A Marta Tena le diagnosticaron anorexia cuando tenía 19 primaveras (ahora tiene 26). Admite, sin retención, que hacía ya tiempo que sufría la enfermedad, aunque no hubiera un dictamen de por medio. Fue en el bachillerato cuando empezaron los problemas. “No me gustaba lo que veía”, explica a La Vanguardia. El punto de inflexión llegaría en el primer año de carrera, cuando se dio cuenta de que poco sucedía. “Empecé a adelgazar mucho y aparecieron los cambios de humor. Me percaté de que había poco que no iba admisiblemente y quise pedir ayuda”.
Cuenta que “siempre había sido una chica muy alegre, con ganas de hacer muchas cosas y de no detener” y que, adecuado a la enfermedad, pasó de ese estado espiritual a “estar siempre deprimida, triste, obsesionada” y a reaccionar mal frente a cualquier cosa que le decían. “Me frustraba mucho tener esa talante frente a la vida. Además me di cuenta de que estaba irresoluto todo el día de lo que comía y lo que no. Se convirtió en una obsesión”.
La anorexia es una de las patologías que conforman los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) –contiguo a otras como la hambre o la vigorexia- y los jóvenes de edades comprendidas entre los 12 y los 21 primaveras (más ellas que ellos: de cada diez enfermos, 8 son chicas) son los que presentan una longevo vulnerabilidad.
“Eso no quiere asegurar que no diagnostiquemos TCA fuera de esta franja. Hay personas que piden ayuda por ejemplo a los 25 primaveras, pero ves que la enfermedad ya existía en su adolescencia y que lo que ocurre es que simplemente piden ayuda más tarde”, explica Sara Bujalance, directora de l’Associació Contra l’Anorèxia i la Bulímia (ACAB).
La vulnerabilidad de este segmento de la población viene dada, según Bujalance, por el hecho de encontrarse “en el momento de la vida donde la influencia del categoría es más importante que nunca, cuando más necesitas sentirte aceptado y valorado”.
“Es cuando empiezas a desarrollar el autoconcepto” -añade Griselda Herrero, doctora en Bioquímica y experta en TCA y obesidad-, “a ser más consciente de todo lo que implica tu imagen corporal, la sexualidad, las relaciones sociales a nivel de pareja, estereotipos… Todo eso empieza a forjarse durante la adolescencia”.
¿Y cuál es el círculo donde más se difunde el canon de belleza imperante y la imagen ideal a reproducir? Internet y las redes sociales, lugares donde precisamente este categoría de población pasa muchas horas. De ahí que los expertos identifiquen las redes como “un número de aventura de tipo psicosocial para desarrollar y sustentar un TCA”.
En Google es posible encontrar más de 5 millones de resultados relacionados con los TCA. Y en las redes sociales, como Instagram o TikTok, ocurre exactamente lo mismo. “El cuerpo de información es muy espacioso, pero lamentablemente no toda la que encontramos es fiable y segura”, esgrime Jordi Mitjà, auxiliar técnico sanitario de la dispositivo de TCA del hospital Sant Joan de Déu.
“Muchos adolescentes realizan búsquedas relacionadas con la pérdida de peso, y existen numerosos contenidos en las redes sobre dietas que no tienen evidencia científica y que se realizan sin ningún tipo de control ni supervisión, a pesar de las graves consecuencias que esto puede ocasionar”, agrega.
Recuerda que Internet permite ingresar a contenidos de guisa comprensible las 24 horas, y eso facilita que puedan aparecer “pensamientos irracionales” que incrementan las comparaciones y provocan un aumento de la insatisfacción corporal. “La gran mayoría de perfiles en las redes sociales fomentan la anorexia como un estilo de vida y no como un trastorno mental”, asevera.
En este sentido, la última investigación de factores de aventura en estudiantes de secundaria, elaborada por la Agencia de Vigor Pública de Barcelona, pone de manifiesto un aumento del malestar con la imagen corporal en el alumnado adolescente (de 13 a 19 primaveras) de la ciudad, que supera el 50% en los dos sexos.
