Diez cosas que los ricos han copiado a los pobres (aunque a su manera)

Primero fue la ropa raída, que millonarios como David y Vencimiento Beckham han lustroso en infinidad de ocasiones. En singular, tejanos, siempre de marca, pero agujereados o remendados; poco que causaba vergüenza por ser signo de pobreza. Más recientemente, las más ricas han optado por no aceptar medias, llueva, hiele o cocaína. Este seña, en apariencia banal, es una nueva forma de demostrar status entre las más privilegiadas del planeta: reinas, duquesas e hijas de presidentes, como Ivanka Trump, que residió en Washington DC durante el mandato de su padre. Pese a los gélidos inviernos de la caudal, llevaba siempre las piernas al música.

La tendencia de fulgurar las piernas desnudas en invierno la inició la directora de Vogue América, Anna Wintour. Se presentó, en pleno febrero, en los desfiles de moda de Nueva York, luciendo un vestido sin medias y calzando unos Manolo Blahnik, con talón descubierto.

Cuando el consumo o los hábitos se democratizan, las élites buscan nuevas vías de diferenciarse. Por ejemplo, con estilos de vida que solían ser de clases humildes

Aquel seña de la reina de la moda se interpretó como una demostración de fuerza en presencia de las inclemencias. Sin secuestro, resiliencias párrafo, incluso es un modo de asegurar que una tiene coche esperándole, debidamente caldeado, y que por ello no le hace ninguna equivocación enfundarse en una prenda que, hasta hace poco, era un abundancia.

Porque, tradicionalmente, las medias han sido consideradas un símbolo de status: en los primaveras de escasez de la Segunda Lucha Mundial poseer un par era una aspiración para millones de mujeres. Todos recordamos esas imágenes en las que la chica se pinta una guión en las piernas desnudas o las tiñe, para fingir que lleva medias. Durante primaveras, las medias fueron un signo de posibles. Hoy, es al revés: lo que vale es no llevarlas.

IVANKA

Ivanka Trump es uno de los ejemplos de mujer de la élite que optó por no aceptar medias 

Poco similar está ocurriendo con el cobijo; antiguamente una prenda de abundancia con la que soñaban los más humildes. Hoy resulta que los más ricos no lo usan; tanto en la vida efectivo como en la ficción. Los guionistas de la serie Succession, por ejemplo, optaron por no incluir abrigos en el vestuario del personaje protagonista, el billonario Logan Roy. Porque, como se explicaba en The New Yoker: “Un magnate que siempre es llevado de las mejores suites a apartamentos de abundancia en limusinas no necesita un cobijo, por mucho frío que haga”.

El cobijo fue una prenda de abundancia con la que soñaban los más humildes. Hoy resulta que los más ricos no lo usan; tanto en la vida efectivo como en la ficción

El origen de las modas es variado pero, a menudo, estas suelen surgir entre las clases más privilegiadas. Aquellas que tienen lo que en sociología se denomina “capacidad de agencia” que, como describe Anna Escobedo Caparrós, doctora en esta disciplina y docente de la Universidad de Barcelona: “Es la capacidad individual de desarrollar opciones propias”. Para crear una moda o nuevas tendencias, explica: “Has de tener, primero, criterio, para separarte de una moda dominante y, segundo; poder de influencia”. Y aunque este poder no necesariamente se reduce a las clases altas: “Es cierto que estos grupos sociales tendrán más capacidad de crear y de pensar que sus ideas tienen valencia”.

Happy Latin American family in bed under the covers looking playful - lifestyle concepts

El 'colecho' o yacer con los hijos, en la misma cama, es otra de las tendencias de moda 

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La búsqueda de la exclusividad es una aspiración entre los más ricos. E implica, per se, la diferenciación. De ello ya habló Pierre Bourdieu en su disquisición La Distinción (Taurus). Escrito en 1998, el sociólogo francés hacía hincapié en que el estética y el consumo cultural empezaban con una transgresión de los hábitos y estilos de vida. Esta transgresión —que puede surgir en diversos ámbitos: la nutriente, el deporte, el arte, etcétera—, suele darse desde los grupos que tienen más caudal, no solo financiero, sino incluso cultural, educativo y social. Para Bourdieu, este deseo de distinguirse es un afán humano que, a lo abundante de la historia, ha ido mutando.

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Si la piel blanca era antiguamente símbolo de status, hoy lo es el bronceado 

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Esta mutación puede ser paradójica. En parte, porque cuando el consumo o los hábitos se democratizan, las élites buscan nuevas maneras de diferenciarse. Y, en un singular viraje, se pueden adoptar estilos de vida o formas de expresarse que solían ser de clases humildes. Algunos resultan tan absurdos como los tejanos raídos a mil euros el par de los Beckham. Otros, tienen mucho sentido. Es el caso del estar delgado, que durante siglos ha sido una condición de los menos afortunados ya que hasta no hace demasiado, la grasa era pinta como un signo de riqueza y distinción.

