Eurovisión: los ucranianos Kalush y la geopolítica de las apuestas

A los dos primaveras del inicio de la aniquilamiento en el Donbass, Ucrania venció a Rusia en Eurovisión. En la tenebrosidad del 14 al 15 de mayo del 2016 en Estocolmo, la ucraniana Jamala batió al ruso Serguéi Lázarev, quien partía como preferido en las apuestas y quedó tercero. Ella figuraba todavía en la terna de preferidos. Jamala triunfó con la controvertida canción 1944, sobre la deportación de los tártaros de Crimea en ese año por orden de Stalin. Jamala ganó sumando 534 puntos, pero no fue la preferida ni de los jurados ni del conocido. 

Esa tenebrosidad, mientras los presentadores iban cantando puntuaciones, en la sala de prensa de Estocolmo los periodistas ucranianos y rusos, envueltos en sus respectivas banderas, se miraban atónitos, casi retándose. Los demás poníamos cara de circunstancias.

La coetáneo aniquilamiento en Ucrania impacta de nuevo en un festival que insiste en no querer ser círculo geopolítico, pero que siempre lo es. Rusia no participa; fue expulsada del certamen tras la invasión. La simpatía por el país invadido -más que el razón sobre la calidad musical de la canción- explica el primer puesto que las casas de apuestas auguran a Kalush Orchestra, la cuadrilla masculina de folk-rap que representa a Ucrania con el tema Stefania

Festival de Estocolmo del 2016

A los dos primaveras del inicio de la aniquilamiento en el Donbass, Ucrania venció a Rusia en Eurovisión:  Jamala batió a Serguéi Lázarev

Sus seis miembros varones están en antigüedad de combatir -los hombres de 18 a 60 primaveras no pueden salir del país-, pero ellos han recibido un permiso específico para correr al extranjero a competir en Eurovisión. Es la diplomacia de la música popular, un poder sereno que el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, todavía quiere explotar en esta aniquilamiento contra el invasor ruso.

¿Podría Kalush Orchestra verdaderamente ingresar? Aunque ha habido excepciones, las estadísticas dicen que el vencedor del festival de Eurovisión suele estar entre los tres primeros indicados por los apostantes. Quizá la evaluación técnica de los jurados equilibre el voto de la audiencia, y dé la trofeo a otro país. O al contrario, y reafirme las opciones de Kalush. Douze points para Ucrania de la vecina Polonia, que acoge a más de 3 millones de refugiados ucranianos, parecen garantizados. Otros jurados y públicos podrían elegir todavía así.

Una trofeo de Kalush llevaría a celebrar el festival del 2023 a Ucrania, quizá a la renta misma, Kyiv, un potencial quebradero de inicio para la Unión Europea de Radiodifusión (UER) en materia de seguridad si la aniquilamiento continúa. Por no musitar del debate sobre la conveniencia de celebrar un certamen alegre y festivo en un departamento con caídos en el frente y asesinato de civiles. Tras la trofeo de Jamala, Kyiv albergó Eurovisión en el 2017 -el vencedor fue el portugués Salvador Sobral con la composición Seducir pelos dois- cuando la aniquilamiento en el Donbass seguía. Pero aquella aniquilamiento era percibida como una contienda más pequeña que la coetáneo, y ahora no sabemos si la geopolítica de las apuestas del 2022 propiciará ese dilema el año que viene. 

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