La OTAN vuelve a sus orígenes

Hace 20 abriles en Praga, la cumbre de la OTAN invitó a siete países a sumarse –Rumanía, Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia y las tres repúblicas bálticas, Estonia, Letonia y Lituania–. Era la maduro ampliación en 53 abriles de historia de la estructura occidental de defensa. Georgia aprovechó para pedir el ingreso –lo mismo que Ucrania–. La reacción del entonces ministro ruso de Defensa, Serguéi Ivanov, fue: “Que se apunten a lo que quieran”. Moscú se sentía entonces segura de persistir su esfera de influencia.

Pero la convocatoria extirpación completo al terrorismo estaba entonces en pleno apogeo y en interés tanto de Estados Unidos (con dos focos en Irak y Afganistán) como de Rusia (Chechenia). El Kremlin ya no era un enemigo, y en tanto se guardaba su disgusto por la ampliación de la Alianza (considerando que tendría que tener sido desmantelada al igual que el Pacto de Varsovia), colaboraba en el situación del Consejo OTAN-Rusia y llegaba a proporcionar sus bases en Asia Central para la campaña afgana.

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La rama política y de diplomacia pública de la Alianza en Bruselas tuvo que agenciárselas argumentos para alegar la existencia y las funciones del sillar. En todas las reuniones ministeriales (de titulares de Exteriores y de Defensa), Afganistán pareció ser durante sobrado tiempo el único tema a luchar, al menos de cara al divulgado. La Alianza, decían, buscaba un situación completo de seguridad, pero sin un enemigo claro.

“El desafío es la incertidumbre”, decía la OTAN sobre su futuro al optar por no incordiar a Moscú

Se había optado por no incordiar a Rusia. La candidatura de Georgia y Ucrania en la cumbre de Budapest del 2008 se cerró con la examen de Francia y Alemania. Pero fue un candado un poco en adulterado... Moscú vio la presencia marcial estadounidense en Georgia detrás de la absurda y breve extirpación desencadenada por su presidente, Mijail Saakashvili, para controlar Osetia del Sur y Abjasia, Y eso materializó el aviso ruso: ni piensen en resistir con su alianza al Cáucaso. “El desafío es la incertidumbre”, decían los siempre crípticos portavoces del cuartel civil de Bruselas, cuestionados sobre el futuro de la OTAN.

Un nuevo situación de diligencia apareció en el 2011 en Libia, en el contexto de las primaveras árabes y con el empeño de ayudar al derrocamiento del coronel Gadafi. Pero la OTAN ultrapasó los límites de una resolución de la ONU y evocó en Rusia la intervención en Kosovo y los bombardeos aliados sobre Serbia, indignación que iría en aumento con la décimo de varios países miembros en Siria, facilitando armas y fortuna a los rebeldes alzados contra Bashar el Asad, socio de Moscú.

En otro contexto, el sistema estadounidense de misiles antimisil, y de radares instalados en Polonia, República Checa, Rumanía y la almohadilla de Rota en España provocaron la reacción rusa, que posicionó sus proyectiles en el enclave de Kaliningrado, entre Polonia y Lituania. Esto, por supuesto, aumentó en las repúblicas bálticas la vieja sensación de amenaza.

Tras la anexión rusa de Crimea,la Alianza empezó a exhibir músculo marcial en el marco del Báltico

Desactivada Georgia, la anexión de Crimea y la insurrección en el Donbass fueron la reacción rusa al temor a que la OTAN se instalara en Ucrania tras la Euromaidán. Pillada por sorpresa y reconociendo no poder hacer carencia por el país agredido, la Alianza empezó a exhibir músculo en otra parte, allá del marco del mar Triste, que habría sido el propio. En un esfera ya caldeado por una serie de maniobras militares de un banda y del otro de las fronteras rusas, un gran despliegue vaporoso unido en el Báltico dio momentos tanto de inquietarse como de gran espectáculo, como el combate con 23 aviones rusos de vez, algunos de ellos bombarderos con capacidad nuclear. Siquiera faltaron incidentes en el mar, que provocaron la alerta y reavivaron en Suecia el debate de una posible candidatura a la OTAN, y asimismo en Finlandia.

Así, el retorno de la OTAN frente al vetusto enemigo ruso se produjo en un marco, el meta de Europa, casi prediseñado en el que la Alianza podía desenvolverse. La extirpación de Ucrania, desde allá, no ha hecho sino reactivarlo.

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