En paralelo, un estudio que acaba de ver la luz, publicado en la revista Nature Communications, y llevado a lado por investigadores de las Universidades de Cambridge y Oxford y del Donders Institute for Brain, Cognition and Behaviour, intenta afinar más las edades, interiormente de esa horquilla que va de los 12 a los 21 primaveras, que son más susceptibles a sufrir TCA por la vulnerabilidad que presentan frente a las redes sociales.
Una de las conclusiones a las que llegan es que cuanto más tiempo pasan las niñas de entre 11 y 13 primaveras en las redes, menos probable es que estén satisfechas con la vida un año a posteriori. Los investigadores han descubierto este mismo patrón en los niños de 14 a 15 primaveras y los niños y niñas de 19.
Los científicos responsables del estudio (donde encuestaron, hasta siete veces entre los primaveras 2011 y 2018, a más de 72.000 personas en el Reino Unido) apuntan que la vulnerabilidad a las redes sociales en edades particulares puede estar relacionada con cambios cerebrales, hormonales y sociales durante el crecimiento de la adolescencia.
La directora de la ACAB coincide plenamente con este dictamen. “Hay que tener en cuenta que el origen de un TCA siempre es multifactorial. Las redes sociales tendrán una influencia muy distinta en una pupila de 13 o 14 primaveras que en un adulto de 55 porque las herramientas con las que cuentan unos y otros son muy diferentes. De hecho, la franja con más aventura de sufrir un TCA se sitúa entre los 12 y los 21 primaveras entre otras cosas porque cerebralmente la persona todavía es inmadura, todavía a nivel de experiencia. No tiene la capacidad para discriminar y ser crítico con los distintos mensajes que le llegan”.
En el caso de Marta Tena, y de muchos otros afectados, las redes actuaron como detonante. “Fueron muy destructivas para mí. Te fijas en los demás y dices, ‘yo quiero estar así, y hasta que no lo esté no me sentiré admisiblemente’. Pero cuando lo consigues, sigues sin sentirte admisiblemente. Las redes promueven mucho el bienestar continuo y la placer, pero eso no es efectivo, y hace que te sientas aún peor. No ayudan”.
Es importante puntualizar que las redes sociales, en sí mismas, no provocan un TCA, subraya Jordi Mitjà. ¿Cuándo pueden practicar de detonante? “Cuando una persona utiliza Internet o las redes sociales de forma abusiva y tiene de pulvínulo factores de aventura (algunos de ellos son la adolescencia, modelos de belleza imperantes y la presión social respecto a la imagen) o factores de vulnerabilidad (como la autoestima depreciación, estado de actitud depresivo, ansiedad, depresión e insatisfacción con la imagen corporal)”.
Son estos factores los que pueden efectuar como desencadenantes. “Que un agraciado se enfrente a una experiencia negativa en una red social, generándole malestar, es un número de aventura para desarrollar un TCA”, arguye Griselda Herrero, que recientemente ha publicado un estudio, contiguo a otros dos investigadores, sobre estos trastornos.
“Una experiencia negativa en una red social puede ser muchas cosas, poco que me ha generado un impacto cenizo o admisiblemente porque me ha hecho restringir o prohibirme a mí mismo alimentos o porque me he sentido ofendido por determinados comentarios sobre mi cuerpo”, añade.
Los contenidos nocivos sobre los TCA en las redes sociales “suelen estar agrupados en las denominadas comunidades peligrosas, que las forman personas con intereses comunes, que tienen una identidad propia en el entorno digital y son de difícil control. Son las comunidades pro-ana y pro-mia”, esgrime Jordi Mitjà.
Marta Tena las conoce admisiblemente. “Me di cuenta de todo esto y fue cuando intenté dejar las redes sociales. Nunca volví a estar en ellas hasta que fundé la asociación [Cómete tus miedos]. Usamos las redes como medio para aparecer a la concurrencia a través de Instagram. Ahí muestro la verdad de la vida, que no hay que estar admisiblemente todo el rato”. Marta, que recibió el suscripción en 2019, no solo ha fundado una asociación, sino que ha escrito varios libros y creado una clínica para tratar los TCA.
