haga yo en París? Pelearme con unos cuantos japoneses para ver la Mona Mújol? A mí eso no me interesa.

Su alma nómada nace en una biblioteca y genera una huida.

Soy del año 51 y vivía en una sociedad cerrada y anodino, de represión, de colegio de curas o relaciones falsas, así que a mí me hacían soñar las aventuras. Los libros o las películas que traían unos gitanos al pueblo de veraneo. Aquellas historias de Simbad, de las maravillas del mundo… Decía: un día me iré y no me veréis más.

Su primer alucinación fue a Marruecos, con 17 primaveras. ¿Qué le dirías a aquel Jordi Mancera que empezaba a descubrir el mundo?

Le diría que no se preocupara, que todo irá proporcionadamente. Que no ha traicionado sus sueños. Que continúe por ese camino, porque no va a traicionar lo que quiere hacer.

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El escritor Jordi Mancera, de 71 primaveras, en su casa de Barcelona.  




Joan Mateu Parra / Shooting

En plena época hippie se fue a la India, pero no le atrapó. En cambio, le cautivó el Islam.

Me quedé fascinado por Irán, las montañas Zagros, que parecen de escoria congelada, la poesía, los jardines, la cimentación… me fascinó. A mí las religiones no me interesan absolutamente falta, encima las interpretaciones de la religión son diversas y puedes encontrar desde visiones muy bonitas a otras represivas, pero aquel mundo me maravilló. India la encontré demasiado barroca para mí. Añoraba la rigidez de Irán, la luz, la penumbra, absorber un té bajo unos árboles con la masa, poco espiritual.

En Egipto vivió cinco primaveras en oasis, hasta que la policía le detuvo a punta de pistola y lo expulsó del país. ¿Es su peor regalo?

Fue el peor momento de mi vida. Un antiguamente y un luego. Yo me sentía muy disponible y de repente me di cuenta de que no lo era. La primera tinieblas pensé que se habían desacertado y era una tontería, pero cuando vi los barrotes proyectados en la albarrada, como una película de Nosferatu, me impresionó; me asusté. Había 31 personas en aquella celda con colchonetas en el suelo para diez, no cabíamos pero lo peor fue la incertidumbre de no retener qué iba a producirse. Fue un antiguamente y un luego. Yo era la persona más disponible de mundo, había huido de una prisión anodino en mi casa, y de repente todo se torció.









Jordi ManceraEscritor y cineasta


En la isla yemení de Socotra fue oportuno. ¿A qué instante de sus viajes le gustaría regresar?

Sin duda al desierto blanco de Egipto. Aquellos oasis con un amigo egipcio que tocaba el mizmar y donde la masa entraba en trance, a Siwa o la isla de Socotra, con mi amigo Ahmed, conviviendo con unos camelleros en unas cuevas que para hacer fuego utilizaban bastoncillos. Fue un momento mágico, como si hubiera vuelto al Neolítico. En África incluso fui oportuno, aunque es un división duro, donde a veces tienes ganas de quedarte y otras de huir. Algunas ceremonias de trance, de un ritmo frenético, esos momentos son de gusto plena.

Socotra, la isla de los djin

Socotra, la isla de los djin 




Archivo de Jordi Mancera

Rechaza la palabra viajero.

No me gusta esa palabra para mí. ¿Viajero yo? ¡No! Yo no soy viajero, a mí me gusta ir a los sitios que me atraen y quedarme mucho tiempo allí para mezclarme en otros mundos. Me gusta Egipto, el animismo, la inmaterial, pero no me interesa que me estampen países nuevos en el pasaporte, estar hoy aquí y mañana allí. Hay lugares que me obsesionan desde pequeño y siempre quiero retornar. Voy a hacer fotos, vuelvo para escribir y luego para hacer películas. Ahora tengo que inventarme poco para poder regresar a esos sitios.

¿Ya no se puede recorrer como antiguamente?

