El festival de Cannes se está convirtiendo en una plataforma importante para dar a conocer a cineastas españolas. Si el año pasado Clara Roquet participó en la Semana de la Crítica con su ópera prima Dispensa, que le reportó más tarde el Goya a la mejor dirección novel, adicionalmente de cuatro premios Gaudí, esta vez es Elena López Riera la que ha admirado en el prestigioso certamen con su primer largometraje, El agua, que compite por la Camera d'Or en la Quincena de Realizadores.
El pase de esta mañana ha sido aplaudido por medios como Le Monde, que ha publicado que el filme "provoca un definitivo hechizo". No es la primera vez que López Riera acude a la Croisette. La alicantina ya lo hizo en 2015 con su corto Pueblo, posteriormente llevó a Locarno Las vísceras y allí mismo ganó en 2021 con Los que desean, que igualmente estuvo en San Sebastián.
Horas ayer del pase de este viernes confesaba a La Vanguardia estar "muy nerviosa y con mucha alegría de arrostrar a Cannes "una película que he hecho en mi pueblo con mi tribu y mis amigos". Y es que El agua está rodada en Orihuela, circunstancia que ha sufrido diversas inundaciones a lo extenso del tiempo -la última en septiembre de 2019-, y allí retrata un verano en el que la adolescente Ana sale con un pequeño, una relación que no es perspectiva con buenos fanales por algunos habitantes machistas del pueblo, que creen que tanto la zagal (Escaparate Pamiés) como su superiora (Bárbara Lennie) y su abuela (Cocaína de Medina) están malditas. Escrita adyacente al crítico de cine Philippe Azoury -que se reserva asimismo un papel en el filme-, El agua deambula entre el realismo, la ficción y el documental, con el objetivo de "seguir explorando mi pueblo como ya había hecho en mis anteriores cortos y en particular la relación con el agua. Orihuela es una región agrícola de naranjos y limoneros y llueve muy poco, así que se necesita el agua pero se teme a que venga de forma torrencial. Y cada vez sucede con más frecuencia conveniente al cambio climático. ¿Qué estamos haciendo mal para que esto pase tan a menudo?", se cuestiona a modo de advertencia.
La película expedición rodeando de una antigua creencia popular que sostiene que algunas mujeres desaparecen en cada inundación porque tienen "el agua internamente", siguen la señal del río para que acudan a él y se adentren en sus profundidades. "Si me he interesado por intentar contar historias es gracias a la guisa en que me las han contado las mujeres de mi tribu. Nadie me ha enseñado a hacer cine. Las únicas personas que me han poliedro ganas de contar el mundo de una guisa particular han sido mis abuelas, mis tías y mis vecinas y yo lo intento reproducir humildemente. Me gusta balbucir de un mundo en el que se mezclan principios fantásticos y mitológicos con la cotidianidad".
Añade que "en muchas de las leyendas y cuentos populares que se van transmitiendo tienen que ver con el cuerpo de la mujer y siempre para controlarnos. Al final siempre cae todo sobre nosotras. ¿Cómo no vamos a tener miedo si nos dicen que tengamos miedo de hacer las cosas? Y muchas veces somos nosotras mismas quienes lo transmitimos. Es muy complicado".
Dice que el personaje de Ana, encarnado por la debutante Escaparate Pamiés, tiene mezcla de las dos. "A Escaparate la conocí con 15, ahora tiene 18 y hemos trabajado mucho juntas su papel. Yo vengo del documental y me gusta mucho escuchar". Dio con esta zagal vivaracha de pelo indeterminado y rizado en un botellón en las fiestas del pueblo. "En un principio no se presentó al casting pero luego volvió. Estaba predestinada", asegura con una amplia sonrisa. Con Lennie y Cocaína tenía muchas ganas de trabajar "pero piensas que no van a querer porque son famosas. Al final todo ha sido más casquivana", apunta.
Para López Riera hubo siempre "esa intención de mezclar actores profesionales con no profesionales porque te enriquece más, es una guisa de salir de la zona de confort". Para dar credibilidad a ese núcleo tan afeminado del que goza la historia pasaron mucho tiempo juntas. "No trabajamos tanto los diálogos como el hecho de suscitar espacios, miradas, caricias...es que yo no sé hacer pelis. He trabajado de guisa muy intuitiva las relaciones entre mujeres. Quería mostrar las luces y las sombras, el no querer parecerte a tu superiora ni que tu hija se parezca a ti. Toda esa relación de amor-odio entre las madres y las hijas y los padres y los hijos".
Siquiera escapa en la cinta la situación gremial precaria con la que se encuentran los jóvenes hoy en día. Ana afirma que le da miedo ver siempre la misma carretera. Hay ganas de huir, de inquirir un circunstancia mejor. "Creo que hemos dejado un mundo congruo mierda, la verdad. Ecológicamente y económicamente hablando. Y aún así siguen delante. A estos chicos los conocimos en el paso a la etapa adulta con una mascarilla y encerrados en casa. Es muy robusto. Hay una sensación generalizada de desazón y desconcierto, de tener un horizonte congruo menguado", admite.
¿Y qué opina de todas esas leyendas fantasmagóricas cuando se las contaban? "Pasé por todos los estados. En un principio no me lo quería creer, es desatinado, pero por otro costado es que está internamente de ti. Como no tengo una respuesta he hecho una película, que es a su vez una pregunta. No es tan casquivana deshacerse del peso de la herencia". Preguntada sobre futuros proyectos, la directora declara que primero quiere recuperarse de todo este proceso, "que ha sido muy extenso, y yo soy una persona lenta. No creo que haya que hacer películas todo el rato. Me gusta mucho residir", concluye entre risas. Toca regocijarse el oportuno momento.
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