El azúcar fue incluso un producto de abundancia durante siglos. Ahora es pasado casi como el diablo entre los que poseen más caudal cultural y financiero

Hoy, sin secuestro, la pobreza está asociada con la grasa: “Las civilizaciones pasadas veían en el exceso de gordo corporal un símbolo de prosperidad, mientras que la población caudillo lidiaba con escasez de comidas y hambrunas (…) Sin secuestro, a medida que la riqueza franquista aumenta, esta condición pasa a las capas de sociedad más pobres”, escriben los profesores Ferris y Crowther de la universidad de Stellenbosch, en Sudáfrica. Por cierto, el azúcar, uno de los ingredientes que más contribuyen a la obesidad, fue incluso un producto de abundancia durante siglos. Ahora es pasado casi como el diablo entre los que poseen más caudal cultural y financiero.

Bronceado al subida

El bronceado es otra forma de diferenciación que ha experimentado un viraje. Durante siglos, la piel blanca fue símbolo de alcurnia y la tostada, parecido de trabajadores que pasaban horas bajo el sol. Pero en el siglo XX fulgurar bronceado se puso de moda. Las crónicas cuentan que la padre de aquella transgresión fue Coco Chanel, cuando retornó, bronceadísima, de un crucero por el Mediterráneo. Lo cierto es que, con la Revolución industrial y el apilamiento de los obreros en fábricas, la palidez empezaba a estar menos aceptablemente pinta. Pronto el estar atezado simbolizó la posibilidad de salir de receso y se convirtió en un signo de status, que aún perdura.

Las élites siempre han tenido un papel en la forja de modas que, con el tiempo, se van extendiendo a otras capas de la sociedad. De hecho, en un estado del bienestar que se precie, algunos lujos se convierten en derechos, democratizándose. Es el caso de la sanidad gratuita y universal, que iguala a pobres y ricos.

Pero, con la consolidación de una auxilio médica universal, en los países más desarrollados ha tomado fuerza en los últimos primaveras un movimiento contra la medicina científica. Está liderado asimismo por las élites. Incluso en España, donde se llegó tarde al bienestar, pero donde el perfil socio-demográfico del favorecido de una pseudociencia como la homeopatía: “Es una mujer de clase media/ingreso, con estudios superiores universitarios e ideología política progresista”, indica un estudio del CIS de 2018. Este perfil es similar al de otros estudios internacionales.

Tras consolidarse la auxilio médica universal, en los países más desarrollados toma fuerza un movimiento contra la medicina científica y liderado por las élites

En el ámbito de la sanidad destaca otra tendencia, incluso al subida: la moda del parto natural, “no medicalizado” y a poder ser, en casa. Con la auxilio de comadronas o, más recientemente, de doulas: asistentes al parto sin formación oficial.

Como tantas otras, esta tendencia se inicia en los Estados Unidos. Y seguramente a muchas madres alternativas —para las que parir así es, incluso, una forma de rebeldía en presencia de el sistem—, les sorprenderá enterarse que el parto natural despierta pasiones entre las más ricas de la todavía potencia mundial. En singular, en lugares como Hollywood, donde la registro de celebridades que han optado por él es larga.

Imágenes de Karolina Kurkova esperando el parto de su hija en una piscina en su casa

Imágenes de Karolina Kurkova esperando el parto de su hija en una piscina en su casa

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De nuevo, son las élites las que propulsan el cambio: a mediados del siglo XVIII, cuando los partos en el hogar eran lo corriente, fueron las mujeres de clase ingreso las que exigieron la presencia de un médico. “Hasta ese entonces, no se cuestionaba que no fueran las comadronas las que las asistieran, pero el parto era un trance: los bebés morían, las mujeres morían y había peligro. Las élites demandaron la presencia de médicos: pensaban que al tener más preparación, sería más seguro”, explicaba la profesora de la Universidad de Rutgers, Margaret Marsh, en una intervención en la radiodifusión pública de Estados Unidos. Con el tiempo, la presencia de un médico en el parto se popularizó.

Anna Escobedo CaparrósSocióloga

En los 70, el movimiento feminista revivió el interés por las comadronas, exigiendo que se devolviera a las mujeres el control de la experiencia del parto. Pero no fue hasta principios del contemporáneo siglo cuando, en los países más ricos, empezó a despertarse una virulenta reacción contra el parto medicalizado. Avances como la epidural —que en España, no fue gratuita hasta 1998— se empezaron a ver en algunos sectores no como un abundancia al que todas habían tenido golpe sino como poco contra naturaleza.

