La creencia popular ha sido que los perros pequeños, como los pomerania y los chihuahuas, existen porque una vez que los perros fueron domesticados, los humanos querían compañeros pequeños y manejables. Pero en un nuevo estudio de la revista Current Biology, investigadores de los Institutos Nacionales de Vigor (NIH) de Estados Unidos han identificado una mutación genética en un gen regulador de la hormona del crecimiento que corresponde al tamaño corporal pequeño en perros y que estaba presente en los lobos hace más de 50.000 primaveras, mucho tiempo antiguamente de la domesticación.
Los investigadores han estado detrás de esta mutación desde hace una lapso, pero ha sido Jocelyn Plassais, en el laboratorio de la genetista Elaine Ostrander, quien sugirió que buscaran secuencias aproximadamente del gen que estaba colocado al revés y confirmar si alguno estaba presente en otros cánidos y en ADN antiguo.
Mutación
La explicación podría estar en una forma inversa del gen del hacedor de crecimiento similar a la insulina 1
Con este nuevo enfoque, su equipo encontró una forma inversa del gen del hacedor de crecimiento similar a la insulina 1 (IGF1) con variantes que se correlacionaban con el tamaño del cuerpo del perro. “Observamos 200 razas y en todas ellas se mantuvo esta mutación”, dice Ostrander.
Luego, los investigadores colaboraron con los biólogos evolutivos Greger Larson de la Universidad de Oxford y Laurent Franz de la Universidad Ludwig Maximilian para analizar el ADN de lobos antiguos y ver cuándo apareció por primera vez la mutación IGF-1.

Chihuahua
Los científicos han teorizado que los perros comenzaron grandes y se volvieron más pequeños hace unos 20.000 primaveras, cuando fueron domesticados, pero este descubrimiento presenta la posibilidad de una nueva teoría evolutiva.
De hecho, cuando el equipo analizó el ADN de un lobo siberiano (Canis lupus campestris) de 54.000 primaveras de pasado, descubrió que igualmente poseía la mutación de la hormona del crecimiento. “Es como si la naturaleza lo hubiera guardado en su saquillo trasero durante decenas de miles de primaveras hasta que lo necesitara”, dice Ostrander.
El hallazgo es válido no solo para perros y lobos, sino igualmente para coyotes, chacales, perros de caza africanos y otros miembros de la tribu de animales conocidos como cánidos. “Esto se relaciona mucho con la domesticación canina y el tamaño corporal, y las cosas que creemos que son muy modernas son en existencia muy antiguas”, dice Ostrander.
Ostrander y su equipo planean continuar investigando los genes que regulan el tamaño corporal en los perros. “Una de las cosas que es perspicaz de los perros es que correcto a que han evolucionado tan recientemente, en existencia no hay muchos genes de tamaño corporal”, dice ella. Los cánidos tienen nada más 25 genes conocidos que regulan el tamaño del cuerpo, en comparación con varios cientos en los humanos. “Positivamente quiero entender todo el proceso, desde los chihuahuas hasta los grandes daneses”, dice Ostrander.
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