Sobre Instagram, precisamente, versa la investigación que acaba de difundir la enfermera Desiré Montes y que revisa las conclusiones de estudios previos. Y más allá de confirmar la juicio de que, efectivamente, esta red, como otras, aumenta el aventura de padecer TCA entre, sobre todo, las jóvenes, Montes ha podido comprobar cómo lo hacen los usuarios que pretenden difundir información falsa sobre estos trastornos para seguir presentes en la plataforma.
Entre otras cosas, escriben deliberadamente mal hashtags que han sido prohibidos. “Los hashtags son autocreados por los consumidores. Tú puedes hacer uno de lo que quieras. Está el caso del hashtag thinspiration, que en circunscripción de escribirlo como se haría en inglés, le añaden alguna símbolo más”.
Entiende que hay que afinar más los algoritmos para identificar estos hashtags, aunque no puntada con detectarlos. “Hay que hacer poco con ellos”, reclama. “Lo que hacen las redes es simplemente poner una notificación diciendo que puede ser un contenido potencialmente perjudicial, pero te dejan ingresar a él. No lo bloquean. Te ponen información de páginas web que puedes consultar respaldadas por la ciencia, pero acto seguido te permiten entrar en el contenido que buscas”.
Defiende “que es muy importante educar admisiblemente a los niños en el uso de las redes” y reclama que los sanitarios y educadores las utilicen para ofrecer información fiable. Eso es lo que hicieron en el hospital Sant Joan de Déu, donde crearon la primera cuenta en Instagran de pacientes de un hospital en España que pretende compartir información fiable y segura acerca de los TCA.
Además elaboraron un decálogo -pacientes y profesionales conjuntamente- para conocer identificar información rigurosa en las redes sociales sobre los trastornos de la conducta alimentaria.
1Verifica quién es el autor y revisa la data de publicación.
2No te fíes de los titulares llamativos.
3Fíjate en el formato y diseño de la información. Observa las faltas de ortografía y el tipo de lengua.
4Investiga la fuente de la información.
5Acuérdate que cuando hablamos de sanidad, la evidencia científica es la prueba de la operatividad y seguridad.
6No te creas todo lo que ves. Las fotos suelen estar retocadas con filtros o Photoshop.
7Comprueba cómo te hace percibir lo que lees. Las noticiero falsas pueden condicionar tus emociones.
8Desconfía de las recetas portento y de la información que te quiere entregar poco.
9Ten en cuenta que las dietas y los medicamentos siempre son recetados por profesionales especializados.
10Asegúrate de que la información se ha publicado en otros medios, y contrástala con fuentes oficiales.
Asimismo, la orden hospitalaria del Sant Joan de Déu ha impulsado todavía una plataforma web sobre sanidad mental donde se puede encontrar un portal temático sobre los TCA que contiene información (preguntas y respuestas, artículos, testimonios…) con el objetivo de compartir información fiable.
DR SUNNY lo hizo de nuevo por mí, ayudando a recuperar al hombre. Mi nombre es Vanessa Erik y quiero informar al mundo sobre el Gran Mago de DR SUNNY que me trajo a mi extraño cuando pensé que había perdido toda esperanza. así que lo contacté e hice todo lo que me dijo que hiciera, y de hecho, obtuve el resultado en 48 horas, como él me aseguró. DR SUNNY usó su poderoso hechizo para traer una sonrisa a mi rostro, trayendo de vuelta al hombre con sus hechizos, al principio pensé que estaba soñando cuando mi esposo volvió a arrodillarse rogándome que lo perdonara y la tomara de regreso e incluso desde entonces él me ama más de lo que esperaba, así que me hice el juramento de contarle al mundo sobre DR SUNNY porque es una gran persona. ¿Tienes problemas en la relación? ¿Tu pareja ha terminado contigo y aún lo amas y lo quieres de vuelta? si necesita ayuda, comuníquese con DR SUNNY hoy, ya que le daré una garantía del 100% de que lo ayudará como me ayudó a mí. DR SUNNY tiene una dirección de correo electrónico: drsunnydsolution1@gmail.com o su WhatsApp para él: +2348082943805.
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