En casa

El parto en casa, sin anestésico, se convirtió en poco diferenciador, del que presumen muchas famosas. “No dolió mínimo”, explicó la maniquí Gisele Bundchen, una de las muchas famosas millonarias que optó por parir en su hogar (asistida por dos comadronas y con una bañera calefactada, tan holgado, que su consorte pudo acompañarla). Otra celebridad, Cindy Crawford, adalid del parto en casa, aseguró que la maduro preeminencia de esta experiencia: “Es que no hay concurrencia dando vueltas a tu más o menos ni oyes a otras personas gritando al final del pasillo”.

Este y otros aspectos de la llamamiento “crianza natural” tienen un robusto componente ideológico, analizado por intelectuales como la filósofa Elisabeth Badinter. Sin secuestro, hay incluso un componente de diferenciación, vinculado tanto a la clase social como a la competitividad entre las madres. Porque hoy la buena mamá es la que pare sin cesárea ni anestésico, controlando el dolor. 

Es incluso la que amamanta el mayor posible: en las últimas décadas la crianza materna ha pasado de ser poco que hacían las mujeres pobres —porque no tenían otra opción— a convertirse en un privilegio de las más pudientes, que históricamente contrataban amas de cría, ya que amamantar estaba socialmente mal pasado. En el siglo XXI las cosas han cambiado: en 2009, un estudio publicado por la universidad de Cambridge concluyó que las mujeres “de clases sociales más privilegiadas y con más educación son las que tienen más probabilidades de optar por la crianza materna”.

Gisele Bündchen dando de mamar a su hija mientras trabaja

La top model Gisele Bündchen dando de mamar a su hija mientras trabaja

Propias

Los buenos padres hoy son incluso los que duermen con los hijos, en una misma cama, en una experiencia que se conoce como “colecho”. Si en la era Victoriana la invención de un cuarto específico para los niños fue un claro signo de posibles, hoy compartir —no habitación, sino cama— con los hijos, es habitual. De nuevo, volvamos a Hollywood: pese a disponer de mansiones con infinidad de dormitorios, Angelina Jolie y Brad Pitt contaban que siempre dormían con sus hijos en una misma cama (hecha a medida).

Los buenos padres hoy son incluso los que duermen con los hijos, en una misma cama, en una experiencia que se conoce como 'colecho'

“Sin duda, en cuestiones como la crianza hay un sensación generacional como forma de distinción. Las más jóvenes quieren diferenciarse de sus madres”, reflexiona la doctora Escobedo. “Los datos indican que en nuestra gestación y en la contemporáneo, se ha transmitido más el pecho que en la de nuestras madres, lo que creo que está vinculado a esta distinción intergeneracional”. A esta socióloga, especializada en cambios y políticas familiares, le parece muy aceptablemente la recuperación de la crianza natural: “Pero es verdad que en sociedades como la nuestra esta crianza monopolio durante seis meses no es posible… Las excedencias se las pueden permitir las que tienen muchos medios o muy buenas condiciones laborales”.

Otro engendro contemporáneo entre clases altas es el de tener hijos… becados. Parece que tener un hijo estudiando fuera ya no es suficiente signo de distinción: por otra parte debe ir con banda

Respecto al parir allá de los médicos, cree que aquí incluso hay un vínculo con la distinción. “Porque fíjate que la modo en la que lo hacen estas élites es muy diferente de como lo hacían las clases populares de hace tres o cuatro generaciones, en el sentido que las clases altas cogen lo mejor de los dos modelos, parto medicado y parto natural. Es muy diferente parir en casa porque no tienes remedio que hacerlo con una ambulancia en la puerta y una plaza hospitalaria esperando, por si las cosas se complican… Para ello has de tener el doble o el triple de medios”. Como con el colecho aquí, en cierta modo: “Aquí hay una reinterpretación de prácticas antiguas, que pueden tener buenas cosas, por parte de personas con muchos medios”, resume la socióloga.

Otro engendro que se da hoy entre las clases altas es el de tener hijos… becados. Esta cronista ha detectado la proliferación de adolescentes de familias con muchos medios becados en universidades extranjeras. Parece que tener un hijo estudiando fuera ya no es suficiente signo de distinción: incluso ha de ir auxiliado. Pero aquí, como señala Anna Escobedo, hay que destacar: “No es lo mismo una banda económica que una de excelencia, algunas de instituciones muy prestigiosas y muy diferenciadoras”.

Pero en este ámbito hay un tercer engendro, más flamante: “El de las instituciones académicas, privadas, que quieren marcar distinción porque son muy caras y hacen una táctica comercial de descuentos que llaman becas”. La idea de “banda” equivale a prestigio, a tener un hijo muy singular: “Y es sensato que en clases aceptablemente formadas y ambiciosas se hayan puesto de moda”, apunta Escobedo. Una avidez con la que algunas instituciones privadas juegan pero que socava poco tan fundamental para una sociedad como es la meritrocracia.//

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