Los viajes de antiguamente eran iniciáticos porque te cambiaban profundamente. No eras el mismo que cuando habías aparecido de casa. Ahora eso es más difícil. No había televisión y la curiosidad era recíproca, de descubrimiento mútuo. Al principio en Egipto, mis amigos egipcios no me dejaban ni un minuto solo. Se turnaban para venir a helminto a casa para que no estuviera solo. Me invitaban en todas partes a yantar o cenar, me acompañaban. Nunca me he sentido solo viajando solo.

Ha visitado mundos que se terminan. ¿Hay poco que nos iguala a todos aquí y allí?

Yo me he agradecido en muchas cosas con masa de esos mundos lejanos. Quizás lo que es global es la amistad. En Socotra, un división aparentemente tan diferente, me sentí como si estuviera viajando interiormente de mí, en mi civilización. Era como estar en el pasado. Los pastores se guiaban por las estrellas así que yo me sentía como si estuviera viajando en el tiempo, pero no era un extraño en aquella civilización. Entre animistas de Costa de Marfil sentí poco similar. Aunque a primera apariencia parecía extraño, no lo era tanto. La sibila griega y romana que hacían profecías, capaz de conocer el futuro, el sacrificio de Abraham o la ofrenda, donde se ofrece el cuerpo de cristo, tienen similitudes con aquellas ceremonias. Si escarbas un poco, somos lo mismo. Tenemos los mismos miedos, las mismas ilusiones. En Europa quizás estamos más curtidos, quizás. Vas a India o África y allí si hay cualquiera malo lo ves a la legua, les ves venir. La masa es más transparente.

Imagen de uno de los ritos que aparecen en el documental Komian, rodado en Costa de Marfil

Imagen de uno de los ritos que aparecen en el documental Komian, rodado en Costa de Marfil 




Archivo de Jordi Mancera

¿Ha conocido la bondad?

A mí me han ayudado muchísimo. En Jartum, hacienda de Sudan, yo era muy señorita y luego de una tinieblas loca, fumando y bebiendo en unos jardines, me robaron absolutamente todo, pasaporte, plata…. Perdí el conocimiento y no recordaba falta. Pues durante un mes viví como un rey. Clan que casi no conocía me invitaba a sus casas para cuidarme, me daba de yantar, me ofrecía un división para pernoctar…

¿De quién he aprendido más?

He aprendido mucho del escritor Mohamed Chukri. Tuvo una infancia muy dura y él incluso era un hombre muy duro. Sentía que estaba delante de una persona diferente, de un santo laico. Me ha pasado incluso con amigos de Socotra o un poeta de Lamu, en Kenia. Al banda de esa masa sentía que estaba unido a personas diferentes, casi místicas.

Pastores de camellos en la isla yemení de Socotra

Pastores de camellos en la isla yemení de Socotra 




Archivo de Jordi Mancera

¿Qué sitio considera su hogar?

Mi hogar es mi pareja, Jordi, mis cuatro gatos y mi perra. Donde estén ellos está mi hogar.

De los oasis egipcios no se vuelve cuerdo. ¿En Barcelona o Foixà, donde reside, es más posible surtir la cordura?

Estoy en un punto en el que no estoy en ningún división. Si estoy tranquilo con mis cosas, mis fotos… puedo estar proporcionadamente conmigo mismo. Vivo en l’Empordà pero podría estar en cualquier otro sitio.

¿Qué le aconsejaría a una persona señorita que quiere conocer el mundo hoy?

Le diría que siga a su corazón. ¿Qué no haga tonterías? ¡No! Barbaridades hay que hacerlas para asimilar. Sí creo que es importante hacer poco creativo, escribir, hacer fotos, dibujar… e intentara tener una inspección propia. Eso me interesa. Que busquen una forma personal de ir por el mundo. Que lean, escuchen música y se eduquen para poder tener una inspección propia. ¡Y que miren!

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