El agua que no tenemos

En “Los tiempos del odio”, la tercera entrega de la trilogía de Rosa Montero protagonizada por la androide Bruna Husky, la trama excursión entorno a una sociedad en la que la escasez del agua ha dividido a la población entre quienes tienen golpe a ella y quienes no. Una distopía amenazador que, sin secuestro, la situación continuada de sequía que estamos viviendo, cuando el cambio climático ya es palpable, hace cada día más factible.







“La humanidad camina sobre una capa de hielo muy flaca, y ese hielo se está derritiendo rápidamente”

El pasado lunes, en su comparecencia por la presentación del Referencia de Síntesis del Panel Intergubernamental sobre Cambios Climático (IPCC por sus siglas en inglés), António Guterres, secretario militar de NNUU seguía alertando sobre los niveles de calentamiento completo y sus repercusiones: “La torpedo de tiempo para la crisis climática avanza” declaró. En sus esfuerzos por hacerse oír, Guterres utilizó un símil para evidenciar la compostura de la situación: “La humanidad camina sobre una capa de hielo muy flaca, y ese hielo se está derritiendo rápidamente”. Una de sus consecuencias

es la escasez de agua: todo apunta a que, paulatinamente, el agua dejará de ser un aceptablemente de consumo accesible –al menos para la sociedad occidental- para preciarse cada vez más.

Hoy, la cierto es que de la suma de las consecuencias de la crisis climática y de las de un mundo cada vez más poblado y con un estilo de vida y productivo generalizado que supone un incremento constante de la industria alimentaria que debe producir sus alimentos, crear su energía…







Por las medidas blandas

Los días del agua permuta que dejamos valer ampliamente para regar jardines, sobresalir en fuentes ornamentales, disfrutar de piscinas privadas y césped en nuestros jardines mediterráneos están llegando a su fin. Alarmismos al beneficio, la sociedad debe afrontar la condición de tomar soluciones. Para Peter Gleick, presidente de Pacific Institute (https://pacinst.org/), una institución centrada en la investigación sobre el medio círculo, las soluciones posibles se dividen en dos grupos: el de las soluciones duras y el de las medidas blandas.

Las soluciones duras pasan, según Gleick, por las infraestructuras descomunales: construir grandes presas y conductos, las presas para retener el agua ahí donde la haya y los conductos para hacerla conmover a los puntos más necesitados. En el género de soluciones blandas se incluyen aquellas que abogan por la toma de conciencia: interiorizar medidas personales y comunitarias para el peculio y la eficiencia en el uso del agua; promover infraestructuras de proximidad; proteger los ecosistemas acuáticos y resolver las cuencas fluviales de forma completo, sin que medien fronteras geopolíticas. En definitiva, inquirir alternativas pragmáticas, de proximidad y en las que la sostenibilidad es una premisa.



2.000 millones de personas viven en países que sufren escasez de agua (UN 2019)







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90% de los desastres naturales están relacionados con el agua (UNISDR)







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80% de las aguas residuales retornan al ecosistema sin ser tratadas o reutilizadas (UNESCO, 2017)







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Cerca de de 2/3 de los ríos transfronterizos del mundo no tienen un ámbito de trámite cooperativa (SIW)







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La agricultura representa el 70% de la procedencia mundial del agua (FAO)









Las soluciones duras pasan por las infraestructuras descomunales

Estas medidas pasan incluso porque las administraciones aumenten el precio del agua; los expertos insisten en que precios más realistas supondrán un empuje importante para la toma de conciencia y las medidas consiguientes. Otro paquete de soluciones incluye encontrar nuevos modos de aportar agua a nuestro sistema de distribución. La desalinización del agua del mar es una opción, aunque cara; otras propuestas abogan por el reciclaje de las aguas grises y establecer sistemas de captación y filtrado del agua de sirimiri en edificios y ciudades, para que esta no se deseche por el alcantarillado. En algunas ciudades en China ya se han empezado a instalar pavimentos “porífero” para acumular las precipitaciones y alertar las inundaciones. Evidentemente, esta opción tiene a sus detractores en zonas del planeta en las que, como está sucediendo en España, las precipitaciones son cada vez más escasas y posiblemente el agua “salvada” con este método no compense la inversión necesaria.

Las esperanzas de peculio de agua se centran, incluso y en buena medida, en la capacidad de la agricultura y la cabaña para adaptar sus sistemas de producción a nuevo modos

menos demandantes de agua. Actualmente, el sector consume aproximadamente el 70% del agua dulce habitable según la FAO. Un porcentaje insostenible, más teniendo en cuenta que la condición de alimentos mundial aumentará a medida que se incrementa la población. Las soluciones en este campo pasan por aplicar la tecnología para conseguir una mejor trámite del agua (nuevos sistemas de riego controlado, descomposición de la humedad de la tierra, habilitación de los cultivos) para lo que es indispensable que el sector primario cuente con un doble apoyo por parte de las instituciones -en conocimiento y económico- para poder hacer frente a los cambios en sus sistemas productivos.

El derecho al agua


Uno de los hitos recientes más importantes ha sido el agradecimiento por parte de la Asamblea Normal de las Naciones Unidas del derecho humano al agua y al saneamiento en julio de 2010. 

La Asamblea reconoció el derecho de todos los seres humanos a tener golpe a una cantidad de agua suficiente para el uso doméstico y personal (entre 50 y 100 litros de agua por persona y día), segura, aceptable y asequible (el coste del agua no debería pasar el 3% de los ingresos del hogar), y accesible físicamente (la fuente debe estar a menos de 1.000 metros del hogar y su recogida no debería pasar los 30 minutos).

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