El caudal es un útil tan omnipresente que es practicable olvidar que es una tecnología. Su origen está forjado, como el de muchos avances tecnológicos, en pruebas, errores, aciertos y finalmente consolidación. Así, lo que al principio eran intercambios de posesiones y favores evolucionó a intercambios basados en el valía de una tercera mercancía de remisión, que casi hacía de moneda, en Mesopotamia, por ejemplo, el sheqel, 160 granos de cebada.
De ahí se pasó a utilizar el oro, la plata y el bronce, posesiones imperecederos fáciles de transportar. Para depreciar los costes de transacción y evitar engaños en pesos y calidades, se crearon las monedas, unidades de metal estandarizado con sellos para certificar su peso y calidad y con los cantos estriados para evitar que se limaran. De ahí que la libra, el peso o el entorno sean incluso unidades de peso. Para que surgieran las monedas hizo errata enterarse que un número puede ser una idealización independiente y no tiene por qué ir necesariamente parejo a un objeto, lo cual no es una obviedad si vives en un mundo sin colegios. Igualmente hizo errata la creación de un sistema colectivo de confianza: una autoridad gubernativo factible y enterarse que todo el mundo valora las monedas.
De aquí el concepto caudal continuó evolucionando. Si saltamos 2.500 abriles en torno a delante, hoy nos encontramos en presencia de un nuevo avance monetario, las criptomonedas. Las criptomonedas son un tipo de moneda digital que no requiere de una autoridad central para certificar su existencia y propiedad. Esto ha supuesto una novedad porque previamente el caudal digital requería de un certificador, el tira central, que certificase dónde está y de quién es. Esta capacidad de trabajar de forma independiente es a su vez un toque de corneta para los que recelan de los bancos centrales por motivos oscuros o ideológicos.
No requerir de un certificador para pagos es posible gracias a la tecnología blockchain , que tiene otras aplicaciones potencialmente revolucionarias. El blockchain permite automatizar y certificar de forma anónima decisiones consensuadas por las partes. Pensemos en el blockchain como el lince que pone varios huevos y que las criptomonedas son un huevo que ha eclosionado.
Crear monedas que están en la montón requiere una confianza inconcebible hace tres mil abriles
Y luego tenemos el bitcoin, un tipo de criptomoneda. Las grandes diferencias entre el euro y el bitcoin son que el bitcoin no tiene curso justo ni es aceptado para satisfacer impuestos ni servicios públicos y que existe un número condicionado de bitcoins. Estas diferencias han generado diferentes escuelas de pensamiento. Por ejemplo, hay quien cree que el bitcoin es revolucionario ya que ofrece muchas ventajas técnicas y será muy usado y valorado. Otros, como este articulista, opinan que el blockchain y las criptomonedas tienen un gran potencial, pero que el bitcoin tiene un valía utilitario condicionado y un valía financiero altísimo por concupiscencia, mucha clan los operación porque mucha clan los operación. El tiempo dirá quién era el terraplanista. Lo que está claro es que esto va a más: nuestros nietos no sabrán lo que es satisfacer con un billete.
Todo esto infiere poco paradójico en un mundo falso que se cree temeroso, suspicaz y cínico. Avanzar en crear monedas que no se ven, están en la montón, carecen de supervisión regulatoria y jurídico, se intercambian entre interlocutores anónimos y funcionan con algoritmos que la mayoría no entiende requiere unos niveles de confianza inconcebibles hace tres mil abriles. A ver si resultará que modernidad y confianza son un binomio.
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