Rian Johnson y Natasha Lyonne quedaron para cenar. No era una cita sino un disputa entre dos amigos extraordinariamente creativos: sólo hay que rememorar que Johnson es el hombre detrás de la franquicia de Puñales por la espalda y que Lyonne, tras una pubescencia perjudicada por las drogas, supo retornar al primer plano de la industria como actriz gracias a Orange is the new black y hasta se reivindicó como creadora con Russian Doll. Mientras se comían un solomillo con patatas, se pusieron a rememorar las grandes series de casos de la televisión. Qué maravilla de formato con un personaje protagonista peculiar y carismático, la posibilidad de crear nuevos escenarios en cada episodio y que fueran horas de televisión satisfactorias para el espectador al tener un principio, un nudo y una resolución clara en cada episodio. ¿Por qué este formato había quedado relegado a la televisión en amplio y las plataformas de streaming, en cambio, solo daban luz verde a contenidos serializados? ¿Por qué los responsables de producir Quality TV miraban por encima del hombro este formato tan tradicional y que históricamente había cedido tan buenos resultados?
¿Por qué el caso semanal había quedado relegado a la televisión en amplio y las plataformas de streaming, en cambio, solo daban luz verde a contenidos serializados?
De esa cena salió un esquema: Poker Face. Johnson y Lyonne hicieron implicar su reputación para que una plataforma apostase por el esquema en Estados Unidos, Peacock, el servicio de streaming de NBCUniversal. Johnson, al fin y al final, era el hombre que había revitalizado el whodunnit de Agatha Christie con el detective Benoit Blanc de Daniel Craig, que hizo unas cifras fantásticas en taquilla y encima sus guiones fueron nominados al Oscar. Lo vendió, encima, sin mentiras: informó al estudio que iba a producir una serie que abrazara su naturaleza televisiva y el episodio como su mecanismo novelística primordial. Y Lyonne, que ejerce de productora ejecutiva, directora y argumentista, iba a interpretar a la protagonista. Ella es Charlie, una mujer con el don de percibir las mentiras de la multitud, que acaba empleando como una aparejo para destapar crímenes y encontrar a los responsables.
El primer episodio sorprendía, encima, por mostrar de forma tan evidente cuál es uno de los principales referentes de Poker Face. Charlie, una fumadora compulsiva y camarera de un casino, se ponía a investigar el crimen de su amiga y compañera de trabajo (Dascha Polanco). El espectador, sin incautación, ya sabía quienes eran los autores del crimen: el propietario del negocio (Adrien Brody) y su mano derecha a la hora de resolver los trapos sucios (Benjamin Bratt). El guion de Johnson, por lo tanto, no tenía su principal anuncio en el proceso de descubrir la identidad del enemigo como en Puñales por la espalda sino que seguía el esquema clásico de Colombo, el detective interpretado por Peter Falk, y su interés residía en ver tanto las indagaciones de Charlie como entender todo el contexto del caso y seguir los movimientos de los culpables.
'Poker Face' toma el esquema 'Colombo' como referente: el espectador conoce al enemigo y toca ver cómo la protagonista destapa la verdad
En un maniquí de televisión que da prioridad a la creación de cliffhangers para retener al espectador delante de la pantalla y cuidar el maratón, su creador sólo se propuso “hacer cada episodio lo más satisfactorio posible” con la esperanza de que la calidad fuera el motivo para retornar la ulterior semana. Él mismo exponía que, mientras series como Quantum leap (A través del tiempo) tenían un anuncio serializado de fondo, en ingenuidad el espectador volvía para descubrir un nuevo decorado, un nuevo caso, unos nuevos personajes.
Por suerte para Johnson y Lyonne, tanto la crítica como el sabido les han comprado “una estructura íntimo, un personaje central que quieres que vuelva para producirse con él un rato”: la serie entra cada mes en la serie de Nielsen que estudia el consumo de televisión en Estados Unidos. No está nulo mal teniendo en cuenta que Peacock tiene cerca de de 20 millones de clientes en ese mercado, a diferencia de Netflix que supera los 70 millones.
Según los críticos de los medios de comunicación, esta revitalización de la fórmula con actores invitados del nivel de Ron Perlman, Hong Chau, Chloë Sevigny, Ellen Barkin, Simon Hellberg, Stephanie Hsu, Nick Nolte o Joseph Gordon-Levitt es un disfrute. Tiene una aprobación casi perfecta del 99% en Rotten Tomatoes y tiene un extraordinario parada en Metacritic con un 84%. “Poker Face está destinada a ser tan reconfortantemente íntimo como Russian Doll fue novedosa y desafiante”, defendía Inkoo Kang en The New York Times, “pero el espectáculo todavía evoca tanto carisma y sorpresa como puede adentro de su tan pensada fórmula”.
Es, en resumidas cuentas, una serie ideal para quien piense en televisión histórica de calidad y le venga en mente el detective Colombo antiguamente mencionado o esa Se ha escrito un crimen que llegó a ser nominada al Emmy a la mejor serie dramática en tres ocasiones (y sin escasear de despreciar el personaje de Angela Lansbury por encontrarse siempre con un fallecido allá donde fuere).
Es una serie ideal para quien piense en televisión histórica de calidad y le venga en mente esa 'Se ha escrito un crimen' tres veces nominada al Emmy al mejor drama
El único problema de esta serie rompedora precisamente por mirar al pasado desde el respeto y la veneración (y hacerlo con el privilegio de Johnson y Lyonne, que le insuflan personalidad, carisma, originalidad, ideas y presupuesto) es que, como indica el espoileroso titular, no tiene quien la emita en España. Chocó, de hecho, que SkyShowtime, el servicio participado por NBCUniversal, no llegase con Poker Face en su catálogo. Y, teniendo en cuenta la propuesta, quizá sería hora de que cualquiera resolviera este enigma.
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