La infame historia de la expresión "tirar de la manta"

En los últimos primaveras ha sido constante el destilación de políticos, empresarios e incluso deportistas que han sido víctimas de revelaciones escandalosas. Poco importa que puedan ser difamaciones, o que la información se haya conseguido de la forma más vil, pues los medios de masas van a vocear el esotérico a la velocidad de un clic.

Para quien tenga poco vergonzante que esconder esto constituye un motivo de pánico, pues en la era digital ya casi mínimo es secreto. Desde complicados software que rastrean las llamadas telefónicas hasta el clásico micrófono escondido en un centro de mesa, la existencia casi ha superado a la ficción.

Hay quienes, acorralados por la razón o la prensa, llegan al extremo de amenazar públicamente con “tirar de la frazada” en la esperanza de debilitar o sortear el cerco. En otros casos se ha revelado la existencia de grupúsculos dedicados a obtener información con la que perturbar a algún desdichado. Pero hasta un coto, porque cuando al extorsionado no le queda mínimo que perder es cuando más probable resulta que “tire de la frazada”.

¿De dónde proviene esta expresión? ¿Sublevar la frazada que escondía la inmundicia, como quien levanta la ruedo que esconde el polvo? Tiene sentido, pero no se comercio exactamente de eso.

Para comprender el origen de esta expresión es necesario correr, al menos, hasta el siglo XV. En ese momento, en España quedaba una de las mayores comunidades de judíos de Europa. No es que la península fuera un remanso de paz para el pueblo predilecto. Son perfectamente conocidos los pogromos que hubo por estos lares, algunos muy violentos, como el de 1391.

Delante esta animadversión, muchos decidieron convertirse al cristianismo, pero no fue suficiente. La estigmatización de los “conversos” fue una constante. De hecho, en 1478 fue la causa principal de que los Reyes Católicos solicitaran una concesión papal para la creación del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición.

Auto de fe de la Inquisición

Automóvil de fe de la Inquisición

Terceros

Los tribunales empezaron a perseguir a los falsos conversos, de los que se sospechaba que seguían realizando prácticas judaizantes en privado. Más aún a posteriori de 1492, cuando se decretó la expulsión definitiva de los judíos de los reinos de Castilla y Aragón.

Más allá de la investigación de los conversos, el Santo Oficio sirvió asimismo para escuchar causas contra protestantes, brujas y herejes de todo tipo. Si eran hallados culpables, a los condenados se les obligaba a vestir un estigma, una prenda sin mangas y similar a un saco sobre la que se bordaban imágenes relativas al pecado cometido.

El fraile Tomás de Torquemada, primer Inquisidor General de la Inquisición en España

El fraile Tomás de Torquemada, primer Inquisidor Universal de la Inquisición en España

Dominio manifiesto

Usado ya en época medieval como símbolo de penitencia, el venida de la Inquisición sirvió para internacionalizar y institucionalizar su uso. Con el mandato de Tomás de Torquemada (1420-1498), primer Inquisidor Universal, se creó el primer maniquí estandarizado. Más tarde, en 1512, apareció la obligación de colgar en las iglesias los sambenitos de los que hubieran sido hallados culpables. Cercano a la prenda, para escarnio de la clan, se colocaba el nombre del desgraciado.

El objeto no se retiraba aunque el reo hubiera cumplido su condena o hubiese sido ajusticiado. De hecho, cuando ya se caían a pedazos por su decadencia, se acostumbraban a sustituir por grandes lienzos con inscripciones de nombres, conocidos como mantas o mantetas.

En este punto ya empieza a adivinarse el origen de la expresión, pero desatiendo la parte más jugosa de la historia. Aunque difieran poco en el origen, los historiadores introducen distintos matices sobre cómo se asentó su significado coetáneo. La traducción más extendida es que la giro empezó a estilarse en Tudela. Desde el siglo XVII, en el interior de la catedral de esa ciudad pendía una gran frazada que contenía nombres de conversos.

Playa mayor de Tudela

Playa veterano de Tudela

Propias

Según la Historia de la constitución y recitaciones del derecho civil de España, un compendio justo del siglo XIX, no se hizo para señalar a los condenados por la Inquisición, sino a los judíos en caudillo. Poco que confirma una disposición oficial del concejo de esa ciudad de 1610, donde se decía que “estaban escritos en la frazada tales nombres, para que la virtud se conservase en la ciudad y otras partes, y se supiese distinguir los que descendían de los tales”.

La teoría del origen navarro de la expresión se extendió en buena medida gracias a José María Iribarren (1906-1971), un célebre humanista y periodista navarro que investigó el verbo. En su obra recogió la expresión “ser de los de la Frazada”, un insulto que, igual que “marrano”, se usaba para señalar a los conversos.

Horizontal

Orden de conversos segando según las reglas del Cister.

Terceros

Cuando se sospechaba de la pureza de mortandad de cualquiera, con frecuencia se recurría a los lienzos expuestos en las iglesias. De ahí que se crea que “tirar de la frazada”, se refiere al ignominioso aire de rastrear el pasado “ridículo” de cualquiera.

Algunos historiadores aportan otros matices al relato, entre ellos el genealogista Jaime de Salazar y Acha. Según explica, la existencia de esos lienzos fue fuente de conflictos y murmuraciones en muchas parroquias. De ahí que algunos párrocos y alcaldes decidieran taparlas con enormes mantas. Siguiendo esta relación de hechos, “tirar de la frazada” provendría de ese aire de “destapar” el cuadro o mantilla para descubrir un antepasado israelita o condenado por heresiarca en el seno de una clan.

Con distintas gradaciones, hay consenso para confirmar el origen infame de la expresión. Las mantas sirvieron a veces para afrentar a todo un pueblo, y otras para inmiscuirse malintencionadamente en el pasado de una casa.

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